

Imagen Minigualdad
Atánquez, corazón del pueblo Kankuamo y guardián espiritual de la Sierra Nevada de Santa Marta, vivió una jornada que muchos describen como el amanecer de una nueva era. No fue un simple anuncio de obra pública, sino el reconocimiento de una deuda histórica y el comienzo de una transformación gestada desde la palabra, la autonomía y la dignidad de un pueblo ancestral. Bajo un cielo que parecía cómplice y entre 600 y 800 personas reunidas en la plaza central, se celebró la llegada del primer proyecto de infraestructura del Gobierno del Cambio, construido no desde un escritorio, sino desde el diálogo, el respeto y la participación comunitaria.
El Ministerio de Igualdad y Equidad confirmó el inicio del sistema de alcantarillado que beneficiará a más de 2.800 familias Kankuamas, representando un avance trascendental no solo en términos de salud y bienestar, sino como un acto de reconocimiento, justicia y equidad. “Hoy no venimos a hablar de un proyecto. Venimos a saldar una deuda histórica con el pueblo Kankuamo”, expresó el ministro Juan Carlos Florián Silva ante la comunidad, que acompañó el momento con silencio solemne y orgullo colectivo.
El día estuvo cargado de significado. Los Mamos, autoridades espirituales, iniciaron la jornada con un ritual de armonización en el sitio sagrado compartido por los cuatro pueblos indígenas de la Sierra. Entre cantos, humo de plantas medicinales y palabras susurradas a la tierra, recordaron que el territorio es más que espacio: es memoria, cuidado y vida. Luego, gaitas y versos de piquería llenaron el ambiente, en un diálogo entre la cultura y la esperanza, entre la tradición y el futuro que comienza a construirse.

Esta obra no desembarcó como una imposición. Nació desde la escucha, el respeto y la consulta amplia al pueblo Kankuamo. Como señaló el ministro Florián Silva: “Por primera vez, una infraestructura del nivel central llega aquí no como decisión externa, sino en acuerdo con la palabra y la autoridad ancestral”. Ese gesto de reconocimiento cambió el sentido de la obra: ya no se trata de construir tuberías, sino de fortalecer raíces.
El proyecto se ejecutará bajo el modelo de asociación público-popular, un mecanismo que dignifica el conocimiento local y garantiza que mujeres, mayores, jóvenes -incluidos los vinculados al programa Jóvenes de Paz- y líderes comunitarios sean protagonistas en la planificación, ejecución, formación y vigilancia del proceso. No estarán al margen de la transformación; la liderarán. La infraestructura llega con rostro, nombre, saber y esencia comunitaria.
Como símbolo de agradecimiento y compromiso mutuo, las autoridades Kankuamas entregaron al ministro un fular, panela, café y un pergamino con el acta de Asamblea del pueblo. No fueron simples obsequios, sino piezas cargadas de sentido: representan la tierra, la historia y la voz colectiva de una comunidad que decide caminar con dignidad hacia el futuro, sin renunciar a su identidad.
Mientras una olla comunitaria comenzaba a hervir, mezclando aromas de tradición y celebración, se hacía evidente que aquella jornada era mucho más que un acto protocolario. Era un pacto entre el Estado y la comunidad. Un mensaje parecía flotar entre las montañas: esta obra no será la última, sino la primera de muchas escritas con respeto, participación y justicia.
En Atánquez, el inicio de un alcantarillado se convirtió en el inicio de un nuevo capítulo. No se trató solo de infraestructura, sino de historia, territorio y esperanza. Una obra que no solo transformará vidas, sino que dignifica la palabra de un pueblo que siempre ha sabido construir futuro desde sus raíces.
carloscastaneda@prensamercosur.org
