
Si quisiera resumir en una palabra la vida y el gobierno de Gustavo Petro Urrego, esa palabra, sin la menor duda, sería DIGNIDAD.
La tensión parece ser hoy la nota predominante en las relaciones del gobierno Petro con el gobierno de Trump, tensión que se refuerza con la retórica incendiaria que ha prevalecido en los últimos tiempos entre representantes de estas dos naciones.
Sin ir más lejos, personajes como Marco Rubio, de quien se esperaría, toda vez que lidera el departamento de Estado, o sea la diplomacia de los EEUU, que utilizara expresiones más cuidadosas y respetuosas para referirse al líder de una nación “amiga”, ha llamado «lunático» a Gustavo Petro, amén de que se ha permitido declarar que «el único problema de Colombia es su presidente” y ha criticado abiertamente y en clara intromisión en los asuntos internos de Colombia, las políticas de Petro en cuanto a la lucha contra el narcotráfico y las negociaciones de paz con los diversos grupos que han hecho de la confrontación su forma de existencia, su razón de ser, afectando de notables maneras la tranquilidad de la ciudadanía y la seguridad del país.
En sus declaraciones muy públicas, por cierto, el señor Rubio, pretendiendo subvalorar al gobernante colombiano, ha desconocido los esfuerzos que día a día el gobierno de Colombia y sus fuerzas de seguridad realizan para combatir ese flagelo, al costo de muchas vidas valiosas. Pero, lamentablemente las cosas no se han quedado sólo en dichos. El gobierno del imperio en franca decadencia ha utilizado las herramientas de chantaje de las que dispone y que desarrolló a lo largo de los años, para golpear a Petro, a su familia y a sus alfiles.
Las decisiones que el gobierno Trump ha tomado son una clara muestra de la poca importancia que para ese gobierno tienen las relaciones con Colombia, su pretendido mejor socio estratégico en Suramérica.
La facilidad con la que se pasó de la amistad a la confrontación, la profundidad y trascendencia de las decisiones que se han tomado en contra del país y de su gobierno, soporta la certidumbre de que la tal sociedad no era sino una figura retórica que escondía detrás de expresiones grandilocuentes la real fragilidad de la relación entre las dos naciones.
En efecto, pese a los resultados inequívocos mostrados a lo largo del gobierno Petro con el decomiso de más de dos mil toneladas de alcaloides que se encontraban listos para ser enviados a la Babilonia, a la evidente reducción de las áreas cultivadas, evidencia esta última que los EEUU desconoció validando una inadecuada interpretación del mapa de las mencionadas áreas, nuestro país fue descertificado y, pocos días después, atendiendo el cabildeo de figuras republicanas como María Elvira Salazar, Mario Díaz Balart, Bernie Moreno y Carlos Giménez, pese a sus evidentes contradicciones y su discurso agresivo en contra de la administración Petro, consiguieron no sólo la arriba mencionada descertificación del país en la lucha contra el narcotráfico, sino la inclusión abusiva e injusta de Petro, su esposa, sus hijos y algunos altos dignatarios de su gobierno en la lista Clinton.
Claro, el mérito de esta infamia no es tan solo de las mencionadas figuras de la caverna más tenebrosa del país norteamericano, para llegar a ese punto fueron aupados por la narrativa de figuras execrables de la oposición colombiana como María Fernanda Cabal, Vicky Dávila, Efraín Cepeda, entre otros, quienes viajaron en varias ocasiones a los EEUU a despotricar, satanizar y minimizar los logros del gobierno de Gustavo Petro, a quien no bajaban de exguerrillero, favorecedor de los narcotraficantes, corrupto, tirano, en fin, el discurso de siempre de la ultraderecha en contra de figuras que antagonizan y quieren devaluar, pretendiendo con ello ganar puntos ante la ciudadanía para propinarles una derrota en las urnas y obtener para sí el favor de la ya mencionada caverna estadounidense.
Pero es más, se hizo evidente que no contentos con ello, con el daño causado a Colombia, al propio Petro, familia y dignatarios, a las relaciones entre los dos países, lograron la suspensión unilateral por parte del gobierno Trump de la ayuda financiera para sostener las acciones que se venían realizando en contra del cultivo y comercialización de las drogas, para gran alegría de los narcotraficantes y su brazo político cabildante (Del cual sin duda hacen parte), pero la intención iba mucho más allá: Se pretendía crear las condiciones para que se produjera una investigación y una imputación por narcotráfico en contra del propio Petro, seguida de su defenestración y su extradición para ser juzgado en los EEUU. De ese tenor era la infamia de los canallas conspiradores y sus socios congresistas gringos.
Por varios meses, la oposición conspicua y falsaria, había, de consuno con la prensa hegemónica, generado y difundido un discurso en el que se ponía en duda la capacidad mental de Gustavo Petro, se le llamó muchas veces adicto, depravado, alcohólico. Ese discurso lo adoptaron esas figuras del gobierno y el Congreso norteamericano. Así que para nada sorprende que el señor Marco Rubio se haya referido a Petro como” Lunático”.
Pero, como dice el dicho “Cuando el río suena, piedras lleva” y con el riesgo de parecer afectado por el principio goebbelsiano y laureanista de “Calumniad, calumniad que de la calumnia algo queda”, yo si que estoy por creer y creo poder demostrar que Gustavo Petro está definitiva e irremediablemente loco.
