Diciembre, mes caracterizado por luces de colores, villancicos y buenos deseos. Los comercios se activan ante la afluencia de personas que van en busca de obsequios para sus seres queridos, mientras que de a poco el mundo entero se prepara para conmemorar una fecha histórica, el nacimiento del niño Dios.
Acorde a las sagradas escrituras, en aquellos días, el Emperador Augusto decretó se realice un censo por lo cual todos debían volver a su ciudad de origen. José y la Virgen María se encontraban en Nazaret y debían ir a Belén, ya que José era oriundo de esas tierras. Al llegar, intentaron buscar refugio en una posada, sin embargo, no había lugar para ellos en la parte principal, por lo cual le cedieron espacio en un ambiente donde cobijaban a los animales.
El momento del parto llegó y el hijo de Dios nació en un pesebre; junto a él estaban la Virgen María, José y los animales que los rodeaban. No hubo lujos, solo paz y tranquilidad, mientras que las únicas luces que alumbraban eran el reflejo de la luna y la de un cielo estrellado, entre las cuales sobresaltaba una estrella.
La historia expone un nacimiento muy sencillo, en un ambiente sin lujos ni comodidades; el hijo de Dios no nació en una cama con hilos de oro, su cuna fue un pesebre y solamente estuvo rodeado por su Madre, José y los animales del lugar.
A días de la noche buena, vemos como todos corren de un lado a otro afanados por conseguir los regalos, el menú perfecto, así como la vestimenta para esa noche. Para muchas personas primero está la foto, los colores del mantel y la combinación de los adornos con el atuendo a vestir.
La banalidad no tiene límites y en ese afán de brillar, esconden tras el flash de una sonrisa todo lo contrario a lo que aparentan. Navidad no es ostentar lo material, sino encontrar la forma de unir a la familia en un momento sencillo de felicidad.
La navidad está en una madre feliz al abrazar la llegada de su hijo, está en un padre orgulloso de los hijos que formó, está en la sonrisa de los abuelos cuando sus nietos corren a saludarlos. La navidad va más allá del ruido de la fiesta, es mucho más que un brindis emotivo o la cantidad de regalos que un padre o una madre puedan darle a sus hijos.
La navidad está en ese abrazo que se dan los hermanos que lograron reconciliarse. La navidad está en el recuerdo vivo de aquel ser querido ausente cuya foto miramos con amor y nostalgia. La navidad no está en estrenar ropas o adornos, sino en tener la conciencia tranquila de no haber hecho daño a nadie. La navidad está en una familia unida aún en momentos de adversidad.
La esencia de la navidad es transmitir esperanza y felicidad para todos, especialmente para aquellos que más la puedan necesitar. La navidad es un momento de estar en familia, sin importar si las distancias son finitas o infinitas, pues siempre podremos estar juntos, sea a través de una llamada, una oración o en las anécdotas y detalles de un recuerdo vivido.
A las 00:00 de este 25 de diciembre, al recordar el nacimiento del hijo de Dios, aprovechemos este momento para agradecer por nuestra vida y por quienes forman parte de ella. Los regalos son cosas secundarias, primero procuremos conseguir lo que el dinero no puede comprar. Pedir perdón; perdonar; agradecer a quien nos ayudó; alegrar al triste, levantar al caído y manifestar amor y gratitud hacia nuestros familiares y amigos, siempre serán los mejores regalos que podremos dar.
En el lugar donde estemos, Dios nos bendiga. Feliz navidad.
Fuente de esta noticia Diario El Deber Bolivia.
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