

En mi Venezuela natal, los certámenes de belleza son un aspecto cultural distintivo. Quizás por su influencia, muchas mujeres venezolanas crecemos con el mensaje de que «ser mujer» significa verse siempre hermosa según el estándar cultural. Esa hermosura usualmente involucra maquillaje, perfumes costosos y ropa «de marca». Por esa razón, mi personalidad reservada e introvertida, sumado a mi estilo sencillo, siempre me pareció un problema. Nunca me sentí tan femenina como otras mujeres que ponían mucho más empeño en su apariencia.
De la misma manera, en nuestros países hay muchas ideas y moldes equivocados de cómo una mujer debe expresar su feminidad. Con el libro Femenina, no feminista: La mujer que Dios te llamo a ser (EBI, 2025), Karla de Fernández —escritora y directora de iniciativas femeninas de Volvamos al Evangelio— aborda críticamente muchos de esos estereotipos y las respuestas que el feminismo propone.
La autora describe el verdadero diseño de Dios para la mujer. Para eso, primero establece un fundamento bíblico sobre la feminidad y la distingue de la visión del feminismo histórico y actual. Luego, discute a mayor profundidad diversos aspectos de la feminidad bíblica, siempre en contraste con el feminismo. En el libro, esto tiene dos propósitos fundamentales: reafirmar la identidad de las mujeres en el contexto del diseño de Dios, y animarlas a modelar esa identidad sabiamente frente a las niñas y adolescentes en su círculo de influencia.
La autora habla con frecuencia de sus vivencias personales. Abre su corazón respecto a su inseguridad al escribir sobre un tema con el cual ha luchado en el pasado; y comparte dificultades de su vida actual (pp. 133-136). Esto, sin duda, ayuda a las lectoras a identificarse con ella. Además, desarrolla su posición con empatía, ejemplos prácticos y experiencias cotidianas. En todo, se evidencia su amor por las mujeres en el cuerpo de Cristo que han batallado con entender su feminidad y con el feminismo tanto en la iglesia como fuera de ella.
Uno de los mejores aportes de Femenina, no feminista se encuentra en el capítulo 5, titulado «Rosas en el jardín». En él, la autora expone las diferentes formas de expresión de la feminidad bíblica. Explica que ser una mujer de Dios no significa seguir con patrones culturales establecidos, ni siquiera dentro del ámbito cristiano: «Somos mujeres aún si nuestra apariencia externa no es fina y delicada como el mundo y la cultura nos han dicho que lucen las mujeres» (p. 71).
Fernández menciona que, en las redes sociales, por ejemplo, continuamente nos exponemos a mujeres cristianas «horneando pan de masa madre con utensilios de cocina artesanales… Sus hogares impecables, siempre en orden, todo en armonía» (p. 69). De hecho, algunos proponentes del concepto de la «feminidad bíblica» usualmente idealizan a ese tipo de mujer hogareña, como si la Biblia demandara tal estándar de todas las mujeres. Sin embargo, en el Señor, hay espacio y propósito para mujeres con diversos gustos, tendencias, etapas de vida y personalidades.
La autora defiende la multifacética expresión del diseño de Dios en la mujer. Esto puede traer libertad a muchas niñas, jóvenes y adultas en su lucha con algún molde de feminidad con el que hayan crecido. Asimismo, abre la posibilidad de ampliar la conversación en nuestras iglesias y círculos cristianos sobre lo que las Escrituras sí enseñan sobre la identidad de la mujer.
El libro también enfatiza la importancia de nuestra familia en la fe. Como mujeres cristianas, pertenecemos al cuerpo de Cristo y estamos llamadas a crecer juntas para reflejar mejor al Señor. En ese contexto, las niñas y adolescentes a nuestro alrededor representan nuestro campo misionero.