Y aquí voy, con el mayor respeto y con la debida referenciación, a parafrasear y reproducir los aportes de figuras que sigo y respeto como Celso Tete Crespo, William Vianney Solano y otros reconocidos petristas, para demostrar, más allá de cualquier duda, que, en efecto, Gustavo Petro Urrego, presidente de Colombia está loco- reloco, lunático, chiflado, enajenado, demente y no tiene, gracias a dios, remedio para su enajenación.
¿A quién, si no a un loco, se le ocurre denunciar a los parapolíticos, los corruptos, los criminales de cuello blanco asociados a la ultraderecha más acérrima, asesina y peligrosa, como todos sabemos que lo hizo mientras, para fortuna de este país, ejerció como senador en ese antro infecto y corrupto que es el congreso de la república?
Cabe recordar que, como bien lo consigna Celso Tete Crespo, las denuncias de Petro llevaron a la cárcel a 51 congresistas, casi nada, una sexta parte del total de 296 que conforman actualmente ese órgano legislativo.
Las denuncias de Petro permitieron descubrir y desmontar el tristemente célebre carrusel de la contratación en Bogotá, llevando a la cárcel a un alcalde y algunos de sus dignatarios, concejales y contratistas que habían convertido el presupuesto de la ciudad en su coto de caza. Esas denuncias pusieron en evidencia la terrible corrupción y las cuantiosas coimas que Odebrecht pagó a políticos en Colombia.
¿Qué tan deschavetada debe estar una persona para enfrentarse a los oscuros poderes que permitieron y trataron de ocultar la infame masacre de los mal llamados falsos positivos durante los gobiernos de Uribe y Santos?
¿Cuántos niveles de enajenación se deben tener para denunciar la presencia de los carteles mejicanos en nuestro país, a sabiendas del instinto asesino de estos canallas?
¿A quién, si no a un demente, se le viene la idea y saca de su integridad y de su valentía, de su amor por esta patria y su afecto por este pueblo, que era posible, como intentó hacerlo cuando fue alcalde de Bogotá, arrancar de las manos de protervos contratistas los servicios que se prestaban a la ciudadanía de manera deficiente y a precios exorbitantes, como la recolección de basuras, el transporte público y tantas otras cosas cuyo acceso democratizó y abarató a costa de su tranquilidad y estabilidad financiera y familiar?
¿De qué otra manera se le puede llamar a un tipo que no se escondió para denunciar la compra ilegal del software de espionaje Pegasus, del cual el mismo era una víctima y todas las maniobras torticeras del gobierno Duque para evitar que se supiera cómo había sido el operativo para pagarlo?
No hay forma de negar y refutar al señor Narco Rubio cuando afirma que Petro es un lunático, porque sólo a un lunático se le ocurre decomisar más de dos mil toneladas de droga a las poderosas mafias cuyos jefes, como bien lo ha dicho Petro en innumerables ocasiones, NO SE ENCUENTRAN EN COLOMBIA, NI EN VENEZUELA, sino en las grandes ciudades del mundo navegando entre lujos y boato, jugando golf con importantes figuras de la política, empresarios, artistas.
Y aquí en Colombia a sólo un desquiciado se le habría podido ocurrir entregarle más de 800000 hectáreas de tierra a campesinos pobres, muchos de ellos despojados y desplazados por la codicia infinita de los representantes de las quince familias que poseen el 90% de las tierras del país. Sólo un depravado como Petro podría haber pensado en mejorar las condiciones laborales de todos los colombianos, en especial las del campesino y trabajador rural, estimular la agricultura y fomentar las exportaciones a países de lejano oriente como la China.
Y en relación con derechos fundamentales como el acceso a la educación y la salud, a sólo un adicto, alcohólico, infiel y pervertido se le hubiera podido ocurrir fortalecer la infraestructura educativa pública, abogar por la matrícula cero para jóvenes de escasos recursos, destapar la cloaca pestilente de la salud, el robo continuado de los recursos para la atención de los colombianos perpetrado por los políticos y empresarios dueños de las EPS, llevar la salud a las regiones más aisladas y lejanas de esta dilatada patria, reducir la mortalidad infantil y materna.
Y como si fuera poco a quién si no a un irracional se le ocurriría subirle el salario a los chicos que prestan el servicio militar, a nuestros policías y soldados, permitir que un simple soldado pudiera acceder a ser oficial de cualquiera de las armas que defienden la república o, como bien lo dice William Vianney Solano, dignificar la fuerza pública.
Definitivamente sólo un loco podría haber mejorado el ingreso básico que se le reconoce a nuestros viejos, o subir el salario mínimo a niveles que le permiten a quienes lo devengan mejorar su poder adquisitivo y, a través de ello, su calidad de vida. De pura chiripa la economía no naufragó y, por pura suerte, la inflación se redujo a un dígito y llegó al 5% y el desempleo llegó a bordear el 8%.
Eso sin nombrar el atrevimiento de reconocer a las madres comunitarias como empleadas del ICBF o la terrible locura de haber devuelto los recargos nocturnos a partir de las siete de la noche, propender por la formalización del trabajo y el respeto a los derechos de los trabajadores.
Pero definitivamente sólo a un adicto irresponsable se le hubiera podido ocurrir cantarle la verdad en su cara al gobierno abusivo y asesino de Donald Trump y, en lugar de arrastrarse a sus pies, poner por delante como su escudo y su bandera la dignidad del pueblo que leal y honorablemente representa.
Yo no sé Uds., pero yo si estoy convencido de que Petro está loco y , como dice la canción, sólo le pido a Dios que nos lleguen otros locos de remate como él a gobernar este país, como, en efecto, lo ha hecho Gustavo Petro Urrego.
POR CARLOS FAJARDO
PARA PRENSA MERCOSUR
