
Cuando un astronauta pisa la Tierra después de una misión, no todo termina con un aterrizaje perfecto ni con aplausos. Lo que sigue es un proceso largo, silencioso y, muchas veces, solitario: volver a ser humano en un planeta con gravedad, ruido y contacto constante. Tras meses o incluso años viviendo en microgravedad, su cuerpo y mente deben aprender de nuevo lo que para nosotros es automático: caminar, dormir, sentir, estar cerca de otros.
El reajuste a la gravedad: volver a caminar, girar y ver
En el espacio, el cuerpo humano se desacostumbra a su propia naturaleza. Sin gravedad, los músculos dejan de cargar peso, los huesos pierden densidad y la sangre se distribuye de forma diferente. Cuando los astronautas regresan, su organismo tarda días o semanas en recordar cómo “funciona” en la Tierra.

Durante ese tiempo, enfrentan mareos, visión borrosa, presión en los ojos y una sensación de pesadez insoportable. La NASA tiene protocolos estrictos: exámenes médicos constantes, trajes que controlan la presión sanguínea y rutinas de ejercicio diseñadas para que el cuerpo recupere fuerza. La rehabilitación es tan exigente como la misión misma.
Más allá del cuerpo: la mente también debe aterrizar
No solo el cuerpo cambia; la mente también. Meses de aislamiento, silencio y distancia de la Tierra pueden alterar la forma en que los astronautas perciben el mundo. Muchos describen una especie de “síndrome del espacio”, una mezcla de nostalgia cósmica, ansiedad y desconexión emocional.

El espacio les ofrece una perspectiva única (ver el planeta entero en silencio absoluto), pero regresar a la vida cotidiana puede ser abrumador. Sonidos, luces, multitudes, decisiones simples… todo se siente distinto. Algunos comparan esta readaptación con el proceso de un migrante que vuelve a casa y ya no la reconoce.
Los peligros invisibles: radiación, aislamiento y confinamiento
La NASA utiliza el acrónimo RIDGE para describir los cinco grandes riesgos de las misiones espaciales: Radiación, Aislamiento, Distancia de la Tierra, Gravedad y Entornos hostiles. Cada uno deja una huella distinta.

La radiación, por ejemplo, puede dañar el ADN y aumentar el riesgo de cáncer o enfermedades degenerativas. El aislamiento prolongado puede alterar los ciclos de sueño, el estado de ánimo y las relaciones personales. Y el confinamiento en espacios reducidos afecta la forma en que el cerebro maneja el estrés. Todo eso continúa incluso después del regreso: el cuerpo vuelve, pero el espacio se queda dentro.
Reintegrarse a la vida en la Tierra
El primer paso al volver no es caminar, sino abrazar. Tras meses de comunicación por radio, los astronautas anhelan el contacto humano. Sin embargo, su cuerpo aún no está listo para moverse libremente; por eso son trasladados en camilla, hidratados lentamente y supervisados por médicos las 24 horas.

Luego comienza la rutina de reintegración: reeducar los músculos, recuperar el equilibrio y readaptarse a las tareas cotidianas. Actividades tan simples como nadar, correr o cocinar pueden sentirse extrañas. Y aunque la recuperación física suele completarse en semanas, la emocional puede tardar mucho más. La sensación de haber estado “fuera del mundo” nunca desaparece del todo.
El valor humano detrás de la ciencia
Detrás de cada misión lunar o marciana hay una historia de resistencia. Los astronautas no solo exploran el cosmos, exploran los límites de la condición humana. Cada órbita, cada experimento y cada regreso son recordatorios de que la curiosidad tiene un costo físico y emocional. Frank Rubio, por ejemplo, pasó 371 días en el espacio y, al regresar, fue recibido con aplausos… pero también con una camilla. En su sonrisa había alivio y fatiga: la muestra perfecta de lo que implica vivir entre dos mundos.

La vida después de la Luna no es un epílogo, sino otro tipo de misión: reaprender a ser terrestre. Entre la gravedad que pesa y el silencio que se extraña, los astronautas nos recuerdan algo esencial: que explorar el universo también es un viaje hacia adentro. Tal vez esa sea la verdadera lección del espacio: entender cuánto necesitamos este pequeño planeta azul al que siempre volvemos.
Carolina Gutiérrez Argüelles
Fuente de esta noticia: https://ecoosfera.com/sci-innovacion/astronautas-vida-despues-mision/
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