

Un tornado dejó una estela de destrucción en la ciudad de Rio Bonito do Iguaçu, ubicada en el Centro-Sur del estado de Paraná, Brasil. Sin embargo, entre los escombros y el dolor, la solidaridad humana ha emergido como un rayo de esperanza para las familias afectadas. La Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA Brasil), junto con voluntarios de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ha liderado una serie de iniciativas que están marcando la diferencia para quienes lo han perdido todo.
En el corazón de la ciudad devastada, la Carreta Solidaria de ADRA se ha convertido en un símbolo de esperanza. Este vehículo, equipado con lavandería y servicios de apoyo psicológico, ofrece ayuda gratuita a los damnificados. Desde el 13 de noviembre, la unidad ha proporcionado aproximadamente 500 comidas diarias, lavado y secado de hasta una tonelada de ropa al día, y atención psicológica tanto para los residentes como para los voluntarios que trabajan incansablemente en la reconstrucción.
El pasado domingo 16 de noviembre marcó un hito importante en los esfuerzos de recuperación. Ocho decenas de albañiles voluntarios llegaron desde Curitiba, Foz do Iguaçu y Cascavel para colaborar en la reconstrucción de viviendas dañadas. Estos profesionales forman parte de un esfuerzo coordinado entre ADRA y ASA (Acción Solidaria Adventista) para brindar soluciones habitacionales inmediatas a las familias afectadas.
Además, ADRA ha comenzado a registrar a las familias damnificadas con el objetivo de entregarles vales al final de la semana. Estos vales permitirán a los beneficiarios adquirir materiales de construcción necesarios para reparar sus hogares.
En una ciudad vecina, un galpón almacena más de diez toneladas de donaciones, que incluyen agua potable, alimentos, artículos de higiene personal, colchones y cobijas. Estos recursos están siendo distribuidos gradualmente entre las familias registradas, asegurando que las necesidades básicas sean cubiertas mientras se avanza en las labores de reconstrucción.
Desde Curitiba, más donaciones se enviaron este lunes hacia Rio Bonito do Iguaçu, reforzando el compromiso continuo con la comunidad afectada.
Entre los muchos voluntarios que trabajan incansablemente en Rio Bonito do Iguaçu destaca Gunther Wallauer, un hombre cuya vida ha estado dedicada a ayudar a los demás. Este gaúcho, próximo a cumplir 65 años, ha pasado más de tres décadas liderando proyectos humanitarios en diferentes partes del mundo. Desde África hasta Oriente Medio y América del Sur, Wallauer ha trabajado en contextos de desastres naturales y vulnerabilidad social.
Su trayectoria comenzó en 1990 en Mozambique, donde trabajó durante cuatro años antes de trasladarse a Angola. Posteriormente, regresó a América del Sur para apoyar proyectos en Bolivia y en la región amazónica brasileña. Entre 2005 y 2014 volvió a África y lideró iniciativas por todo el continente sudamericano. A partir de 2015, asumió el desafío del Oriente Medio, colaborando con refugiados en países como Líbano, Siria e Irak.
Desde 2022, Wallauer ha estado nuevamente en Brasil, específicamente en Paraná, coordinando proyectos de asistencia a poblaciones vulnerables y respuesta a desastres naturales. En Rio Bonito do Iguaçu, donde ha estado desde el 8 de noviembre, su experiencia ha sido clave para organizar y ejecutar acciones efectivas de ayuda.
Gunther Wallauer está próximo a retirarse. Su jubilación está programada para el 24 de noviembre, tras décadas al servicio de ADRA, una organización humanitaria presente en más de 120 países. Sin embargo, su espíritu altruista difícilmente se apagará. Según su esposa Adelcy, “el corazón de Gunther late por el voluntariado y la misión”. Todo indica que continuará ofreciendo su tiempo y experiencia allí donde sea necesario.
A pesar del impacto devastador del tornado, Rio Bonito do Iguaçu está encontrando formas de levantarse gracias al esfuerzo colectivo. La labor incansable de organizaciones como ADRA Brasil y sus voluntarios demuestra que la solidaridad puede hacer frente incluso a las adversidades más grandes.
Mientras las familias reconstruyen sus vidas y hogares, el apoyo sigue llegando desde diferentes rincones del país. Este episodio no solo resalta la fuerza destructiva de la naturaleza, sino también el poder transformador del trabajo conjunto y la compasión humana.
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