La autora nos invita a vivir intencionalmente para Cristo de modo que las mujeres en nuestro círculo de influencia lo conozcan a Él y aprendan también a vivir para Su gloria: «Nuestro hogar es… donde ellas verán en primera fila cómo luce la feminidad en todo su esplendor y no como el mundo y la cultura feminista ha querido mostrar como ideal» (p. 161). El rol del hogar en esta tarea misionera aplica tanto a mujeres solteras como casadas, pues cualquier mujer puede abrir sus puertas y compartir su vida en el Señor con otras.
Dada la complejidad del tema, la autora sabiamente procura mantenerse alejada de algunas definiciones absolutas. Por ejemplo, defiende el rol de la mujer en el funcionamiento del hogar; de hecho, lo considera parte del diseño de Dios (pp. 35-36). Apoya la idea de que la mujer tiene una inclinación natural hacia el trabajo en casa. Aunque reconoce que los hombres «son capaces de dirigir un hogar, al igual que las mujeres pueden trabajar y liderar de manera eficaz» (p. 36).
Define a la mujer como «dadora de vida», pero en esta definición incluye a casadas, solteras, fértiles e infértiles (p. 30). Según su entendimiento de las Escrituras, el Señor ha llamado a las mujeres a ser madres, incluso si no tienen hijos biológicos. Su propósito de cultivar y promover vida se extiende a todas las personas a su alrededor.
De hecho, Fernández continuamente refuerza el rol de la mujer como ejemplo en Cristo para las niñas y adolescentes a su alrededor. Como vimos, entiende el hogar como campo misionero, sin importar la etapa de vida en que se encuentre la mujer (p. 156).
Precisamente por la consideración de la feminidad desde varios ángulos distintos, a veces se pierde de vista cuál es la verdadera convicción de la autora sobre el diseño de Dios para la mujer. Menciona características de la feminidad; admite que la mujer tiene un rol distinto al del varón por sus diferencias físicas, emocionales, intelectuales, hormonales, etc. (p. 27), a la vez reconoce que esas cualidades únicas de la mujer pueden expresarse de muchas maneras diferentes.
La autora cree en el diseño de Dios para la mujer (p. 71, 137, 179), y en la necesidad de modelarlo a otras niñas y adolescentes. Sin embargo, evita hacer proposiciones definitivas sobre cómo ese diseño se debe manifestar en una mujer cristiana y sobre cómo contrasta con el diseño del hombre. Para las lectoras, esto puede ser una oportunidad para discutir el tema a mayor profundidad con otras hermanas en Cristo.
Por otro lado, el libro presenta al feminismo como una ideología contraria a las Escrituras. Una ideología que ha permeado los hogares, tratando de convencer a la mujer de que el hogar y la maternidad las mantiene esclavizadas a un hombre y les impide realizarse como mujeres y ser productivas de manera empresarial o laboral (p. 44).
Aunque la autora está de acuerdo con algunas de las peticiones iniciales del feminismo, rechaza la forma en que tal ideología pretende alcanzarlas, pues desconoce la autoridad de Dios (p. 59). Sin embargo, este concepto de feminismo se asume más de lo que se explica. Por eso, probablemente este recurso será más útil para las mujeres creyentes que ya coinciden con tal percepción del feminismo.
En la actualidad, hay muchas voces sobre lo que una mujer debe y no debe ser. Femenina, no feminista ofrece una perspectiva bíblica, amplia y honesta sobre el tema. El Señor puede usar este recurso para traer aliento a mujeres que luchan con su identidad o con resentimiento hacia una sociedad que no aprecia la forma de expresar su feminidad.
El libro, además, expandirá su entendimiento de conceptos como «dadora de vida» o «cuidadoras del hogar». Este recurso también puede usarse en grupos pequeños de mujeres como material de discusión sobre los conceptos complejos de feminidad bíblica y feminismo. Después de todo, este es un diálogo que, sin duda, la iglesia necesita continuar con gracia y verdad.
Natacha Glorvigen
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/resenas/resena-libro-femenina-no-feminista/
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