

El impétigo es una infección bacteriana superficial de la piel que aparece con especial frecuencia en la infancia, aunque puede darse en cualquier edad. Sus lesiones características, su rapidez de evolución y su alta contagiosidad lo convierten en un motivo frecuente de consulta dermatológica. A pesar de su apariencia llamativa, suele ser un proceso leve que responde bien al tratamiento adecuado.
La infección es producida principalmente por Staphylococcus aureus y, en menor medida, por estreptococos del grupo A. Estas bacterias aprovechan pequeñas grietas o irritaciones cutáneas para colonizar la epidermis. A partir de ahí se desencadenan las lesiones típicas: áreas enrojecidas que evolucionan a vesículas, ampollas y finalmente costras amarillentas.
Qué es el impétigo: infección bacteriana superficial de evolución rápida
El impétigo es una infección que afecta únicamente las capas externas de la piel, sin comprometer estructuras profundas. Esta característica explica por qué, a pesar de su aspecto, suele ser una enfermedad leve. La combinación de inflamación local, producción de exudado y formación de costras genera el aspecto típico, fácilmente reconocible para los profesionales sanitarios.
El proceso se inicia cuando las bacterias penetran a través de pequeñas erosiones provocadas por picaduras, rascado, heridas, eccemas o irritaciones. Una vez establecidas, se multiplican rápidamente y desencadenan inflamación. La lesión inicial aparece como un punto rojo que evoluciona a una vesícula llena de líquido claro. Al romperse, se forma una costra amarillenta que se adhiere a la piel. Este ciclo puede repetirse en áreas cercanas si la infección continúa extendiéndose.
Existen dos formas principales. El impétigo no ampolloso, el más habitual, se caracteriza por pequeñas vesículas que se rompen pronto y dejan costras doradas. El impétigo ampolloso presenta ampollas más grandes y de paredes finas antes de romperse, debido a toxinas producidas por S. aureus. Aunque ambos son contagiosos, el primero es el más frecuente en la población general.
Causas y factores que favorecen la aparición de impétigo
La presencia de bacterias en la piel no siempre provoca infección. Se necesitan condiciones que faciliten su entrada o proliferación. Entre los factores más comunes se encuentran:
- Irritación por picaduras, eccemas, dermatitis o heridas superficiales.
- Rozaduras frecuentes en zonas como la boca, la nariz o los pliegues.
- Climas cálidos y húmedos que facilitan el crecimiento bacteriano.
- Afecciones cutáneas previas que alteran la barrera protectora de la piel.
- Convivencia en entornos con contacto estrecho, como escuelas o centros deportivos.
En la infancia, el rascado constante de picaduras o erupciones favorece la inoculación de bacterias. En adultos, el impétigo tiene relación más habitual con irritaciones por afeitado, trabajo en ambientes cálidos o coexistencia con dermatitis crónicas.
La transmisión es muy eficiente. El contacto directo con las lesiones, o indirecto mediante toallas, ropa o juguetes contaminados, permite que la bacteria se propague con facilidad. Por este motivo, la prevención y el inicio temprano del tratamiento tienen un papel fundamental.
Síntomas del impétigo: cómo se reconocen las lesiones
El impétigo se reconoce por la secuencia típica de sus lesiones. La progresión suele comenzar con un área inflamada de la piel, más roja y sensible. Después aparece una pequeña vesícula que contiene un líquido claro o ligeramente turbio. Al romperse, la zona queda húmeda y enseguida desarrolla una costra gruesa de color miel, que se adhiere a la piel hasta que se desprende de forma natural.
Las lesiones suelen localizarse en la cara (alrededor de la boca y la nariz), pero también son frecuentes en brazos, piernas y manos. En algunos casos aparecen varias costras agrupadas, que pueden ocupar un área más extensa.
La sintomatología general es leve. Las molestias suelen limitarse al picor y a una ligera sensación de escozor. La fiebre es poco habitual, salvo en impétigos muy extensos o asociados a otras infecciones.
La rapidez es una característica importante. La apariencia de la lesión puede cambiar en cuestión de horas, lo que ayuda a diferenciarla de otras enfermedades dermatológicas más lentas en su evolución.
Impétigo en niños: por qué es especialmente frecuente en la infancia
La incidencia en población infantil es notable. La piel de los niños tiene una barrera protectora más vulnerable y se irrita con mayor facilidad. Además, el entorno escolar o las actividades al aire libre favorecen el contacto estrecho y la propagación de bacterias.
