
La depresión no se ve igual en todas las personas. Existen quienes pueden seguir funcionando socialmente mientras se desmoronan por dentro, y quienes quedan atrapados en un agotamiento emocional que inmoviliza.
Ambas experiencias son reales, válidas y necesitan atención.
Hoy se habla cada vez más de la depresión activa y la depresión pasiva, dos manifestaciones diferentes de un mismo trastorno que afecta la manera de sentir, pensar y vivir.
¿Qué es la depresión activa?
Es una forma de depresión en la que la persona sigue en movimiento, pero desde el dolor. No hay energía para detenerse a sanar, pero sí para funcionar en automático:
- Trabaja, estudia o cumple responsabilidades
- Se esfuerza en aparentar que está bien
- Mantiene contacto social, aunque sin disfrute real
A menudo se describe como “sobrevivir, no vivir”.
¿Qué es la depresión pasiva?
Es la forma en que la depresión apaga el cuerpo y la mente. La persona queda sin impulso para actuar o levantarse:
- Dificultad para realizar actividades básicas
- Falta de interés en todo
- Permanece en cama por largos periodos
- Aislamiento social profundo
Se experimenta como estar atrapado en uno mismo.
Causas en común.
Ambas formas pueden originarse por factores similares:
- Predisposición genética
- Estrés crónico o eventos traumáticos
- Pérdida de seres queridos o rupturas afectivas
- Enfermedades físicas o neuroquímicas
- Violencia emocional, abandono o rechazo
- Agotamiento mental acumulado durante años
La diferencia no está en el origen, sino en cómo la persona responde al dolor.
¿Cómo se manifiestan?
Depresión activa:
- Irritabilidad y ansiedad constante
- Hiperfuncionamiento y exceso de actividades
- Autoexigencia extrema
- Sonrisa como máscara emocional
- Sentimientos de vacío pese al movimiento
Suele pasar desapercibida por el entorno.
Depresión pasiva:
- Falta de energía, cansancio crónico
- Llanto frecuente o incapacidad de sentir
- Desmotivación absoluta
- Descuidos en la higiene y autocuidado
- Pensamientos sobre la vida y la muerte
Se vuelve más visible, aunque muchas veces se juzga mal.
Consecuencias si no se atienden.
Ambas pueden derivar en:
- Ideación suicida
- Problemas de memoria y concentración
- Aislamiento progresivo
- Enfermedades psicosomáticas
- Rupturas afectivas y laborales
La depresión no tratada no desaparece por fuerza de voluntad.
Medidas de afrontamiento.
No hay una única ruta, pero sí un camino que ayuda:
- Pedir ayuda profesional: Psicoterapia, psiquiatría y, si es necesario, medicación regulada.
- Reconectar con el cuerpo: Movimiento suave, contacto con luz natural, alimentación regulada.
- Romper el silencio: Hablar con alguien de confianza, desahogar lo que pesa.
- Crear rutinas pequeñas y realistas: Pequeños actos diarios → grandes avances en el tiempo.
- Prácticas de autorregulación emocional: Respiración, journaling, mindfulness, arte terapia.
La depresión no es pereza, no es falta de carácter, no es un capricho de quien no quiere salir adelante.
La depresión es una lucha invisible donde la mente se vuelve campo de batalla y el corazón carga un peso que pocos pueden ver.
Quien vive depresión activa transita por la vida como si llevara una armadura rota: sigue caminando, sonriendo y cumpliendo expectativas, mientras por dentro se desangra emocionalmente.
Siente que, si se detiene un segundo a enfrentar el dolor, podría derrumbarse.
Quien vive depresión pasiva siente que el mundo se apagó:
la energía desaparece, el cuerpo no responde y la vida pierde color.
No hay motivación, solo una niebla espesa que envuelve la existencia.
Ambas son señales de que algo dentro necesita atención, cuidado y abrazo. No hay una más grave que la otra, solo dos formas distintas del mismo sufrimiento.
Y aunque a veces parezca que la depresión destruye, también puede convertirse en una maestra silenciosa: Enseña el valor de pedir ayuda, revela la importancia de ser compasivos con nosotros mismos, y nos invita a detenernos y reconstruirnos desde adentro.
La sanación no es lineal. A veces es un paso adelante y tres atrás.
Pero cada pequeño avance es una victoria.
Puede que ahora duela.
Puede que sientas que todo se rompe.
Pero donde hay ruptura, también hay espacio para que entre la luz.
Quien hoy está luchando merece recordarse esto:
No eres tú depresión.
No eres tú dolor.
Eres la fuerza que, incluso en silencio, sigue intentando.
La ayuda existe. La esperanza existe.
Y aunque no lo creas, tú también mereces sentir paz, amor y alegría nuevamente.
«En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor».1 Juan 4:18(RVR1960)
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