Entrar en los laboratorios de restauración de FlixOlé es como atravesar un túnel del tiempo. Un viaje para el que no hace falta ningún DeLorean, sino que basta con caminar por un pasillo repleto de carteles de algunas de las películas más míticas de nuestra cinematografía: El perro del hortelano, de Pilar Miró, Viridiana, de Luis Buñuel, El verdugo, de Luis García Berlanga, y Marcelino pan y vino, de Ladislao Vajda, entre otras, dan la bienvenida a un lugar donde verdaderos orfebres del séptimo arte se encargan de recuperar y restaurar algunas de las joyas más importantes de la historia del cine español.
Por sus laboratorios, que cuentan con la tecnología más puntera de nuestro país, han pasado para ser restaurados títulos tan míticos como La caza y Belle epoque, de Carlos Saura, Cielo negro, de Manuel Mur Oti o Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, la cual ha sido premiada recientemente por el festival Lumière, uno de los más importantes de cine clásico de todo el mundo. Gracias al proceso que siguió el equipo de restauración, esta cinta, grabada en el año 1955, ha podido verse en 4K, una calidad inimaginable para la época. Además, también han conseguido salvar del olvido, o directamente de la desaparición, a otras películas que, por el paso del tiempo o por su deficiente conservación, estaban siendo pasto del moho, de la suciedad y de las deformaciones.
“Nos hemos encontrado de todo en las películas: granos, puntos, rayas, fotogramas partidos…”, comenta uno de los trabajadores del laboratorio. En el pasado, cuando se realizaron estas cintas, no solía existir demasiada preocupación por la correcta conservación de los filmes y muchos de ellos han llegado hasta nosotros en unas condiciones bastante precarias. El material analógico usado y los procesos químicos llevados a cabo para la realización de la película eran muy sensibles a los cambios de temperatura y de humedad, por lo que muchas cintas se acababan echando a perder por estar en ambientes no controlados. Aunque en la actualidad sí existen lugares como las filmotecas, donde los rollos son conservados de forma cuidadosa y atendiendo a parámetros de humedad y temperatura muy estudiados, algunas de las películas restauradas por FlixOlé fueron encontradas en lugares realmente inverosímiles y que no cumplían las condiciones mínimas de preservación.
Sin embargo, ese material analógico tan delicado es también uno de los grandes aliados de los restauradores a la hora de conseguir traer al presente estas joyas cinematográficas. “La gran ventaja del material original analógico es que podemos escanearlo hasta una calidad prácticamente infinita, por eso es tan importante contar con él”, explica uno de los trabajadores. Además de por el material original, FlixOlé consigue esta resolución gracias a unos escáneres de última generación que parecen sacados de una película futurista. Cuando retiran la tapa que cubre su contenido, vemos como las bobinas giran y hacen pasar la película por una pantalla que va, frame a frame, escaneando toda la cinta. Esta nueva tecnología permite un escaneo a tiempo real, por lo cual el proceso dura lo mismo que la película escaneada, sin embargo, en el pasado, esta fase podía llegar a durar hasta 9 horas.
Los escáneres pueden digitalizar copias de hace más de 70 años hasta unas calidades que pueden llegar al 4K o incluso, aseguran, al 8K. Esto es algo que no se puede realizar con, por ejemplo, productos más actuales ya digitalizados en HD. “Lo que se hace en esos casos es agrandar e inflar la imagen, de hecho, en la televisión se puede ver como se han comido parte del plano, nosotros al trabajar con ficheros de los negativos no tenemos ese problema”, asegura otro de los trabajadores.
Para lograr el regreso al futuro de las películas ,en el laboratorio de FlixOlé, situado en la madrileña Ciudad de la Imagen, se siguen varios procesos uno detrás de otro. En ese viaje en el tiempo, la oscuridad es una parte fundamental, de hecho, al entrar en el laboratorio, como también sucede en los primeros segundos tras el apagado de luces en una sala de cine, el ojo se debe acostumbrar a ese lugar que parece suspendido en el tiempo. En una de las salas se lleva a cabo el primer tratamiento por el que deben pasar las películas, el llamado etalonaje, o lo que es lo mismo, la corrección del color, la igualación cromática de los planos y el control de las luces. En este proceso, el contar con una sala en penumbra es fundamental para que los trabajadores puedan discernir con toda precisión los colores de las películas.
Entre los escáneres y unos ordenadores con varias pantallas llenas de gráficas y teclas cuyos usos parecen indescifrables para un mortal, se encuentra uno de los trabajadores, que explica el proceso tan minucioso que se lleva a cabo durante el etalonaje: “Nosotros trabajamos plano a plano para igualar el color de todos y que exista una continuidad, eso sí, somos muy respetuosos con el material original de la película, no nos la inventamos, sino que cuidamos que la estética sea la misma en la que pensó el director en el momento del rodaje”, comenta mientras, mediante unas bolas incrustadas en la mesa, muestra como va cambiando con ellas el color de cada uno de los planos. Por ese respeto irredento a la obra original, FlixOlé intenta, cuando es posible, contar con el director o con el director de fotografía de la cinta para conseguir la máxima precisión. Por el laboratorio han pasado autores como Juanma Bajo Ulloa, Trueba o Alejandro Amenábar para facilitar el trabajo del personal, que cuando no cuentan con el director vivo suelen guiarse por la iluminación para reconstruir la estética ideada por el director.
