La semana pasada, terminaron las clases del año lectivo 2023 en las escuelas y colegios públicos del país. En muchos casos, los estudiantes terminaban las clases sin varios docentes por falta de rubros y con muchos problemas de internet, incluso en el Bachillerato en Informática.
El cierre del año lectivo se da, en muchos casos, con aulas en mal estado, falta de profesores en materias específicas, porque no hay rubros para colegios, y con críticas a la calidad de los útiles escolares. Como cada año, la infraestructura escolar fue otro reclamo de la comunidad educativa, que espera sustanciales mejoras para el 2024.
Entre las políticas públicas emprendidas por el Estado, la educación es una de sus urgencias y prioridades. Alguien dijo muy atinadamente alguna vez: si todo fracasa en un país, pero la educación sigue funcionando, siempre habrá esperanza. La sociedad que pretendemos puede ser posible aunque temporalmente los otros ejes que garanticen el crecimiento económico equitativo, con justicia social, no tengan andamiaje. En otras palabras, mientras el núcleo vital –la educación– permanece latente, también permanecerá latente la esperanza por una vida de mayor calidad para todos.
¿Podemos tener expectativas de una educación que capacite para la vida? Pensando en perspectiva, definitivamente, sí. De lo contrario estaríamos renunciando a la esperanza. Pero no solo debe capacitar para la vida, saliendo del contexto de las definiciones académicas, sino, y fundamentalmente, para que cada ser humano sea protagonista de su propia transformación y la de su comunidad.
La siguiente pregunta deviene necesaria: ¿qué hace el actual gobierno para que la educación se convierta en uno de los puntales de la transformación social, cultural, política y económica que nuestro país reclama? Lamentablemente, no podemos ocultar el grave estancamiento en el sistema educativo nacional.
Hoy la educación está a la deriva. Hasta los programas heredados de administraciones anteriores están rezagados. Y eso que cuentan con recursos garantizados para su implementación continua. El verdadero interés que un gobierno demuestra hacia la educación se percibe ya nítidamente desde el momento en que nombra a las personas que van a dirigir las políticas públicas de dicho sector.
Hay que reconocer que el presidente Santiago Peña, al menos en cuanto a las designaciones, ha hecho mejor las cosas que su antecesor, quien improvisó de manera inaudita y vergonzosa en el MEC, sin embargo, todavía está por verse la eficiencia de los nuevos funcionarios, ya que 100 días resulta demasiado poco para hacer una evaluación valedera. La manera en que arranque 2024 será un importante parámetro para determinar si podemos tener esperanzas de que la educación pública en el país finalmente dará un salto de calidad o si todo seguirá igual, lo cual sería una noticia nefasta para toda la comunidad educativa y el país en general.
FUENTE DE ESTA NOTICIA: https://www.laclave.com.py/2023/12/04/se-requieren-sustanciales-mejoras-para-ano-lectivo-2024/
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