El desafío para la diplomacia boliviana es doble. Tendrá que honrar los compromisos adquiridos y bajar el tono antimperialista de su retórica.
Fuente: Los Tiempos.
La 47a Cumbre del Mercosur, que tuvo lugar en la ciudad argentina de Paraná la semana pasada, ha concluido con una buena noticia para Bolivia pero en medio de una serie de divergencias que han dejado muchas dudas sobre el futuro de ese bloque de integración regional.
En lo que a Bolivia se refiere, se ha dado un paso muy importante hacia su integración como miembro pleno del bloque. Han quedado pendientes algunos trámites burocráticos, como la redacción de un nuevo protocolo que contemple la aceptación de Paraguay, formalidad que según los acuerdos alcanzados no tendría que demorar más de unas cuantas semanas, pero los principales escollos han sido despejados.
Paradójicamente, la incorporación de Bolivia ha sido recibida con cierto temor por quienes ven con preocupación la falta de unidad de criterios básicos cuando de elegir el rumbo a seguir se trata. Eso debido a que nuestro país es percibido como una potencial fuente de mayores discordias que las ya existentes, a causa del tono beligerante del discurso pronunciado por el presidente Evo Morales en Paraná y otras ocasiones recientes,.
Se teme, por ejemplo, que Bolivia tenga una actitud similar a la de Venezuela que durante los dos últimos años, desde su incorporación en 2012, se ha mostrado muy reacia a adaptarse a las normativas acordadas por los demás miembros del Mercosur en materia arancelaria. Se recuerda, por ejemplo, que pese al tiempo transcurrido el Gobierno de Nicolás Maduro no ha modificado las leyes arancelarias de su país, como se había comprometido, para compatibilizarlas con los parámetros ya acordados.
A esos temores contribuye, y mucho, la agresividad con que el Gobierno boliviano se ha referido, a través del Presidente del Estado y otros de sus miembros jerárquicos a la aproximación hacia la Alianza del Pacífico y a la aceleración de las negociaciones para la suscripción de tratados de libre comercio con la Unión Europea. La calificación como “lacayos del imperialismo” con que recientemente se refirió a los mandatarios de Chile, Perú y Colombia es un ejemplo del malestar generado por la posición boliviana.
La agresividad verbal del Gobierno boliviano resulta especialmente incómoda ahora que Brasil, Uruguay y Paraguay han incorporado entre sus prioridades el acercamiento hacia la Alianza del Pacífico y para ello se han propuesto agilizar todos los proyectos tendientes a hacer del Mercosur el instrumento principal de una América del Sur bioceánica, plenamente integrada del este al oeste.
En ese contexto, es doble el desafío que espera a la diplomacia boliviana. Tendrá, por una parte, que honrar prontamente los compromisos adquiridos para hacer efectiva su integración plena, y bajar sustancialmente el tono antimperialista y anticapitalista de su retórica, por otra. De otro modo, será muy grande el riesgo de agravar el aislamiento geográfico de nuestro país y la inoperancia del Mercosur cuando de llevar las buenas intenciones a la práctica se trata.
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