“Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”
Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos.
Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”.
Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más”.
Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Mi reflexión de hoy:
En Lucas 19:1-10 vemos a Zaqueo el “adulto niño” jugando descubre el reino de Dios.
Cuando yo era niño vivíamos en una zona con grandes plazas, y enormes árboles. Nuestro deleite como niños era subir a los árboles. Cualquier altura era un desafío para ver cuál de todos los amigos llegaba más alto.
No siempre era bien visto por la gente del barrio ya que mis padres eran “evangélicos”. Éramos los únicos muy practicantes del barrio.
De todas formas, los niños no me discriminaban por esto. Lo importante era lograr algún desafío interesante como para que todos pongan por lo menos una cara de admiración.
No olvidaré nunca aquel día en que todos estábamos jugando subidos arriba del portón del comisario. De repente el portón se vino abajo, y todos los niños (incluso los hijos del comisario) salieron corriendo quien sabe a dónde. Yo fui el único que quedé tumbado arriba del portón. Apareció la esposa del comisario, que llamó rápidamente a dos uniformados que me llevaron detenido a la comisaría.
Allí mis padres tuvieron que ir a firmar un acta de conciliación donde mi padre se comprometía arreglar el portón del comisario.
No perdí el miedo a las alturas con esto, ya que años después corriendo por lugares muy peligrosos caí de una altura de unos 9 metros. Milagrosamente sobreviví.
Cosa de niños. Pero me sorprende ver al recaudador de impuestos al que nadie quería, al ricachón de la ciudad, el antipático y corrupto Zaqueo, corriendo a subir a un árbol.
Se cree que el recaudador era de baja estatura, pero aún esto no explica muy bien del porqué subir a un árbol. Pero él quiere ver a Jesús, un hombre diferente, con un mensaje singular.
Pero la suya es más que una curiosidad, su búsqueda se vuelve ansiosa, hasta el punto de no importarle lo que la gente diga. Recuerdo hace unos días descubrí que para podar la Santa Rita de casa, era más cómodo subir sobre un pilar de cemento de la cerca del frente de casa. La gente pasaba y me miraba como si estuviera loco.
Zaqueo está dispuesto a todo con tal de ver a Jesús.
Zaqueo nos enseña la importancia de buscar a Jesús de manera decidida, de quererle ver, la importancia de manifestar y vivir un interés profundo por él. En la fe, hay un movimiento humano necesario: la curiosidad, el deseo, el interés por Jesús, por su palabra, por su persona, por su reino.
Le recomiendo leer el libro, “Seamos como niños” de editorial Kairós, donde Edesio Sánchez Cetina, de una manera como sólo él sabe hacerlo, nos describe la historia de Zaqueo llegando a la conclusión que únicamente los adultos que se vuelven como niños, podrán entrar al Reino de los Cielos. “Esta acción absurda atrajo la atención de Jesús. Porque todo aquel que se atreve a hacerse como un niño tiene abiertas las puertas del Reino, pues se atreve a aceptar los “absurdos” del Reino de Dios”. (pág., 68).
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