Una gran preocupación de los líderes de Judá tras volver del exilio era cómo lograr una renovación espiritual y religiosa.
Los últimos 3 libros del Antiguo Testamento son de profetas de Judá, que escribieron luego del exilio de 70 años en Babilonia (post exílicos). Los escritores que vivieron este periodo (más o menos entre los años 500 al 400 a.C.) fueron: Esdras, Nehemías, Hageo, Zacarías y Malaquías. También podemos incluir entre estos al libro de Ester aunque los hechos de este libro ocurrieron en Susa (Reino de Persia).
El nombre Hageo significa fiesta. Escribe su libro en tiempos del Rey Darío, y dirigida a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac. (Hageo 1. 1-2).
La gran preocupación de los líderes de Judá que habían vuelto del exilio era sobre cómo lograr una renovación espiritual y religiosa dado que muchos habían estado en una cultura que no conocía a Jehová, y la mayoría de la gente joven no había conocido el templo ni habían rendido culto al Señor durante el tiempo del exilio.
Los primeros 11 versículos nos presentan a un pueblo centrado en la construcción de casas y de fortalecer la economía, y por otra parte habían dejado a un segundo o tercer lugar el tema del templo. (1.2 – 11)
El pueblo escuchó a Hageo, y el Señor envió un mensaje. “Entonces Hageo su mensajero comunicó al pueblo el mensaje del Señor: «Yo estoy con ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo».” (1.13).
En el capítulo 2 el Señor envía palabras de ánimo a Zorobabel y a Josué: “Pues ahora, ¡ánimo, Zorobabel! —afirma el Señor—. ¡Ánimo, Josué hijo de Josadac! ¡Tú eres el sumo sacerdote! ¡Ánimo, pueblo de esta tierra! —afirma el Señor—. ¡Manos a la obra, que yo estoy con ustedes! —afirma el Señor Todopoderoso—”. (2. 4)
En el versículo 8 vemos esta impresionante afirmación: “Mía es la plata, y mío es el oro —afirma el Señor Todopoderoso—”.
Tal vez muchos utilizan el libro de Hageo, y también el de Malaquías, enfocados en el tema del cumplimiento de los deberes económicos del creyente para con Dios y la mayordomía en el sostenimiento de la organización de la iglesia.
Claro que se encuentran importantes principios sobre el manejo del dinero. En mi postura personal creo que esto abarca mucho más que la economía. Creería que el tema aquí tratado tiene que ver con nuestras prioridades. ¿Qué es lo más importante para cada uno de nosotros?
En este tema de las prioridades me parece importante recordar que nuestra comunicación refleja en gran medida las prioridades que tenemos en nuestro corazón. Es así que dar x cantidad de dinero para la obra de Dios, simplemente refleja las prioridades de nuestro corazón.
Ya lo había dicho Pablo: “Entonces estará lista como una ofrenda generosa, y no como una tacañería. Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría”. (2 Corintios 9. 5-7).
Evidentemente tanto Hageo como también Pablo presentan una especie de recompensa cuando damos algo para el Señor; pero es importante recalcar que esto no se trata de especular o chantajear a Dios (te doy esto y tu me das tanto) … También debemos recordar que hay personas muy fieles que también pasan por malos momentos económicos o de otro tipo como por ejemplo Job.
Y usted ¿Qué prioridades tiene en su corazón? ¿Habla todo el tiempo sobre el dinero? ¿Qué refleja su comunicación?
Bendiciones, y hasta la semana que viene.
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