Existen, fundamentalmente, dos modelos de organización colectiva: el contractual y el jerárquico. En democracia, más o menos imperfecta, la Constitución representa el pacto, el gran contrato entre los miembros de una colectividad. El derecho que deriva de la constitución-pacto regula la sociedad.
El derecho que deriva de la constitución-impuesta domina la sociedad. Se confunden derecho y acto administrativo.
¿Qué legitima más, el pacto o la autoridad? ¿Acaso no es la autoridad la consecuencia de poseer los medios técnicos de represión? Esta autoridad compulsiva y coercitiva, carente de pacto verdadero, puede crear un sistema de legalidad, nunca de legitimidad. Pero ¿cómo se mide la legitimidad? Los más marciales pueden responder que por la capacidad de los ciudadanos para morir por ella. Otros por el reflejo del servicio público, «todo por el pueblo pero sin el pueblo». Los demócratas por obedecer a la voluntad mayoritaria dentro del pacto, y en liza electoral del mercado político.
La voluntad mayoritaria puede adolecer de diversos vicios: listas cerradas, falta de libertad y transparencia en los medios de comunicación, coaliciones inesperadas, no respeto de las minorías, hasta el conocido pucherazo. Estos y otros vicios hacen que la democracia, en ocasiones, carezca de sentido porque se le impide realizar uno de los fines principales para la que fue concebida: para proteger a los individuos de cualquier arbitrariedad del poder. Hay grados y profundizaciones en la democracia. La democracia lisa y llana sólo existe en las quimeras de algún sociólogo iluso. Lo cierto es que, aparte de chifladuras intelectuales de cualquier signo, renovar, ahondar, encontrar nuevas fórmulas para avanzar en la esencia democrática resulta cada día más complejo. Uno de los más difíciles escollos es el neocorporativismo. Esto es, los grupos de presión mejor organizados secuestran la voluntad popular.
La vieja trinidad de contrapoderes: ejecutivo, legislativo, judicial, está perdiendo legitimidad. Se está transformando en un orden monolítico que agudiza la mayor desigualdad: el corporativismo monopolístico y estatutario. Se suplanta la voluntad del ciudadano y ofenden a las minorías en nombre de los dos tercios de una mayoría basada en la abstención y el control de los medios de comunicación. Ante la posible osificación de estos contrapoderes, aparecen otros difíciles de codificar. Los nacionalismos, la calle, la diversidad de medios de comunicación… La sociedad protesta por vías no estipuladas. Huelgas más o menos corporativistas, paros generales, absentismos, fraude, rechazo al sistema educativo, nacionalismos desaforados. violencia en las calles…
El concubinato sociedad-Estado funciona mal. La falta de instituciones intermedias, e inclusivas, la insolidaridad corporativa y de la burocracia y la nomenklatura del poder político frente a los trabajadores y obreros autónomos y de la PYME, ìos informales y parados. El empleo de la mayoría y de los dos tercios, haciendo recaer sobre la sociedad no corporativizada la crisis (véase el reciente, y contínuo; caso de Argentina; está generando una nueva ecuación política de progreso, una democracia en color olvidándose del blanco y negro.
La diversidad y fragmentación del mundo de to porvenir, las tremendas mutaciones de nuestros tiempos,hacen que la sociedad no admita más movimientos que el suyo. Y las redes sociales son un claro exponente.Se resistirá más que nunca a los cambios impuestos.
Los hombres de Estado capaces de oír la música de la sociedad crearán nuevas ecuaciones que resolverán los nuevos problemas ( véase la negativa del pueblo Chileno a las dos propuestas Constitucionales). Una ecuación donde las instituciones inclusivas, las sociedades mixtas público/privadas. La formación dual ( centro educativo-empresa) las exigencias del mercado y sus consumidores por los por los desafíos que vienen, la eficacia, el derecho y la igualdad conformen el progreso. «He aquí el modesto partido del movimiento de la inclusividad y la eficiencia».
Frente a él tiene a un partido del orden establecido capaz de movilizar en una auténtica unión sagrada, a łos corporativistas de izquierda y a łos reaccionarios de derecha. ¿Democracia en color?; ćEn blanco y negro?¿Más sociedad y mercado o Estado y corporativismo? La diferencia es como la que existe entre los músicos, que tocan cada nota conforme a una pauta determinada, sin que pueda producirse nada nuevo, y ìos improvisadores de Jazz, que tras decidir qué canción van a interpretar, van tomando pie, apoyándose sensiblemente, uno en otro y, sobre esa base, deciden qué nota ,y melodías, tocar a continuación. Hay un contrato tácito renovado en cada melodía. Pero ya se sabe que el Jazz fué, inicialmente, música de esclavos.
Javier A. Pertierra
Dic/23
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