El escorbuto resulta del consumo insuficiente de vitamina C, un nutriente esencial para proteger el organismo de infecciones y agentes patógenos. La relación entre la enfermedad y el cigarrillo.
La vitamina C es un nutriente esencial para nuestro cuerpo. Nos protege y defiende de muchas enfermedades, que no se manifiestan inmediatamente sino con el paso del tiempo, como la ateroesclerosis y el cáncer, precisamente las dos enfermedades más frecuentes que son causantes de mortalidad en el mundo.
Dado que el cuerpo humano no puede sintetizar vitamina C (algunos animales sí lo hacen), es preciso incorporarla a través de la alimentación, con el fin de evitar su deficiencia.
De ahí que resulte vital tomar conciencia de que nuestros malos hábitos alimentarios y la contaminación en nuestro cuerpo son verdaderos disparadores de enfermedades, que se pueden prevenir.
Ahora, que el tabaquismo, que ya sabemos que es responsable de incrementar los riesgos de padecer cáncer, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades crónicas, agrave una condición que pocos conocen y que está ocasionada por la deficiencia de vitamina C es un dato que todo fumador debería tener en cuenta.
La médica endocrinóloga María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70.787) contó que “el escorbuto comenzó como un trastorno que afectaba a las personas dedicadas a las campañas de mar, que tenían muy poco acceso a los alimentos frescos, pero hoy en día es muy frecuente en las personas que viven en países en desarrollo, y también es un mal de las grandes ciudades”.
El fumador: un blanco perfecto
Se sabe que en personas que fumaron mucho tiempo, el efecto nocivo de algunas sustancias químicas oxidantes provocan alteraciones del funcionamiento celular. “El alto contenido de oxidantes en el humo del tabaco explica las bajas cantidades de antioxidantes, y el daño oxidativo que se observa con tanta frecuencia en personas que fuman”, explicó la especialista, quien destacó que “el estrés oxidativo, al que todas las personas estamos sometidos en las ciudades por respirar el humo de los colectivos y de los autos, implica un consumo muy grande de vitamina C”.
Y, al parecer, asociado al tabaquismo, hace que aparezca un escorbuto subclínico. Es decir, que no tiene manifestaciones clínicas evidentes.
En el fumador, como en todos aquellos que se exponen a una contaminación ambiental, el sistema antioxidante (denominado sistema antioxidante endógeno), se pone a prueba y trabaja al máximo.
“Toda persona fumadora debe conocer los riesgos a los que se expone, y la carencia gigante que tiene de vitamina C”, insistió Rodríguez Zía; quien recomendó que “ante la imposibilidad de dejar de fumar, como mínimo debe ingerir vitamina C tres veces en el día”.
De esta manera, el médico puede relacionar los tiempos en los cuales presenta carencias absolutas de vitamina C, que se podrán detectar, y de acuerdo a esto hará una indicación personal de la cantidad de vitamina C que requiere su paciente. También evaluará en qué tiempos la necesita, porque un fumador puede tomar 10 gramos de vitamina C a la mañana, pero tal vez a las 12 del mediodía, si fumó su paquete de cigarrillos, ya no le quede resto.
“Por esta razón -detalló- es fundamental regular los tiempos. Por ejemplo, midiendo en orina la vitamina C a la mañana, a la tarde y a la noche. Así, si consume 10 gramos de vitamina C a la mañana, posiblemente los tenga que repartir en 4, 3 y 3 gramos, para que, de esta manera, la vida de la vitamina C sea apropiada y pueda cubrir los requerimientos de todo un día, mientras no deje de fumar”.
Generando hábitos saludables
Se estima que el 100% de la población que vive en las ciudades tiene carencias de vitamina C. Esto sucede porque no la consumen a través de los alimentos, o porque la contaminación ambiental la disminuye, más aún en el caso de los fumadores.
