
EL DESEO DE LO QUE NO SE TIENE.
Existe una paradoja silenciosa que atraviesa la experiencia humana: raramente estamos plenamente conformes con el estado vital en el que nos encontramos. Quien está soltero anhela una pareja; quien está en pareja fantasea con la libertad de la soltería. Quien trabaja desea descanso; quien descansa teme sentirse inútil. Parece que el ser humano vive en una constante tensión entre el aquí y el allá, entre lo que es y lo que cree que debería ser.
Esta inconformidad no siempre nace de la ingratitud, sino de una mente que proyecta bienestar hacia un escenario distinto al presente, convencida de que la plenitud siempre está un paso más adelante.
La pregunta de fondo no es si esta inconformidad existe (porque es casi universal), sino qué la causa, cómo nos afecta y qué podemos hacer para vivir con mayor equilibrio y conciencia.
¿Qué es la inconformidad existencial?
La inconformidad existencial es un estado psicológico en el que la persona percibe su situación actual como insuficiente o incompleta, idealizando una condición opuesta o futura. No se trata de aspiraciones sanas o deseos de crecimiento, sino de una insatisfacción persistente que invalida el presente.
En el plano relacional, esta inconformidad se expresa con claridad:
- El soltero piensa: “Si tuviera pareja, sería más feliz”.
- El casado o comprometido piensa: “Si estuviera solo, tendría paz”.
Ambos miran al otro lado de la cerca convencidos de que allí está lo que les falta.
Causas de la inconformidad humana.
- Idealización de lo no vivido: El ser humano tiende a romantizar lo que no experimenta y a subestimar las dificultades reales de ese estado. La soltería se idealiza como libertad absoluta; la pareja, como compañía perfecta. La realidad siempre es más compleja.
- Comparación social constante: Las redes sociales han amplificado la comparación:
Parejas felices en fotos editadas. Solteros viajando, “libres”, sin responsabilidades visibles.
Esta comparación genera la sensación de “yo debería estar viviendo otra vida”.
- Miedo al vacío interior: Muchas veces no es la soltería o la pareja lo que incomoda, sino el encuentro con uno mismo.
El soltero puede buscar pareja para no enfrentarse a su soledad emocional.
El casado puede anhelar estar solo para escapar de conflictos no resueltos.
- Expectativas irreales: Culturalmente se nos vende la idea de que:
- La pareja da felicidad.
- La libertad da paz.
Cuando ninguna de las dos cumple la promesa absoluta, aparece la frustración.
- Falta de presencia: Una mente anclada en el “cuando tenga” o “cuando no tenga” no habita el ahora, y lo que no se habita, no se disfruta.
Ejemplos cotidianos de esta inconformidad.
- El soltero que se siente incompleto sin pareja, pero entra en relaciones por miedo y no por amor.
- La persona casada que ama a su familia, pero se siente asfixiada porque nunca aprendió a poner límites ni a conservar espacios propios.
- Quien desea intensamente cambiar de estado vital, sin revisar los conflictos internos que seguirían presentes en cualquier escenario
- Cambian las circunstancias, pero la insatisfacción permanece, porque la raíz no está afuera.
Consecuencias de vivir en inconformidad constante.
Consecuencias emocionales:
- Frustración crónica
- Ansiedad
- Sensación de vacío
- Culpa por “no sentirse feliz”
Consecuencias psicológicas:
- Dificultad para comprometerse (con personas o procesos)
- Idealización constante del futuro
- Desvalorización del presente
Consecuencias relacionales:
- Relaciones construidas desde la carencia
- Conflictos de pareja por expectativas no realistas
- Rupturas impulsivas creyendo que “el problema es la relación”
Consecuencia profunda:
- La más delicada: una vida vivida a medias, siempre esperando que algo externo venga a completarla.
Medidas de afrontamiento y reconciliación interna.
- Diferenciar deseo de evasión: Preguntarse con honestidad:
¿Quiero pareja por amor o para no sentir soledad?
¿Quiero estar solo por crecimiento o para huir del conflicto?
La respuesta cambia el rumbo.
- Des idealizar ambos estados: Ni la soltería es libertad absoluta, ni la pareja es plenitud constante.
Ambas son escenarios de aprendizaje, con luces y sombras.
- Trabajar la relación con uno mismo: Una persona que no sabe estar consigo misma: Se pierde en la pareja. O se siente vacía en la soltería.
La plenitud no depende del estado civil, sino del vínculo interno.
- Practicar presencia y gratitud consciente:
No como discurso positivo vacío, sino como ejercicio real:
¿Qué sí hay en mi vida hoy?
¿Qué estoy aprendiendo en este momento vital?
- Reformular la pregunta
En lugar de:
“¿Por qué no tengo lo que quiero?”
Preguntar:
“¿Qué me está enseñando el estado en el que estoy?”
La paz no está al otro lado.
El ser humano suele creer que la felicidad está en la condición opuesta a la actual. Pero la experiencia demuestra que, cuando llegamos a ese lugar idealizado, la inconformidad suele viajar con nosotros.
La paz no está en estar acompañado o solo, sino en habitar plenamente el lugar donde la vida nos encuentra hoy, sin convertirlo en una sala de espera eterna.
La soltería puede ser un espacio de autoconocimiento profundo.
La pareja puede ser una escuela de amor consciente.
Ambas pierden sentido cuando se viven desde la carencia.
Tal vez la verdadera madurez emocional consista en dejar de huir de lo que somos ahora y comenzar a preguntarnos:
¿Y si este momento no es un error, sino un maestro?
Porque cuando dejamos de pelear con el presente, la inconformidad se transforma en comprensión… y la comprensión, en paz.
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores.” Salmos 34:4
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