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En un mensaje de largo aliento, con tono reflexivo y vocación internacional, el presidente colombiano Gustavo Petro volvió a colocarse en el centro del debate político e intelectual al confirmar que fue nominado y que aceptó la postulación al denominado “Nobel alternativo de Economía”. Sin embargo, lejos de celebrar el reconocimiento como un logro personal, el mandatario utilizó el anuncio como punto de partida para una crítica profunda al sistema de premios internacionales, a la crisis civilizatoria marcada por el cambio climático y al papel que, a su juicio, han jugado figuras históricas como José “Pepe” Mujica y Fidel Castro en la construcción ética y política de América Latina.
Petro planteó que los grandes reconocimientos globales han perdido, en muchos casos, su sentido original y que el verdadero mérito no se mide por galardones concedidos desde centros de poder, sino por trayectorias de vida dedicadas a la paz, al bienestar colectivo y a la dignidad de los pueblos. Desde esa perspectiva, afirmó que su “Nobel de Paz” no proviene de ninguna academia ni comité internacional, sino de la historia misma, encarnada en la figura del expresidente uruguayo Pepe Mujica, a quien definió como un referente moral y político de alcance universal.
El jefe de Estado colombiano explicó que aceptó la nominación al premio alternativo de economía, pero dejó claro que su principal aspiración no está ligada a acumular distinciones, sino a aportar una reflexión intelectual de largo plazo sobre los desafíos estructurales del mundo contemporáneo. En particular, señaló su interés en dejar como legado un libro de teoría económica que aborde, desde la economía política, la crisis climática, la lógica del capital y las posibilidades de una nueva economía descarbonizada orientada a la producción y reproducción de la vida. En ese camino, subrayó que su experiencia como gobernante ha nutrido su mirada crítica y su comprensión de las tensiones entre economía, poder y sostenibilidad.
En su mensaje, Petro también cuestionó con dureza la legitimidad histórica de algunos premios Nobel, especialmente cuando -según afirmó- han sido otorgados a actores responsables de la violencia o de políticas que han causado sufrimiento a los pueblos. Para el presidente, los premios no deberían sustituir el juicio de la humanidad ni arrogarse una autoridad moral que, en realidad, pertenece a la memoria colectiva y a los procesos históricos. “Es la humanidad la que premia”, sostuvo, al insistir en que el verdadero reconocimiento surge del impacto real de las acciones sobre la vida de las personas y las sociedades.
En uno de los pasajes más emotivos de su reflexión, Petro evocó la figura de Pepe Mujica como alguien que ya ha sido “premiado” por la historia. Describió sentir el abrazo simbólico de ese viejo guerrillero de ideas, un abrazo que -según escribió- le da calor, seguridad y compañía en medio del frío y la soledad del ejercicio del poder. Para el mandatario colombiano, Mujica representa una ética política basada en la coherencia entre discurso y vida, una rareza en tiempos de pragmatismo extremo y desafección ciudadana.
Petro vinculó esa trayectoria con la de Fidel Castro, al señalar que ambos marcaron de manera decisiva el último medio siglo de América Latina. Los describió como herederos de tradiciones republicanas y anarquistas del Mediterráneo que encontraron en el continente americano un terreno fértil para la rebeldía, la organización popular y la búsqueda de justicia social. En su visión, estas figuras encarnan una historia de luchas que, aunque no siempre alcanzaron el socialismo prometido, mantuvieron viva la resistencia y la esperanza de los pueblos.
Finalmente, el presidente colombiano resaltó que Pepe Mujica supo alzarse joven y rebelde con la intención de cambiar el mundo y que, aun cuando el curso de la historia no siguió los caminos soñados, nunca claudicó. Mujica -afirmó- siguió buscando nuevas rutas, nuevas formas de lucha y de transformación, fiel a su espíritu revolucionario. En ese reconocimiento, Petro no solo rindió homenaje a una figura emblemática de la izquierda latinoamericana, sino que reafirmó su propia convicción de que el verdadero prestigio político no se mide en premios, sino en la huella ética que se deja en la historia.
carloscastaneda@prensamercosur.org
