
La voz que convierte la memoria en puente.
Hay periodistas que informan, otros que explican, y luego está Miguel de los Santos, capaz de hacer que nuestra realidad respire . Locutor, realizador, guionista, escritor…- . Su voz —cálida, precisa, reconocible al instante— ha sido durante más de seis décadas una brújula emocional entre España y América Latina. No es solo un comunicador: es un territorio. Un puente vivo entre dos orillas que comparten lengua, música, heridas, poesía y una misma necesidad de ser contadas.

Miguel de los Santos pertenece a esa estirpe rara de comunicadores que hacen de la palabra un acto de amor. Destacó en programas culturales y documentales sobre Hispanoamérica cuando apenas se usaba la palabra “Iberoamérica”, cubrió Eurovisión y la gala de los Oscar, y recibió los principales galardones de su oficio: Premio Ondas, Premio Nacional de Radio, Antena de Oro, Micrófono de Oro y, en 2022, el Premio Iberoamericano de Periodismo, que reconoció su labor como cronista de las voces y memorias del continente latinoamericano.
Lo que lo distingue no es solo su trayectoria: es su capacidad de mirar. En Fuera de Micrófono, con una lucidez casi dolorosa, recuerda sus viajes de reportero por América Latina y lamenta que muchas realidades siguen atrapadas en la misma rueda: “Iberoamérica apenas ha evolucionado”, dice con tristeza, evocando la vieja prisión de El Chipote, hoy nuevamente llena de disidentes en Nicaragua. Pero su mirada no es pesimista: es la del testigo que ama aquello que observa.

Esa relación íntima con el continente nació en 1976 con «Con otro acento», un programa pionero de TVE que abrió una ventana inédita hacia la vida cultural latinoamericana. Allí entrevistó a Pablo Neruda en Valparaíso, a Ernesto Cardenal en Managua, a Mario Benedetti, Chabuca Granda, Guayasamín o Ramón Castro. Cada encuentro era un diálogo entre sensibilidades, no entre países. Un acto de escucha profunda. El reencuentro con ese mundo llegó en 1995 con «América Total», su proyecto más ambicioso, emitido casi una década. A través de él, Miguel no solo informaba: tendía puentes. Enseñaba a mirar. Opino que hoy ya es un pontífice del Iberoamericanismo!

Su trayectoria comenzó mucho antes: en 1954, en Radio SEU, apenas un chaval con un timbre que ya sonaba a futuro. Después llegaron Radio Nacional, Radio Intercontinental y la Cadena SER, donde con Fórmula 45 transformó la manera de emitir y sentir la música. En TVE, tras ganar Caras nuevas, se convirtió en rostro habitual en programas como Dos en uno, Voces de oro, La gran ocasión, Mundo noche o Retrato en vivo. Su carrera, tan larga como rica, se confunde con la propia historia de los medios en España.
Y sin embargo, donde más se revela el prifundo Miguel es en los libros. Su pasión esta en los libros y ennsun títulos que dan testimonio de un escritor que no solo narra: respira memoria. «Relatos de mi memoria» (2018) es quizá su obra mayor: una crónica sentimental de su vida profesional que terminó convirtiéndose en una historia íntima de la comunicación audiovisual española. Allí no solo cuenta anécdotas: analiza, observa, afina. Es un libro que demuestra que Miguel no es un presentador que escribe, sino un cronista con voz propia.
Su literatura de ficción es igualmente reveladora. «El fabuloso mundo de Mateo Benavides» (2019) y «Cabalgando sobre un caballo de cartón», muestran su gusto por el retrato simbólico y la nostalgia luminosa. Pero es en «Flor de Avispa», su novela más reciente y ya en segunda edición, donde su mirada alcanza una dimensión mayor. Ambientada en un prostíbulo del lado costarricense del río San Juan, en la frontera con Nicaragua, la historia mezcla dictadura, redención, fe, miedo y amor. Sigue a un sacerdote de la teología de la liberación, a un niño con acondroplasia abandonado en la selva, a criminales, a políticos corruptos y a personajes rotos que buscan expiación. “Es una historia de amor con mayúsculas”, dice Miguel, “entre dos seres que se necesitan imperiosamente”. La novela bebe del realismo mágico de García Márquez, Donoso, Benedetti y Vargas Llosa, pero sobre todo bebe de su propia experiencia como reportero en años de dictaduras y revoluciones. Uno siente, leyéndola, que los fantasmas de América Latina caminan a su lado.
Miguel escribe con un propósito claro: recordar lo que no debe olvidarse. Denunciar silencios. Poner palabras donde otros ponen distancia. Por eso insiste en algo incómodo y necesario: “Nicaragua sigue padeciendo lo que no se cuenta”. Y: Flor de Avispa», más que un libro, es un acto de justicia narrativa.
Su legado no puede entenderse sin también mencionar a muchos grandes del peridismo y la comunicación. Yo quisiera mencionar a mi querido y admirado Luis del Olmo, compañero de promoción, maestro de la radio y pionero del diálogo público. Del Olmo profesionalizó la entrevista, creó espacios de reflexión colectivos- a veces aderezado del mejor humor – y abrió el puente emocional entre España y América Latina desde Protagonistas. Miguel, en paralelo, construyó el mapa cultural de ese puente desde la televisión y la literatura. Ambos, cada uno desde su orilla y su loma, levantaron la arquitectura sonora de la iberofonía moderna.
Por eso revisitar hoy el trabajo de Miguel de los Santos es también revisitar la identidad compartida de un mundo que habla con muchas voces y tonos, pero con un mismo latido. En tiempos donde la velocidad devora la profundidad, su mirada nos recuerda lo esencial: escuchar. Comprender. Y querer. Querer nuestros acentos, nuestras historias y nuestras memorias.A Querer ese territorio cultural común.

Miguel de los Santos no es solamente un periodista: es una memoria con luz propia. Una voz que sigue enseñándonos que Iberoamérica no es un concepto, sino una comunidad viva que necesita narradores como él. Y que, mientras existan comunicadores capaces de hablar con verdad —como él, como Luis del Olmo— el océano será siempre puente y el viento de las ondas: ecos de afecto. Nunca barrera ni frontera.
Con información de Javier Pertierra Antón
