Vivo lejos de tres de mis amigas más importantes, las del colegio. Cada una en ciudades diferentes. En nuestro grupo de WhatsApp recibí bellas fotos de sus hijos en su primer día de clases. Y me puse a llorar. Había regresado a Barcelona después de estar un mes y medio fuera, sin rutinas, horarios, emails de profesores o tareas, trabajando cuando podía, cuando las niñas jugaban o se iban a dormir. Mis hijas iniciaron clases a los cuatro días de nuestra llegada, y yo me olvidé de tomarles una foto en su primer día de primer y cuarto grado.
Admiro a la gente organizada, sobre todo, a la gente que puede volver fácilmente del ‘desorden’ al orden. Pasamos la vida ‘volviendo’. Volvemos al colegio,al trabajo, a la casa. Todo es un ciclo, y a todo se vuelve, pero en ese proceso de cambio yo estoy perdida. Mi casa fue un caos al inicio de clases, no solo por el jet-lag, sino porque no sé cómo volver organizadamente. Los cambios me descolocan y yo necesito tiempo para acomodarme, un tiempo que, obviamente, no va acorde a la velocidad del mundo en el que vivo.
Me puse a pensar por qué me cuesta tanto. Por qué soy esta tortuga de madre. No tengo una respuesta, y no quiero compararme con otras mamás, bastante que lo he hecho, que nos han enseñado a hacerlo a las mujeres durante toda nuestra vida.
Creo que tiene que ver con mi nivel de autoexigencia, y también con la sensibilidad. Cambiar de paisajes no me resulta fácil porque me absorben. Salí de una Barcelona con sequía hacia una ciudad con palmeras verdes, edificios altos, y agua a brotes.
También con gente que desperdicia comida (y todo) sin medida. Y en este tiempo, los índices de homicidios de mi ciudad natal subieron al cielo. Recibí noticias aterradoras de allá.
Creo que la verdadera pregunta que me estoy haciendo es cómo hacen otras madres para estar tranquilas en un mundo con crisis climática, inseguridad, política divisiva, bombardeo de información, incendios, inundaciones, sequías. Una sociedad conectada solo digitalmente. Cómo hacen para organizar la vida rápidamente y sin miedo.
Hoy, mientras acompañaba a mis niñas a la parada de bus del colegio, las miré caminando solas delante mío. Las vi tomadas de las manos, cargando sus mochilas. Miré sus trenzas, las vi saludar a los vecinos. Se fijaron en el semáforo para cruzar la calle, acariciaron a un perro salchicha, se rieron y saltaron.
Están de vuelta en su casa. Y mientras caminaba detrás, recordé que el primer día de clases decidí llevarlas en el auto, y cuando pusimos Sonoro Cuentos Increíbles, lo primero que escuchamos fue la fábula ‘La liebre y la tortuga’. Poco a poco me voy tranquilizando, las cosas se van poniendo en orden. Aunque vivo en un mundo caótico que duele, mi estilo es dar pasos de tortuga, reemplazar imágenes de sequías con caras brillantes de mis niñas o conversaciones con amigas que se han vuelto igual de importantes que las del colegio. Vivir a mi ritmo. Hoy acepté que no soy liebre, y tomé una foto de mis hijas en su sexto día de colegio.
Julia Rendón Abrahamson
tomado de: https://www.lahora.com.ec/editorial/columnistas-nacionales/julia-rendon-ser-tortuga/
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