El rascado es otro factor clave. Cuando una picadura o una irritación se rasca repetidamente, se producen microheridas que permiten la entrada de bacterias. Si un niño ya presenta impétigo, el contacto de sus manos con objetos o con otros niños puede transmitir la infección rápidamente.
La estacionalidad también influye. En verano y principios de otoño, el calor y la humedad incrementan la proliferación bacteriana. En invierno, la irritación de la piel alrededor de la nariz por el uso frecuente de pañuelos también puede favorecer su aparición.
Aunque es un proceso simple de tratar, en la infancia conviene extremar la higiene, cubrir las lesiones cuando sea necesario y seguir el tratamiento sin interrupciones para evitar la propagación.
Impétigo en adultos: cuándo aparece y qué situaciones aumentan el riesgo
En adultos, el impétigo suele aparecer asociado a condiciones que deterioran la barrera cutánea. La presencia de dermatitis, eccemas, heridas por afeitado, quemaduras o incluso rozaduras puede favorecer la infección.
Algunas profesiones también presentan mayor riesgo, especialmente aquellas con calor constante, sudoración habitual o contacto repetido con superficies contaminadas. Los deportistas, por ejemplo, tienen una incidencia algo mayor debido al roce de la ropa deportiva y a la humedad.
En estos casos, tratar tanto la infección como la causa previa es la forma más efectiva de prevenir recurrencias.
Diagnóstico: cómo se identifica el impétigo de forma clínica
El diagnóstico del impétigo es clínico en la gran mayoría de casos. Las costras amarillentas y la rápida evolución permiten diferenciarlo fácilmente de otras infecciones o eccemas. Solo en casos muy extensos o recurrentes se realizan cultivos para identificar la bacteria concreta y ajustar el tratamiento antibiótico.
Reconocer el tipo de lesión y su patrón de aparición es suficiente para iniciar el tratamiento de forma precoz, lo cual reduce el tiempo de contagiosidad y de curación.
Tratamiento del impétigo: cremas, higiene y en algunos casos antibióticos orales
El tratamiento depende de la extensión y del tipo de lesión.
En formas leves y localizadas, el tratamiento recomendado suele ser una crema antibiótica. Entre las más utilizadas destacan la mupirocina y el ácido fusídico. Estas cremas actúan directamente sobre las bacterias responsables y permiten una curación progresiva a lo largo de una semana.
Antes de aplicar el tratamiento tópico conviene realizar una higiene suave y retirar costras superficiales sin frotar en exceso. Mantener las uñas cortas, limpiar cuidadosamente la zona afectada y evitar manipular las lesiones disminuye la propagación.
En impétigos extensos o múltiples, especialmente cuando afectan varias áreas o persisten pese al tratamiento tópico, puede ser necesario un antibiótico oral. La elección del medicamento depende de la sospecha sobre el agente causal y las características del paciente.
El tratamiento precoz reduce el riesgo de complicaciones, que son poco frecuentes pero incluyen celulitis, aumento de ganglios y, en casos excepcionales, afectación renal cuando la infección está asociada a estreptococos.
Prevención: medidas sencillas que reducen el contagio
Aunque el impétigo es muy contagioso, existen medidas que pueden reducir significativamente su transmisión:
- Mantener una higiene adecuada, especialmente de manos y uñas.
- Evitar compartir toallas, ropa o utensilios personales.
- Cubrir las lesiones en caso de contacto estrecho con otras personas.
- Tratar rápidamente cualquier irritación o herida superficial.
- Lavar la ropa y superficies que puedan haber estado en contacto con lesiones.
La contagiosidad disminuye de manera clara tras 24 a 48 horas de iniciar el tratamiento antibiótico adecuado.
Una infección frecuente, de buen pronóstico y fácil de tratar
El impétigo es una infección muy común, especialmente en niños, pero con tratamiento adecuado y medidas de higiene se resuelve con rapidez. La identificación precoz y la elección correcta del tratamiento permiten frenar su propagación y recuperar la integridad de la piel en pocos días.
Cuando las lesiones cambian con rapidez, generan costras doradas o se extienden a otras zonas, la evaluación médica ayuda a confirmar el diagnóstico y establecer la pauta de tratamiento más apropiada. En SaludOnNet es posible acceder de forma inmediata a especialistas en dermatología para valorar cualquier duda sobre lesiones cutáneas, sin esperas y con precios accesibles.
Equipo Médico de SaludOnNet
Fuente de esta noticia: https://www.saludonnet.com/blog/impetigo-causas-sintomas-y-tratamiento/
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