

En València se ha encendido una chispa que va mucho más allá de un estreno: un micromusical que pone delante del espejo la incertidumbre laboral de quienes se suben al escenario. Ese latido tiene nombre propio, ‘No-Diva’ de Marta Estal, y ha irrumpido con tal fuerza en Russafa Escènica – Festival de Tardor que se ha llevado los dos premios principales, convirtiéndose en símbolo de talento, sátira y reivindicación.
El contexto en el que irrumpe esta pieza no es casual: el lema de la XV edición, «Pirueta con doble salto mortal hacia atrás», describe como pocas palabras el malabar cotidiano de un sector que crea, experimenta y se expone mientras sufre precariedad presupuestaria y ayudas tardías. La edición cerró con gran respuesta de público y, a la vez, con la sombra de que la orden de ayudas del IVC —de la que depende el 47% del presupuesto ejecutado— seguía sin resolverse al finalizar el festival.
‘No-Diva’: cuando el bel canto se mira al espejo de la incertidumbre
La pieza de Marta Estal nace de una idea tan brillante como cercana: una soprano con formación para aspirar a lo más alto que, en lugar de La Scala de Milán, termina cantando en una cafetería de Russafa. A partir de esa premisa, con humor fino, autoparodia sin condescendencia y un bel canto servido en cápsulas de proximidad, ‘No-Diva’ retrata la lucha cotidiana de la artista emergente que intenta hacerse un hueco sin perder la voz —literal y metafórica— en un mercado saturado.
Estal firma texto, dirección e interpretación, y engarza arias populares asociadas a Maria Callas con guiños contemporáneos que rebajan solemnidades y acercan la ópera a bocajarro. Quien asiste a ‘No-Diva’ disfruta de una distancia ínfima entre intérprete y público, percibe el riesgo de cada nota en espacios no convencionales y se contagia de esa energía que solo da el formato de micromusical cuando cabe en una tienda, una cafetería o un coworking.
La revelación no está solo en el ingenio, sino en la forma de hacer visible lo invisible: las renuncias, el encadenamiento de bolos, las audiciones infinitas, los encargos mal pagados. Todo ello hilado con la tradición teatral y una comicidad de proximidad que le habla tanto al espectador profano como al avezado, y que explica por qué la conexión con el público ha sido tan inmediata.
En palabras de la organización, Russafa Escènica es terreno fértil para probar lenguajes y asumir riesgos. ‘No-Diva’ lo confirma: en 30 minutos, y con una economía de recursos admirable, el montaje sugiere un largo aliento, abre puertas a su expansión escénica y ofrece una «cara B» del bel canto que pocas veces se puede disfrutar tan cerca y con tanta ironía. Ese carisma, esa versatilidad y esa puntería crítica explican el doble reconocimiento profesional que ha recibido la propuesta de Estal, premiada por partida doble en esta edición.
Dos premios que avalan el golpe de efecto
Por un lado, el jurado del ‘IX Premi de Dramatúrgia Fundació SGAE – Russafa Escènica’, presidido por la actriz y vestuarista María Poquet e integrado por la programadora y productora teatral Sara Rey y los dramaturgos, actores y directores de escena Chema Cardeña y Paula Llorens, subrayó de la pieza «su versatilidad, el riesgo, la conexión con el público y la especial sensibilidad del texto con la realidad de la lucha de los nuevos intérpretes». El galardón contempla una dotación de 1.000 euros y la colaboración del dramaturgo Xavi Puchades para acompañar la expansión del micromusical a una obra de una hora, con estreno en formato de lectura dramatizada previsto para febrero de 2026 en la sede de la SGAE en València.
Por otro lado, el ‘I Premi Llavor’ —concedido por programadores invitados al festival— también cayó del lado de ‘No-Diva’. En el jurado participaron, a nivel estatal, Jaume Gomila (director de la FIET, Fira de Teatre Infantil i Juvenil de les Illes Balears), Xabier Payá (director general de Cultura de Getxo y miembro de la junta de la Red de Teatros, Auditorios y Festivales de Titularidad Pública) y Joan Negrié (director artístico del FITT, Festival Internacional de Teatre de Tarragona). Y, desde la Comunitat Valenciana, Isabel Cunyat (auxiliar en Benetússer de Programació Cultural), Silvia Martínez (Paranimf de la Universitat Jaume I de Castelló y Mostra de Teatre RECLAM), Josep Policarpo (Técnico de Cultura del Ayuntamiento de Alcoy y director de la Mostra de Teatre d’Alcoi) y Jacobo Pallarés (presidente de RIEE y director de Sala Inestable). Este panel destacó «la gran calidad de la propuesta, su dramaturgia completa, la brillantez vocal y una combinación redonda de humor y virtuosismo» que acercan al público una reflexión innovadora sobre la ópera, sin perder la frescura ni el colmillo crítico.