“Observando lo que sucede en la naturaleza podemos afirmar que debemos consumir vitamina C en forma parecida a los animales. Así es que un día que no dormimos bien, que hicimos excesivo deporte, o que estamos más estresados, seamos o no fumadores, debemos aumentar la dosis de vitamina C que consumimos; tanto en cantidad como en frecuencia”, sugirió la especialista, quien aclaró: “No hay ningún riesgo en el consumo de vitamina C. El único peligro es que se elimine de nuestro cuerpo, pero no que se acumule. Constantemente estamos orinando vitamina C y, como máximo, ingiriendo demasiada, lo único que nos puede pasar es que tengamos una leve diarrea. Pero para esto hay que tomar, como mínimo, 20 gramos por día”.
Entonces, ¿cuánta vitamina C necesitamos? Según Rodríguez Zía, “la ingesta diaria recomendada de vitamina C es de 75 miligramos (mg) para la mujer y 90 para el hombre. Otros primates que, como los humanos, no producen vitamina C, consumen entre 2 mil y 8 mil miligramos al día. Este hecho constituye la base para diversos replanteamientos sobre las cantidades recomendadas actuales, que algunos autores aumentan hasta los 110 mg diarios”.
Una naranja aporta por término medio 53 mg de vitamina C (40-80 mg por cada 100 gramos).
Si bien la especialista remarcó que “una ingesta de menos de 10 mg al día puede provocar escorbuto”, aseguró que “la dosis recomendada diaria no alcanza para combatir el tabaco ni la contaminación ambiental”. De ahí que los fumadores necesitan más vitamina C, porque la nicotina y los metales pesados del cigarrillo reducen la cantidad de esta vitamina en el organismo.
El escorbuto puede prevenirse con una dieta que incluya ciertos cítricos como naranjas o limones. Otras fuentes ricas de vitamina C son kiwis, frutillas, sandías, mangos, miel y algunas verduras, como ajíes, espinacas, pimentón dulce, aceitunas, brócolis, tomates, coliflores y repollos.
Sobre los orígenes y síntomas poco claros
Durante mucho tiempo, el escorbuto era considerado una enfermedad de origen desconocido. Fue una epidemia en la Edad Media, que sufrían los navegantes que hacían grandes travesías en barco.
La dieta del marinero escaseaba casi por completo de vitaminas. De manera que, a las pocas semanas en alta mar, acosado por la fatiga, la humedad, el frío, las pocas horas de sueño y la nostalgia, comenzaba a presentar los síntomas del escorbuto, como así también de otras enfermedades.
Los marineros que se embarcaban por meses presentaban sangrado en las encías, por la nariz y hasta en la orina, y estas hemorragias eran muy frecuentes, como sintomatología propia del escorbuto. Sin embargo, el escorbuto, si no es absoluto, como en épocas pasadas, no dará síntomas tan evidentes.
“Con todo, generará el agotamiento de nuestro sistema antioxidante, haciendo que las personas fumadoras, por ejemplo, tengan un envejecimiento más rápido. Esto se hace visible en la piel de un fumador, a la medida que van pasando los años. No es lo mismo una persona que nunca fumó a una que sí lo hizo, porque en esta última su colágeno no se pudo resintetizar para regenerar los tejidos”, detalló Rodríguez Zía, quien destacó que “a través de la piel de un fumador podemos ver mayor fragilidad capilar y la tendencia sutil a las hemorragias”.
“También son comunes las infecciones respiratorias, sobre todo a nivel bronquial. Esto sucede no sólo por la carencia de vitamina C, sino porque además los cilios de su aparato respiratorio (encargados de extraer microbios y otros residuos), se paralizan por el tabaco y no provocan la limpieza nocturna habitual del árbol respiratorio, hecho que se produce mientras reposamos. Ante esta parálisis de los cilios, a la mañana el fumador se ahoga en sus propias secreciones, y tiene la tos típica”, sintetizó la especialista.
Infobae
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