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La Virgen le curó de leucemia y hoy sirve como diácono en la Basílica3_48317125.JPG

La historia de vida del diácono permanente Antonio Arzamendia, de 49 años de edad, está marcada por la profunda devoción a la Virgen de Caacupé y un milagro atribuido a su intercesión.

Antonio Arzamendia comenta que desde muy temprana edad estuvo involucrado con las cuestiones de la fe. De niño vendía rosarios, velas y otros objetos de piedad en los alrededores de la Basílica Menor. Vivía con su abuela, por lo que desde muy temprana edad tuvo que trabajar para ayudar con el sustento diario del hogar.

En 1994 se casó con Lilian Gómez y tuvieron tres hijos, dos nenas y un nene. Sin embargo, un tiempo después, vida le iba deparar una prueba difícil. Se enfermó gravemente de un terrible mal. Atravesó tres momentos críticos que casi le causaron la muerte.

En ese tiempo de desavenencias –cuenta- fue cuando se le manifestó la Virgencita Azul y produjo el milagro en su vida.

Recuerda que un 24 de mayo de 2005 empezó a manifestarse lo que iba a ser su terrible padecimiento. Luego muchos estudios y de internaciones en centros asistenciales, le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda.

A partir de entonces, inició un largo tratamiento médico en el Hospital de Clínicas, ubicado en San Lorenzo. En una primera etapa se sometió a 46 sesiones de quimioterapia. Luego, en una segunda fase, completó 60 sesiones. En ese lapso superó varios momentos críticos y que considera como un milagro de Dios por intercesión de la Virgen.

“Una vez, antes de conocer mi diagnóstico médico, me sentí mal y me acosté. Estaba consciente y allí se me presentaron, como en un sueño, tres personas vestidas de blanco que venían a buscarme. Tenían en sus manos lamparitas, cuyos vidrios estaban flojos y eso hacía ruido. Y, en ese momento, vi claramente la imagen resplandeciente de la Virgen y uno de ellos dijo: ‘Ese no, ese deja la Virgen de Caacupé’”, relata lo que entendió que era parte del milagro.

Luego de esa experiencia sobrenatural, tuvo más de seis años de tratamiento con internaciones que se extendían incluso un mes. Tras una leve recuperación, le seguía una recaída.

Arzamendia, en todo ese tiempo, ya era ministro extraordinario de la Palabra y de la Sagrada Comunión. Cuenta que tuvo tres experiencias con personas que le animaron a no dejar de luchar por su vida. Entre ellos, el desaparecido rector del santuario, monseñor Óscar Riquelme; a una ministra extraordinaria de la iglesia, Lina Brítez, un grupo de niños de la infancia misionera y su médico de cabecera que le cambió su medicamento que tomaba por otro que era una muestra médica.

MILAGRO. “Aquella vez que me sentía morir recuerdo que le dije a Dios que si había llegado mi hora que tuviera compasión de mí, ya que estaba muy débil y ya no me sobraban fuerzas. Me confié en la oración de las personas que decían que rezaban por mí; entonces descanse en sus oraciones y le dije a Dios: ‘Na’ápe che’ (aquí me tienes) y me callé. Esa noche cambió todo”, refiere al asegurar que se curó de esa enfermedad.

Siente que el milagro comenzó desde el mismo momento en que le aceptaron para la misión de ser ministro extraordinario de la Iglesia. Esa misión –dice– ya era un “regalo de Dios y de la Virgen”; pues luego de aquel milagro en su vida, de haberse curado de leucemia, recibió otro milagro mayor: Ser ordenado diácono permanente el 17 de abril de 2017 y quedarse a servir en la Basílica.

Actualmente ya lleva seis años de haberse consagrado diácono permanente y como un agradecimiento a la Santa Patrona de los católicos paraguayos, escribió un libro que contiene recopilación histórica sobre la Virgencita Azul, la Basílica Menor, la visita de dos papas; los tres primeros obispos de la diócesis y los dos pozos de aguas milagrosas, entre otros temas.

El libro se titula “Caacupé, Una imagen, una ciudad” y para ello tuvo la colaboración de varias personas, entre ellas de sacerdotes, miembros de su familia, entre otras. El material se encuentra a la venta en la santería de la Basílica de Caacupé.

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ultimahora.com

 


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