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En una jornada que queda inscrita en la memoria cultural del país, el presidente Gustavo Petro llegó al Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, en Bogotá, para sancionar la Ley Artes al Aula, una iniciativa que supera el marco de una política pública y se proyecta como un hito histórico en la relación entre educación, cultura y nación. Con esta firma, Colombia asume la convicción de que el arte no es un adorno del espíritu, sino un componente fundacional de la ciudadanía y un instrumento decisivo para modelar el futuro.
La nueva ley establece que el arte será parte esencial de la educación en todos los rincones del país, y lo hace con una ambición pocas veces vista en Latinoamérica: sembrar en cada aula la posibilidad de una voz propia, de una mirada crítica y de un horizonte imaginativo donde niñas, niños y jóvenes puedan reconocerse como protagonistas de su tiempo. La apuesta no se limita a ampliar la oferta cultural; busca, con la fuerza de una política de Estado, transformar la forma en que Colombia se piensa a sí misma.
En un territorio marcado por profundas desigualdades y heridas históricas, esta ley se convierte en un acto de reparación simbólica y de construcción colectiva. Las artes —desde la música y la danza hasta las expresiones comunitarias y los saberes ancestrales— ingresan al sistema educativo como lenguajes que convocan la diversidad, dignifican las identidades locales y permiten que cada estudiante encuentre un espacio donde su historia tenga un lugar legítimo. Es una manera de entender la paz no solo como un acuerdo político, sino como una práctica cotidiana que se gesta en los salones de clase, en la escena, en la palabra y en el gesto creativo.

Ministra de Cultura, Artes y Saberes, Yannai Kadamani
El Gobierno del Cambio apuesta así por una transformación que trasciende administraciones y coyunturas, y que aspira a consolidar una sensibilidad colectiva capaz de resistir la violencia, abrir caminos de convivencia y ampliar las fronteras de lo posible. Al integrar el arte a la enseñanza, el país no solo enriquece su sistema educativo: redefine su proyecto civilizatorio y envía al mundo una señal inequívoca de compromiso con la dignidad, la cultura y la esperanza.
Con la sanción de esta ley, Colombia coloca a las artes en el centro de su arquitectura social y reafirma que, en los territorios donde antes se impuso el silencio, ahora se escuchará la fuerza creadora de una generación que crece con la certeza de que su imaginación también es una forma de libertad.
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carloscastaneda@prensamercosur.org
