Por: Jesús Del Toro
Las 254,241 personas, el 44.25% de los votos, que dieron su apoyo a Jesús ‘Chuy’ García el pasado 7 de abril constituyen un activo político sin precedentes en la historia reciente de Chicago, un caudal que, al margen de que Rahm Emanuel logró la reelección, puede y debe tener repercusiones más allá de 2015 y dentro y fuera de la Ciudad de los Vientos.
Emanuel triunfó con holgura, al lograr el 55.72% de los votos, y su legitimidad ha quedado refrendada en las urnas. Otra cosa son las críticas de que fue sólo su poderosa maquinaria financiera y propagandística lo que le permitió superar el trago amargo de la segunda vuelta y contener una marea entusiasta y activa que tuvo a García como su protagonista. Y tendrá cuatro años para validar sus promesas de gobernar de manera más incluyente y receptiva ante amplios sectores sociales y áreas de Chicago que se sintieron relegadas de la lista de prioridades.
Pero la reelección de Emanuel no significa que él será el único jugador en la cancha política de la ciudad, ni siquiera que será necesariamente la figura hegemónica. Por el contrario, el liderazgo de ‘Chuy’ García logró aglutinar una coalición en cierto modo heterogénea pero también decidida y persistente. Una fuerza que va más allá de las razas y de la filiación política monolítica, expresa un desasosiego amplio entre grandes sectores de votantes y tiene una aspiración de cambio fuerte e influyente que apenas ha comenzado a despertar.
Es la vehemencia que se requerirá en 2016 y se vio ya en Chicago.
Y no es sólo el voto latino, o el afroamericano, o el sindical, o el de los progresistas. Es, en general, la expresión de un ala muy significativa de las fuerzas vinculadas al Partido Demócrata y de votantes independientes que no encuentran en el ‘establishment’ liberal —que en Chicago identifican con Emanuel, un demócrata de cuño singular— una representación apropiada o compatible y que, como una radiografía del porvenir, sugieren que la contienda primaria por la candidatura a la Presidencia de Estados Unidos en 2016 deberá, primero, dilucidarse entre el estamento tradicional y continuista del Partido Demócrata y el que, más hacia la izquierda, busca y propone alternativas cercanas a las causas populares.
Ese es el legado y la gran oportunidad del 44.25% de ‘Chuy’. Es el depósito político inicial de un movimiento que tiene el reto de no disolverse en el tiempo, las diferencias o las claudicaciones y que, por el contrario, puede ser la semilla de transformaciones influyentes en las grandes decisiones de 2016.
Es de esperar que ‘Chuy’ tenga también un futuro político próspero y que Emanuel, comprendiendo todas las voces de las urnas, contribuya a dar un giro en beneficio de las comunidades de la ciudad y con ello cultive también sus propias posibilidades.
El Partido Republicano, curiosamente, ha tenido desde hace tiempo en el Tea Party una fuerza contestataria que, más allá de sus peculiaridades y distorsiones, ha incidido en el rumbo político nacional.
La segunda vuelta del 7 de abril mostró que eso puede encenderse también, con una dirección diferente, en el bando demócrata. La pluralidad es bienvenida y necesaria.
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