
Aunque crecí en una familia imperfecta (como todos los seres humanos), hay algo positivo que hizo mi familia que me marcó para siempre. Todos los sábados por la noche, mis hermanos y yo, uno tras otro, nos bañábamos y luego le entregábamos nuestros zapatos a mi padre para que los lustrara, todo ello como preparación para el servicio de adoración dominical en la iglesia Gospel Tabernacle de Toledo. Nunca hubo discusión sobre si íbamos a ir o no. Nunca tuvimos que encajar la iglesia en el calendario familiar. El programa del fin de semana de la familia Tripp se planificaba en torno a lo único a lo que nunca se nos ocurriría faltar: el servicio de adoración dominical. Por eso, estaré eternamente agradecido.
Parecía que siempre éramos la primera familia en llegar. Mi padre detestaba llegar tarde a la iglesia. Como había perdido gran parte de su sentido del oído en la Segunda Guerra Mundial, siempre nos sentábamos en primera fila. Escuché más de mil sermones en esa iglesia, predicados de toda la Palabra de Dios. Aprendí todos los grandes himnos de la fe, muchos de los cuales todavía puedo cantar de memoria. Aprendí las doctrinas fundamentales de la fe mientras estaba sentado allí con mamá y papá.
Crecí pensando que «ir a la iglesia» era una parte normal de la vida. No me parecía algo religioso, ni superespiritual, ni un compromiso especial. Desde mis primeros años, me parecía algo que hacían todas las familias cristianas. Para mi familia no había excepciones a esta regla dominical. Incluso durante las vacaciones, mis padres buscaban una iglesia donde pudiéramos asistir. Estoy muy agradecido por la forma en que este importante hábito espiritual se implantó en mi forma de entender la vida.
Adorarás a tu Creador o adorarás algo en la creación
Pero, cuando miro atrás, no estoy seguro de que mi madre y mi padre hablaran alguna vez de preparar nuestros corazones para la adoración.
Todos somos adoradores
Luella y yo somos padres de cuatro hijos, todos ellos adultos ahora, y cuando crecían en casa, nos comprometimos a hablar con ellos sobre la importancia del domingo. Yo era pastor, lo que significaba que íbamos a la iglesia todas las semanas, así que queríamos asegurarnos de que la asistencia a la iglesia fuera algo más que una rutina. No implementamos ningún ritual o hábito el sábado por la noche (como hacía mi padre), sino que mantuvimos una conversación continua sobre la adoración. Concretamente, aprendimos que la adoración no es en primer lugar una actividad en la que participamos, sino nuestra identidad como seres humanos.
Pablo no divide a las personas entre las que adoran y las que no. No, Pablo divide a las personas según a quién o qué adoran
Fíjate en las palabras de Romanos 1:25: «Porque ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén». Está claro que, cuando Pablo utiliza aquí la palabra adorar, no se refiere a un concepto religioso formal. Se refiere a algo que ocurre en nuestra vida cotidiana. Debemos comprender, y ayudar a nuestros hijos a comprender, que la adoración es mucho más que una actividad religiosa. En su forma más básica, la adoración se refiere a la identidad humana fundamental.
Todo ser humano es un adorador. Dios diseñó a cada ser humano con este impulso de adoración para llevarnos hacia nuestro Creador. Por lo tanto, incluso la persona más irreverente e irreligiosa adora. Pablo no divide a las personas entre las que adoran y las que no. No, Pablo divide a las personas según a quién o qué adoran. Y solo hay dos opciones: adorarás a tu Creador o adorarás algo en la creación.
Quieres hablar con tus hijos sobre la relación más hermosa que podrían tener: su relación con Dios
Como padre, quieres utilizar las situaciones y relaciones en las vidas de tus hijos para recordarles esta realidad espiritual. Quizá lo hagas cuando tu hija esté obsesionada con caerle bien a alguien en la escuela o con ser aceptada por sus compañeros. Quizá el éxito deportivo o académico se haya convertido en una especie de ídolo para tu hijo, y puedas aprovechar esa preocupación como una oportunidad para volver a hablar con él sobre su identidad como adorador.
Mi hijo menor era jugador de baloncesto en la secundaria y un día estaba practicando en el patio trasero. Oí que la pelota dejó de rebotar, entonces él entró y me preguntó: «Papá, ¿cuándo sabes si algo bueno como el baloncesto se ha convertido en un ídolo en tu vida?». ¡Gloria a Dios, gloria a Dios, gloria a Dios! En ese momento sentí una gran emoción, porque significaba que nuestro hijo de quince años había llegado a comprender su identidad como adorador y que su corazón era propenso a correr detrás de los ídolos. Ese fue el resultado de la gracia divina a través de muchas conversaciones y comentarios.
Cada semana es un recordatorio
Si nuestros hijos comienzan a reconocer su identidad como adoradores y la tendencia de sus corazones a ir detrás de la creación en lugar del Creador, entonces la reunión dominical comienza a tener más sentido. Ya no es una extraña actividad religiosa con cantos y lecturas, de pie y sentados. Ya no es solo un deber, una molestia o incluso un evento social divertido para andar con amigos. En cambio, la adoración colectiva se vincula con la esencia de quiénes son como seres humanos y cómo funcionan. El domingo nos reunimos para ser confrontados con nuestra idolatría de modo que podamos confesarla y conocer la libertad de adorar solo a Dios.
Del mismo modo, quieres hablar con tus hijos sobre la relación más hermosa que podrían tener: su relación con Dios. Fuimos creados para vivir en una relación de adoración, obediencia y dependencia con nuestro Creador. Pero el pecado destrozó esa relación perfecta y nos separó de Dios. Las consecuencias nos han atormentado desde entonces.
La reunión de la iglesia es la congregación de los hijos necesitados de Dios. Es un recordatorio de que fuimos creados para Él
Dios no nos diseñó para vivir independientemente de Él. Una vida independiente y saludable es un delirio. Solo cuando nos sometemos, nos relacionamos y dependemos de nuestro Creador seremos quienes debemos ser y haremos lo que estamos destinados a hacer. Necesitamos ayuda, no solo porque somos pecadores o fracasados de alguna manera, sino porque somos seres diseñados por un Dios sabio, amoroso y bueno para una vida dependiente.
La reunión regular de la iglesia es la congregación de los hijos necesitados de Dios. Es un recordatorio de que fuimos creados para Él y que la vida solo se encuentra en Él. La reunión semanal de la iglesia nos recuerda que debemos dejar a un lado nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia, nuestras ilusiones de fuerza independiente, nuestro miedo a lo que pensarán los demás y nuestra arrogancia, y abrir humildemente nuestros corazones, confesando una vez más nuestra necesidad a Aquel que tiene el poder y la buena voluntad de ayudarnos.
Prepara sus corazones
La adoración dominical solo tiene sentido si comprendes que fuiste creado para tener una relación con Dios, que por instinto y diseño eres un adorador y que, debido al pecado, tu corazón irá detrás de placeres creados que prometen vida y libertad, pero que no satisfacen.
Habla con tus hijos sobre su necesidad, su debilidad y su dependencia. Contrasta esas cualidades con una sociedad que fomenta la independencia y el aislamiento. Enséñales sobre los bellos recordatorios que provee el servicio de adoración dominical. Y espera que, por gracia, ¡se emocionen por tener comunión con Dios y con los santos cada semana!
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por María del Carmen Atiaga.
Paul Tripp
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/todo-nino-adorador/
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