Los vecinos del sector aseguran que ese lugar se ha convertido en un foco de inseguridad. Ladrones se roban piezas de las locomotoras, las cuales han sido vandalizadas.
En los talleres y oficinas de los Ferrocarriles del Ecuador, en Chiriyacu, al sur de Quito, se percibe un fuerte olor a humedad y solo hay destrucción. Las locomoutoras y vagones que antes recorrieron el país transportando a miles de personas y toda clase de mercaderías, ahora son chatarras abandonadas y grafiteadas con letras inentendibles o dibujos de diferentes colores.
Hay cientos de piezas de acero, de diferentes tamaños, desperdigadas sobre el piso de concreto, mezcladas entre botellas, bolsas plásticas y demás basura. También dispositivos de los paneles de control de los trenes y herramientas botados a la intemperie entre la maleza. Los guardias de seguridad aparecen de forma esporádica. Nadie cuida esas instalaciones y se han convertido en un sitio donde pernoctan indigentes y ladrones, contaron los vecinos del sector a Ecuavisa.com.
Ya no da el movimiento de los operarios, mecánicos o personal administrativo desde que el expresidente Lenín Moreno Garcés suscribiera el Decreto Ejecutivo número 1057, el 19 de mayo de 2020, con el que dispuso la extinción de la Empresa Ferrocarriles del Ecuador. 101 días después, el 27 de agosto del mismo año, la compañía pública inició el proceso de liquidación.
El 5 de enero de 2022, el entonces ministro de Transporte y Obras Públicas Marcelo Cabrera y Paulina Escudero, liquidadora de la Empresa de Ferrocarriles del Ecuador, en presencia del notario Vigésimo Noveno, Alci Rolando Falconí, suscribieron la escritura con la que se autorizó el traspaso de bienes muebles e inmuebles que corresponden al 70% de la empresa.
Según el exministro, con el traspaso se agilizaría la fase de planificación y estructuración del proceso de delegación para la reactivación del tren mediante concesión o alianza público privada (APP). La inversión para reactivar el ferrocarril ascendía a 2 500 millones de dólares, se informó en esa Cartera de Estado.
Pese a esos anuncios, dos años después, el abandono y destrucción se apoderaron de Chiriyacu. Los vecinos cuentan que habitantes de calle ingresan a los talleres, a cualquier hora del día, y se roban lo que encuentran. “Nosotros identificamos a los ladrones del barrio, pero ahora vienen delincuentes de otros puntos de la ciudad como Carcelén Bajo”, contó una vecina que pidió la reserva.
Algunas ventanas exteriores están rotas y por ahí ingresan los indigentes. En otros puntos, abrieron huecos en las paredes para acceder desde una vieja edificación ubicada entre la vía Alamor y avenida Napo. “Ahí funcionaba una iglesia hace un par de años, pero ya no está allí. Ese espacio es utilizado por gente que vive en la calle y delincuentes“, contó una mujer a Ecuavisa.com.
Asustados, los moradores afirman que, en varias ocasiones, han visto cómo delincuentes se sacan piezas de acero y las guardan en costales. Una vez, detectaron que individuos se llevaban unas palas. “Me da mucho miedo porque en ese sitio caminan los estudiantes del Colegio Montúfar y otros transeúntes a los que pueden causar daños”.
En una ocasión -aseguran los moradores- los ladrones se sustrajeron unos motores, el cobre los cables que perteneció a las locomotoras, máquinas de los talleres e instalaciones eléctricas. “Se robaron una especie de lubricantes, aceites o filtros”. La capilla es lo único que no se ha destruido. Las bancas y figuras religiosas están cubiertas de polvo y casi intactas, pero la puerta permanece abierta todo el tiempo.
Al frente, las oficinas están abandonadas, sin seguridades. La documentación está regada sobre el piso y sobre un escritorio hay botellas vacías de cerveza y whisky. Un máquina despachadora de combustible desvencijada aparece entre las hierbas junto a unos pequeños tractores cuyas tapas del motor están abiertas y las piezas han sido robadas.
En el departamento de fundición
La seguridad de la puerta principal del Departamento de Fundición ha sido vulnerada. Allí se almacenan herramientas para instalar las rieles de los trenes como bateadoras y tirafondeadoras, así como materiales como placas de asiento, ruedas de ferrocarril, zapatas y clavos de línea. Todos esos implementos son fabricados de acero.
La gente del sector pide a las autoridades que se hagan controles a las recicladoras para verificar que esas piezas metálicas no sean trasladadas a esos lugares para fundirlas de forma clandestina. También se se refuercen las seguridades en las puertas para que nadie ingrese a robar. Lo mismo en el taller de carpintería en donde todavía hay máquinas para cortar la madera.
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