

Dormir con la luz prendida es un hábito frecuente que durante años se consideró inofensivo o, en el mejor de los casos, una simple preferencia personal. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que la exposición a la luz artificial durante la noche puede tener consecuencias relevantes para la salud, en particular para el sistema cardiovascular. Estudios publicados en 2025 han identificado una asociación clara entre la luz nocturna y un mayor riesgo de infartos, arritmias y accidentes cerebrovasculares, incluso en personas sin antecedentes clínicos aparentes. La explicación se encuentra en la forma en que la luz interfiere con los ritmos biológicos que regulan el funcionamiento del cuerpo humano.
Dormir con la luz prendida y el ritmo circadiano
El organismo humano está regulado por un ritmo circadiano, un sistema interno que sincroniza procesos fisiológicos como el sueño, la temperatura corporal, la presión arterial y la secreción hormonal. Este sistema depende principalmente de la alternancia natural entre luz y oscuridad.
Cuando una persona duerme con la luz prendida, la retina detecta esa iluminación y envía señales al cerebro que interfieren con la producción de melatonina, la hormona encargada de inducir y mantener el sueño. La reducción de melatonina no solo afecta la calidad del descanso, sino que altera múltiples procesos de reparación celular y regulación metabólica que ocurren durante la noche.
Evidencia científica sobre luz nocturna y enfermedades cardíacas
En octubre de 2025 se publicó un estudio basado en datos del Biobanco del Reino Unido, que analizó a casi 90 mil personas a lo largo de varios años. Los participantes utilizaron dispositivos que registraban de forma continua su exposición a la luz durante el sueño. Los resultados mostraron que quienes dormían en ambientes más iluminados presentaban un riesgo significativamente mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

El aumento del riesgo incluyó infartos, fibrilación auricular y accidentes cerebrovasculares, con incrementos que oscilaron entre el 30% y el 60%, dependiendo de la patología. Lo relevante es que esta asociación se mantuvo incluso después de ajustar variables como índice de masa corporal, prediabetes, duración del sueño y otros factores de riesgo conocidos. La luz nocturna actuó como un factor independiente.
Respuesta fisiológica del cuerpo a la luz durante el sueño
Experimentos controlados en laboratorio han permitido observar qué ocurre cuando una persona duerme con luz ambiental. Investigaciones dirigidas por la neuróloga Phyllis Zee, de la Universidad Northwestern, demostraron que una iluminación moderada (alrededor de 100 lux) es suficiente para mantener elevada la frecuencia cardíaca durante la noche.

Además, se observó una alteración en la regulación de la glucosa, obligando al páncreas a trabajar más para mantener niveles estables de azúcar en sangre. Este fenómeno ayuda a explicar por qué la exposición nocturna a la luz también se ha asociado con mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 e hipertensión, condiciones estrechamente ligadas a la salud cardiovascular.
La iluminación artificial como desafío biológico
Desde una perspectiva evolutiva, la exposición a luz intensa durante la noche es un fenómeno reciente. Durante miles de años, el cuerpo humano solo estuvo expuesto a fuentes de luz nocturna muy débiles, como la luna o el fuego. En contraste, la iluminación eléctrica moderna puede ser varias órdenes de magnitud más intensa.

Los investigadores señalan que este desajuste entre el entorno luminoso actual y la biología humana genera una señal confusa para el organismo. Durante la noche, el cuerpo debería entrar en un estado de reposo profundo; sin embargo, la luz lo mantiene en una condición de activación parcial, lo que impide una recuperación completa del sistema cardiovascular y metabólico.
Reducción de la exposición nocturna a la luz
Especialistas en epidemiología y medicina del sueño coinciden en que reducir la exposición a la luz durante la noche es una medida preventiva sencilla. El uso de cortinas opacas, persianas, antifaces para dormir y la eliminación de fuentes de luz innecesarias puede contribuir a restablecer el equilibrio circadiano. Incluso pequeñas fuentes luminosas pueden ser detectadas por la retina a través de los párpados. Por ello, se recomienda buscar oscuridad lo más completa posible durante el descanso nocturno, especialmente en personas con factores de riesgo cardiovascular o metabólico.

Dormir con la luz prendida no es un hábito neutro desde el punto de vista biológico. La evidencia científica indica que la exposición nocturna a la luz altera el ritmo circadiano, reduce la producción de melatonina y mantiene al sistema cardiovascular en un estado de activación innecesaria. A largo plazo, estas alteraciones pueden traducirse en un mayor riesgo de enfermedades cardíacas y metabólicas. En un entorno cada vez más iluminado, la oscuridad nocturna se confirma como un elemento esencial para la salud humana. ¿Estamos permitiendo que el cuerpo descanse como realmente lo necesita?
Carolina Gutiérrez Argüelles
Fuente de esta noticia: https://ecoosfera.com/wellness/dormir-con-luz-prendida-riesgos-corazon/
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