

«EL MANGO ES UNO DE LOS NUESTROS».
No todo enemigo viene de afuera.
Este proverbio turco es una metáfora poderosa sobre la traición interna, la ingenuidad colectiva y la incapacidad de reconocer peligros que vienen disfrazados de familiaridad.
El hacha, por sí sola, no podría destruir un bosque. Necesita un mango de madera, hecho de la misma esencia que los árboles. Y son esos mismos árboles quienes, al ver un elemento similar a ellos, bajan la guardia y permiten su propia destrucción.
El mensaje profundo:
No todo lo que se parece a nosotros trabaja a nuestro favor. A veces, lo que más daño hace viene desde adentro: de la confianza mal puesta, o de alguien que aparenta ser “uno de los nuestros”.
Este proverbio habla de traiciones silenciosas, manipulaciones disfrazadas de cercanía, peligros camuflados en lo familiar, e incluso de los propios hábitos y creencias que, aunque nacieron dentro de nosotros, pueden destruirnos.
¿Por qué ocurre este fenómeno?
- Confianza automática en lo familiar: Confiamos más en lo que se parece a nosotros, sea una persona, un grupo, un pensamiento o un hábito. Lo familiar se interpreta como seguro.
- Incapacidad para ver señales de alerta: Cuando creemos que algo es “parte de nosotros”, dejamos de analizarlo críticamente.
- Lealtades mal ubicadas: A veces defendemos a quienes nos dañan solo porque son “familia”, “amigos”, “del mismo grupo” o “de toda la vida”.
Manipulación emocional.
Algunas personas utilizan la afinidad, el cariño o la necesidad de pertenencia para ingresar en nuestra vida sin mostrar sus verdaderas intenciones.
Hábitos internos destructivos.
El “enemigo interno” también puede ser:
-un pensamiento negativo,
-una herida emocional,
-una creencia limitante,
-un miedo arraigado.
Consecuencias de no reconocer el “mango del hacha”
- A nivel personal
-Relaciones que erosionan la autoestima.
-Repetición de patrones dañinos.
-Estancamiento emocional o profesional.
-Sensación de traición o desilusión profunda.
- A nivel familiar
-Conflictos encubiertos.
-Manipulación dentro del hogar.
-Lealtades ciegas que impiden poner límites sanos.
- A nivel social o laboral
-Equipos que caen por un miembro tóxico “bien conectado”.
-Líderes manipuladores que usan el discurso de “soy como ustedes”.
-Organizaciones dañadas desde adentro.
- A nivel emocional y espiritual
-Confusión interna.
-Pérdida de confianza en uno mismo.
-Derrota silenciosa que avanza sin darse cuenta.
Medidas de afrontamiento: cómo protegerse del “mango” disfrazado.
- Desarrollar discernimiento: No todo el que sonríe suma; no todo el que se parece a ti te cuida. Aprende a observar actos, no apariencias.
- Revisar lealtades: Pregúntate: ¿Por qué sigo permitiendo esto? ¿Es lealtad o miedo?
- Colocar límites sanos: Un límite a tiempo evita que una persona interna se convierta en un hacha que derribe tu paz.
- Escuchar las señales del cuerpo y la intuición: El cuerpo percibe peligro antes que la mente. Si algo no se siente bien, atiéndelo.
- Fortalecer el amor propio y la identidad: Cuanto más sólida es tu identidad, menos vulnerable eres a quienes se camuflan como aliados.
- Identificar el “enemigo interno”: A veces no es una persona:
es un miedo, un hábito, una creencia o una herida no sanada.
Reconocerlo es el primer paso para desarmarlo.
Este proverbio nos enseña que no es la hacha lo que destruye al bosque, sino el mango hecho de la misma madera: lo que parecía familiar, confiable, similar.
Y así ocurre en la vida humana.
A veces el golpe más fuerte viene de quien dejamos entrar sin defensa.
A veces el daño más profundo viene de una emoción no resuelta.
Y muchas veces, lo que derriba nuestra paz es algo que llevamos dentro desde hace años.
Pero también hay una esperanza:
Cuando reconoces el mango, puedes detener el golpe.
Cuando descubres el enemigo interno, puedes transformarlo.
Cuando despiertas, ya no permites que lo familiar te destruya.
No todo enemigo viene de afuera.
A veces el verdadero trabajo está en abrir los ojos, recuperar la claridad, revisar nuestras lealtades, sanar lo que está dentro y elegir conscientemente qué permitimos y qué no.
Porque un bosque fuerte no se destruye por un hacha…
se destruye cuando no reconoce el mango.
«Un amigo fiel es un protector poderoso; el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro». Eclesiástico 6:14 (RVR1960)
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