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En el corazón del Magdalena, la voluntad popular volvió a hacerse sentir con fuerza. No fue solo una elección, fue una declaración. Margarita Guerra emergió vencedora en unas elecciones atípicas que trascendieron los números, alcanzando el 56% de los votos frente a una alianza que reunió a las más tradicionales estructuras del poder político. No se trató simplemente de derrotar a un candidato, sino de demostrar que, cuando el pueblo decide, ninguna maquinaria, presión o cálculo partidista puede silenciar su voz.
Carlos Caicedo, líder de Fuerza Ciudadana y precandidato presidencial, celebró este resultado con la misma gente que lo hizo posible: hombres y mujeres que votaron sin prebendas, sin presiones y con la convicción de defender su derecho a decidir. A su alrededor, las voces coincidían en un sentimiento común: este triunfo no pertenece a figuras individuales, sino a una ciudadanía cansada de la imposición, decidida a reafirmar que la democracia se construye desde abajo, desde los territorios y desde la dignidad.
Este momento cobra especial relevancia en un país donde los procesos electorales han sido, en ocasiones, puestos en duda por decisiones administrativas que han contrariado lo expresado en las urnas. Caicedo recordó el precedente de 2023, cuando pese a que Jorge Agudelo había obtenido legítimamente la victoria en la Alcaldía de Santa Marta, el Consejo Nacional Electoral entregó la credencial a su opositor, ignorando la voluntad de más de 88 mil votantes. Por eso, pidió al presidente Gustavo Petro que garantice que el Estado actúe como protector de esa voluntad colectiva y no como juez que la condiciona o limita.
“El pueblo habló con claridad”, expresó Caicedo con firmeza, subrayando que esta victoria se logró sin compra de votos, sin estructuras clientelistas y a pesar de la intimidación promovida por sectores políticos tradicionales y fuerzas oscuras. “Este es un triunfo del pueblo contra los que se creían poderosos. Si el pueblo decidió, el Estado debe proteger su decisión”.
El escenario político que enfrentó Margarita Guerra no fue menor: una alianza inédita entre sectores del Centro Democrático, Cambio Radical y figuras de la cúpula del Pacto Histórico, respaldada por estructuras parapolíticas y apoyos tradicionales. Sin embargo, ninguna de esas fuerzas pudo frenar el impulso popular que se expresó en las urnas. Caicedo fue contundente al señalar que la verdadera fuerza transformadora no nace en los escritorios de Bogotá ni en las burocracias, sino en el compromiso ético con los territorios, en la presencia real junto a las comunidades y en los resultados que dignifican la política.
El mensaje que deja el Magdalena es claro: la democracia no debe ser un campo de batalla entre élites, sino un espacio donde el pueblo define su futuro. Por eso, Caicedo advirtió que la vigilancia institucional es indispensable, ya que quienes intentaron detener esta victoria antes de las elecciones podrían intentarlo ahora desde otras instancias. “Ellos no van a detenerse. Lo intentaron antes y lo intentarán en el CNE. Pero esta victoria es inapelable”, afirmó.
Lo ocurrido en el Magdalena no es solo un hecho electoral; es una señal poderosa que trasciende fronteras y deja en evidencia que, incluso frente a alianzas de poder, el voto consciente puede prevalecer. Es un llamado a preservar la esencia misma de la democracia: la defensa de la decisión popular. Hoy, el pueblo habló, y su voz, clara y firme, exige respeto.
carloscastaneda@prensamercosur.org
