
El acto médico no es solamente una práctica técnica orientada a curar o aliviar una dolencia. Es, ante todo, un acto ético que se sostiene sobre un pilar ineludible: la transparencia. Allí donde un profesional de la salud toma decisiones que afectan la vida, la integridad y la dignidad de una persona, la opacidad no tiene lugar. Sin transparencia, el acto médico pierde legitimidad social y se debilita el vínculo esencial entre médico y paciente.
La transparencia implica decir la verdad, incluso cuando resulta incómoda. Supone informar con claridad sobre diagnósticos, riesgos, alternativas terapéuticas y pronósticos, respetando el derecho del paciente a comprender y decidir sobre su propio cuerpo. El consentimiento informado no debe ser un mero trámite administrativo ni una firma apresurada en un formulario estandarizado: es una conversación honesta, comprensible y respetuosa, en la que se reconoce al paciente como sujeto de derechos y no como un objeto de intervención.
En tiempos de alta tecnificación, protocolos rígidos y presiones económicas crecientes, la ética médica enfrenta desafíos complejos. La transparencia también exige declarar conflictos de interés, evitar prácticas innecesarias motivadas por incentivos financieros y resistir la tentación de reducir la medicina a una lógica de mercado. Cuando las decisiones clínicas se contaminan por intereses ajenos al bienestar del paciente, la confianza social en el sistema de salud se erosiona de manera profunda y duradera.
Asimismo, la transparencia es fundamental en la gestión de errores. Errar es parte de la condición humana, también en la medicina. Lo ético no es la negación ni el encubrimiento del error, sino su reconocimiento, la explicación clara de lo ocurrido y la adopción de medidas para reparar el daño y evitar su repetición. La cultura del silencio y el miedo solo agrava las consecuencias y multiplica la desconfianza.
El acto médico transparente es también un acto de justicia. Permite reducir asimetrías de información, proteger a los más vulnerables y garantizar que las decisiones se tomen con criterios científicos y humanos, no arbitrarios. En sociedades democráticas, la medicina no puede situarse por encima del escrutinio ético y social: debe rendir cuentas, explicar sus prácticas y abrirse al diálogo con la comunidad.
Defender la transparencia en el acto médico no es atacar a los profesionales de la salud, sino todo lo contrario: es dignificar su tarea, fortalecer su credibilidad y reafirmar el sentido profundo de su vocación. En un mundo atravesado por la desinformación y la desconfianza, la ética médica sólo puede sostenerse a la luz del día. Porque curar, cuidar y acompañar exige, siempre, decir la verdad.
Camila Jimenez
Fuente de esta noticia: https://grupormultimedio.com/la-etica-medica-como-acto-de-transparencia-id179484/
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