¿Cuánto tiempo lleva este proceso? “Depende mucho, una película suele estar en etalonaje en torno a una semana. Al final, cada bobina tiene más de 200 planos y cada película suele ser de 10 bobinas, así que si tenemos que ir plano a plano se tarda bastante tiempo”, explica el trabajador.
Una vez terminado el etalonaje, llega el tratamiento de restauración en sí, donde el personal de FlixOlé corrige y elimina desde deformidades y roturas en la cinta hasta restos de moho que proliferan por la mala conservación de los negativos. El proceso para “limpiar” la imagen comienza con un proceso automático por parte de un programa informático que elimina algunas de las imperfecciones, en su mayoría rayas y puntos. Tras esta primera fase, los trabajadores deben revisar todos los planos para corregir, ya de forma manual, todo lo que se ha dejado la máquina.
Un trabajo de verdadera orfebrería donde suelen usar de referencia el fotograma posterior y el anterior para tratar de reconstruir el plano dañado. Sin embargo, muchas veces las imperfecciones son tan grandes que no se puede recurrir a estos planos anexos, sino que hay prácticamente que reconstruirlo todo. “Nos pasó con un plano de la película Scherezade en el que un jinete cabalgaba por unas dunas. El moho estaba por todas partes y era imposible restaurarlo recurriendo a esos fotogramas anteriores y posteriores. Para conseguir recuperarlo tuvimos que encontrar un plano de las dunas que estuviera bien y clonarlo durante todo el plano. A partir de ahí, fuimos matizando y recuperando el original en la parte del caballo, que es lo único que se mueve, el resto queda fijo del plano clonado. La restauración al final tiene un límite y se trata de engañar al ojo humano, por ejemplo, en el original las dunas están movidas por el viento. Eso es imposible de recuperar, así que en el restaurado le pusimos un poco de grano para hacer un efecto similar”, explica uno de los responsables del tratamiento.
Pero más allá de este plano, hay dos películas que, por su pésimo estado de conservación, supusieron un reto mayúsculo para el equipo: Duende y misterio del flamenco, del año 1952, y Abel Sánchez, del 1946. Esta última fue un auténtico quebradero de cabeza para el equipo: “La cinta estaba en unas condiciones paupérrimas y tenía todas las imperfecciones que podía tener. En una jornada de trabajo de 8 horas hacíamos 1 minuto de película, estuvimos casi un año con ella porque al final no podías parar la producción con solo esa película, así que parábamos y volvíamos sobre ella constantemente”, relata.
En paralelo a estas fases se suele hacer una restauración también de la banda sonora, donde FlixOlé se encarga de eliminar posibles golpes secos, interferencias en los diálogos o eliminar el ruido de la cámara rodando. Con todo ello, las películas se pueden ver incluso en mejores condiciones que en el día de su estreno no solo en cuanto a la calidad del sonido o de la imagen, sino también a nivel narrativo.
De hecho, muchas de las películas restauradas fueron producidas durante la dictadura franquista y, como consecuencia, censuradas. Gracias al acceso al material audiovisual original y a la documentación que tiene Video Mercury Films (una de las distribuidoras más prolíficas de cine español y propietaria de FlixOlé), la plataforma ha conseguido llevar a la gran pantalla esas escenas que fueron censuradas. “Por ejemplo, en El malvado Caravel, una película de Fernando Fernán Gómez, teníamos fotografías del rodaje de una escena donde aparecía un desfile de bikinis. Al restaurarla, nos dimos cuenta que algunos bikinis que salían en las fotos no estaban en el metraje de la película original.
También restauraron Rojo y negro, una película de exaltación falangista que el propio Franco censuró tres semanas después de su exitoso debut y que le valió el ostracismo a su director. Su restauración fue todo un reto, ya que la cinta desapareció de la faz de la tierra tras su censura y no fue encontrada hasta los años 90 en una lata ubicada un altillo del extinto Banco Popular. Una joya que, gracias a la restauración, ha podido recuperarse y verse sin ningún tipo censura y con una calidad altísima para todo el público, salvo, quizás, para sus propios restauradores. “Lo malo de trabajar aquí es que muchos ya solo ven imperfecciones cuando van al cine”, afirman entre risas.
Fuente de esta noticia: https://www.infolibre.es/cultura/orfebreria-cinematografica-logra-flixole-restaurar-grandes-joyas-cine_1_1666342.html
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