“El Rey responderá: En verdad les digo que lo que hicieron a uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí me lo hicieron” Mt. 25, 40
En este domingo la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta de Cristo Rey del
universo. Para ayudar a nuestra meditación, el evangelio nos ofrece la lectura del
Juicio final, donde Jesús es llamado de “Rey”.
Esta fiesta es expresión de la fe de la Iglesia en el triunfo final de Jesús y en la
felicidad eterna de su reino. Pero, ¿quién participará de esta vida eterna? ¿Quiénes
podrán gozar con Jesús de la maravilla de su reino?
Ciertamente participarán de la vida eterna en el reino de los cielos todos
aquellos que en este mundo ya organizaron su vida a partir del Señorío de Jesucristo,
esto es, aquellos que lo conocieron en este mundo y buscaron practicar su Palabra y
seguir sus huellas. Aquellos que fueron consagrados en el bautismo y vivieron
activamente como miembros de su Iglesia.
Aquellos que hicieron del amor la bandera
de sus vidas, que fueron generosos en el perdón, que fueron disponibles al servicio de
todos, que encontraron fuerzas en la oración, que no huyeron del compromiso,
teniéndolo como modelo y ejemplo. Quien hace de Cristo su Rey en este mundo,
ciertamente participará de su reino eterno.
Con todo, existen muchas personas y pueblos diversos que no conocieron a
Jesús, que pertenecieron a otras religiones, que no fueron evangelizados, que vivieron
en otros tiempos. ¿Qué pasará con ellos? ¿Podrán también ellos participar del reino de
Cristo y gozar de la felicidad eterna? Seguramente esta pregunta se puede responder a
partir del evangelio de este domingo.
Ellos serán juzgados de acuerdo al bien que
hicieron a los demás, especialmente a los más necesitados.
Cuando Dios hizo al hombre ya colocó en su corazón una especial sensibilidad
hacia las personas que prueban el dolor.
Nosotros no conseguimos quedar indiferentes
delante del sufrimiento de los demás. Es muy difícil quedar incólume cuando una
persona llora delante de nosotros, o gime, o tiene heridas, o se muere de hambre.
Pero tenemos dos alternativas en situaciones como estas: una es ser solidario e
intentar hacer cualquier cosa para aliviar tal sufrimiento; la otra posibilidad es huir de
la situación, cambiar de vereda en la calle, hablar de otras cosas, distraerse con otras
imágenes, inventar justificativos, en fin, lavarse las manos.
A los que son cristianos, los que siguen a Jesucristo, se supone que solamente
tienen una alternativa: ser solidarios, pues aparte de esta sensibilidad natural de todos
los hombres, nosotros tenemos también otra motivación: sabemos que Jesús se
identifica con los sufrientes; sabemos que todo lo que hacemos a un necesitado lo
hacemos a Jesús, nuestro Rey. (Así que, en el Juicio final no podremos tener la “cara
dura” de decir: “yo no sabía que eras tú, Señor”.)
Las personas que no conocieron a Jesucristo, pero que delante del dolor ajeno
se hicieron solidarias, aunque por un motivo solamente humano, serán invitadas por Él
a la vida eterna en el cielo.
Fuente de esta noticia: https://www.hoy.com.py/blogs/solemnidad-de-cristo-rey
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