Las empresas petroleras del mundo proveen más del 50% de la energía que se consume en el planeta y todo el combustible del sector transporte (50MMBl/D), generando más de 12 millones de empleos, y son, entre varias otras, causantes de la contaminación del medio ambiente. Sin embargo, su aporte a la transición energética y al objetivo de las emisiones cero, ha sido casi marginal. Globalmente, el sector petrolero es responsable de 18GTn/año de emisiones de C02, equivalente al 50% de las emisiones del sector energético.
Su inversión en energía limpia es menor al 1% del total y menos del 2,5% de sus inversiones en la propia industria, lo que era previsible, porque deberán cambiar de rubro. Las entidades del Acuerdo de París presionan para que reduzcan la contaminación de sus propias operaciones al 60% hasta el año 2030. Recomiendan plantear en sus estratégicas de transición, solo recomiendan porque no hay manera de prohibirles, evitar el venteado y quema de metano (vital en la reducción) y que cambien drásticamente el destino de sus inversiones. La IEA estima que las petroleras deberían destinar el 50% de sus inversiones a proyectos de energía limpia y que sus proyectos de captura de carbón requerirán multiplicarse varias veces sus inversiones.
De acuerdo a la dinámica del avance de la transición energética, a pesar de la reticencia de las petroleras a disminuir sus actividades en hidrocarburos, la inversión global en fuentes renovables ha superado el año 2022 a las inversiones en combustibles fósiles (IEA). La misma Fuente estima que la demanda de combustibles fósiles llegará a su pico a finales de esta década y hasta el año 2050 la demanda bajará al 45% del nivel actual. Está claro que el punto máximo de producción se dará sólo cuando empiece la declinación de la demanda, pero se debe tener en cuenta que el año 2023 las emisiones de C02 están marcando un record, especialmente por el incremento de la demanda de petróleo en China e India, (China sostiene que ya alcanzó su pico de consumo); a partir de entonces, se produciría una constante caída de los precios y con ello una disminución de la rentabilidad con aumento de los riesgos.
La IEA es muy optimista en sus apreciaciones, estima que los precios caerán hasta 25 $us/Bl pero sin mencionar los tiempos en que esto suceda, estima que en el actual escenario no es necesario agregar nuevas inversiones en exploración porque la declinación de la demanda no necesitará de proyectos exploratorios de largo alcance, las petroleras tendrán que justificar la viabilidad de nuevos proyectos ya que en el escenario de limitar el calentamiento en 1.5°C, solo se necesitará la producción de 24 MMBls/D, tres cuartas partes de los cuales se destinarían a la petroquímica. Respecto al gas natural, la necesidad será de 920 Billones de M3 (4150 BM3 se consumieron el 2022), la mitad de los cuales se destinaría a la generación de hidrogeno.
La situación planteada hace que las petroleras, con la mirada siempre puesta en el largo plazo, empiecen a tomar medidas preventivas porque deben enfrentar una serie de problemas internos, financieros y geopolíticos. Entre los problemas internos, se advierten las divergencias al interior de sus propios directorios y la renovación y cambio de sus máximos ejecutivos, así mismo se ejecutan proyectos de compra y/o fusión entre empresas como la Exxon-Mobil que se asoció con Pionner Natural Resources o la Chevron que compró a su rival Hess; para aumentar sus flujos financieros. Por otra parte, están las petroleras estatales (NOC) que producen más del 50% del petróleo mundial y tienen cerca del 60% de las reservas totales de petróleo, los enfrentamientos entre los países productores en la OPEP+ para mantener los recortes en la producción es también un problema influido por la transición porque muchos países miembros desean aumentar su producción ante la perspectiva de abandono de los combustibles fósiles.
El ciclo histórico de los combustibles fósiles está llegando a su fin. La transición energética será el cambio más profundo que experimentará el mundo moderno y aunque aparentemente lento, una parte del carbón, del petróleo y del gas quedará bajo tierra para siempre.
Algunas petroleras preferirán producir a precios cercanos a sus costos, a dejar de producir (probablemente el último barril de petróleo se producirá en medio oriente) y reinvertir en proyectos de des carbonización, incentivadas por los subsidios a no tener nada que invertir.
La resolución de los múltiples problemas requerirá de estrategias coherentes y diálogos abiertos entre compañías y países y en toda la cadena para que la transición se pueda ejecutar de manera ordenada y para que los productores tengan un espacio en la economía de energía limpia, pero la industria tiene que cambiar en este camino sin retorno que se ejecutara con o sin las petroleras, aunque el costo y las dificultades sin ellas será mayor.
Hugo del Granado Cosio
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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