
Imagen Web
La reciente decisión de Donald Trump de conceder un indulto al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado por delitos relacionados con el narcotráfico, desató un fuerte cruce político internacional. Desde Bogotá, el presidente Gustavo Petro reaccionó con un mensaje directo y cargado de simbolismo, cuestionando la benevolencia del indulto y poniendo sobre la mesa la realidad de la lucha contra el narcotráfico en Colombia.
Trump anunció su decisión a través de su red social, argumentando que Hernández había sido tratado de forma “severa e injusta”. La declaración generó controversia, especialmente en países que han sufrido el impacto del narcotráfico durante décadas. Petro no tardó en responder, señalando que esa absolución resulta desalentadora para quienes arriesgan la vida combatiendo organizaciones criminales vinculadas al negocio de las drogas.
El presidente colombiano elevó el debate con una invitación directa al exmandatario estadounidense: viajar a Colombia para presenciar de primera mano cómo se combate diariamente el narcotráfico en terreno. En un mensaje con tono desafiante pero diplomático, Petro propuso a Trump acompañarlo a destruir complejos clandestinos de producción de cocaína, asegurando que esta experiencia le permitiría comprender la dimensión real del problema.
El mandatario colombiano destacó que el país desmantela un promedio de nueve laboratorios de cocaína al día, un dato que, según él, podría incluso entusiasmar a Trump, quien en varias ocasiones ha expresado su deseo de acabar con estos centros de producción. La invitación, más que anecdótica, encierra un mensaje geopolítico: Colombia quiere ser vista no como origen del problema, sino como un país que enfrenta valientemente una guerra compleja y desigual contra una economía ilegal transnacional.
Este intercambio entre Petro y Trump no solo avivó el debate sobre los límites del poder presidencial para conceder indultos, sino que también abrió la discusión sobre la coherencia en la lucha global contra el narcotráfico. Mientras unos absuelven a figuras señaladas de colaborar con carteles, otros se juegan la vida erradicando laboratorios en las selvas y zonas rurales más peligrosas del continente.
La invitación de Petro, más allá de su tono provocador, es una señal clara hacia la comunidad internacional: la lucha contra el narcotráfico no se libra desde los escritorios ni desde redes sociales, sino en el terreno, entre operaciones militares, erradicación de cultivos y desmantelamiento de laboratorios. Una guerra silenciosa, constante y profundamente costosa.
En tiempos en los que las fronteras del poder, la justicia y la política se cruzan con los intereses globales del crimen organizado, este episodio deja entrever que la conversación sobre narcotráfico sigue siendo incómoda, pero necesaria. Colombia, con sus luces y sombras, insiste en mantenerla viva y plantea un desafío: ver la realidad con los propios ojos.
carloscastaneda@prensamercosur.org