Ambos reconocimientos apuntan algo esencial: ‘No-Diva’ dialoga con la tradición desde el presente, y su naturaleza modular facilita su crecimiento sin traicionar su espíritu. En esa intersección entre oficio y atrevimiento, Russafa Escènica cumple su papel de vivero y trampolín, abriendo camino a la profesionalización de creadoras emergentes que encuentran en el festival un entorno real de visibilidad, acompañamiento y programación.
El contexto del festival: cifras, sedes y vocación de riesgo
La XV edición de Russafa Escènica —celebrada durante 11 días— desplegó 23 espectáculos (16 de ellos, estrenos absolutos) y un total de 193 funciones, con 101 citas colgando el cartel de «entradas agotadas». La ocupación media alcanzó el 83,4%, 2,1 puntos más que el año anterior, mientras que se vendieron 5.222 entradas de las 6.429 ofertadas en las funciones que las requerían. En paralelo, se organizaron 12 actividades complementarias —10 de ellas dirigidas a profesionales— que convocaron a 594 personas, y de ese bloque sectorial, 9 sesiones completaron aforo, señal inequívoca de interés y demanda de formación y networking, un termómetro claro de la salud del tejido.
El festival ocupó varios barrios de València y sedes públicas y privadas como El TEM, La Mutant, La Rambleta, Sala Russafa, Sala Círculo, el CCCC, La Beneficencia o la Nau 3 Ribes. También colonizó tiendas retro, academias, inmobiliarias, cafeterías, coworkings y restaurantes del barrio de Russafa para alojar piezas breves en espacios no convencionales, ese formato icónico que define su ADN. En esas condiciones, la experiencia del público adquiere una intensidad única, porque la cercanía modifica el pulso de la escena, y cada función vibra en diálogo con el lugar y la audiencia.
«Cada año sentimos la presión de configurar una programación que esté al nivel —o más— de las últimas ediciones», admite el director artístico Jerónimo Cornelles. Con 16 estrenos absolutos de 23 títulos, la apuesta implicaba fe en las y los creadores, muchos de ellos con primeras experiencias de escritura o dirección; la recompensa ha sido una cosecha de propuestas valientes, capaces de atraer nuevos públicos y abrir lenguajes.
Para Cornelles, las artes escénicas valencianas se sostienen en una base sólida de profesionales consolidados y en una cantera exuberante de talento joven. La organización abre cada mayo una convocatoria para recibir candidaturas con las que armar el siguiente año, y lo hace asumiendo un riesgo financiero descomunal —como ellos mismos señalan—, porque la orden de ayudas del IVC en curso no se resolvió a tiempo, afectando a casi la mitad del presupuesto ejecutado. En ese marco, la cultura se produce mientras se reclama estabilidad.
En lo operativo, Russafa Escènica movilizó a unas 140 personas, entre las que se contaron 71 profesionales de las artes escénicas implicados en una programación con piezas locales, nacionales e internacionales. La proyección no se queda en los días del festival: el programa Vía Escènica garantizará en 2026 una gira autonómica de los espectáculos breves por diez municipios de la provincia de València —Alaquàs, Alboraia, Aldaia, Alfafar, Almussafes, Alzira, Benifaió, Foios, Quart de Poblet y Rafelbunyol—, encadenando procesos de mediación y exhibición que ensancharán el alcance de los montajes nacidos en el barrio.
Quince ediciones, una identidad y un reclamo a las instituciones
Más allá de la foto fija de este año, el festival ha estrenado 323 espectáculos a lo largo de su trayectoria y su programación ha sido disfrutada por casi 93.400 personas. La cifra dimensiona su impacto como dinamizador cultural, captador de nuevos públicos y laboratorio de prácticas escénicas, a pie de barrio y de ciudad. De ahí que la organización vuelva a pedir a las instituciones que refuercen la colaboración público–privada y que apoyen de forma efectiva iniciativas surgidas del propio sector, que demuestran año tras año su capacidad para movilizar audiencias y generar comunidad.
De hecho, la edición cerró con 5.766 personas entre programación y actividades paralelas, consolidando la marca de Russafa Escènica como plataforma de descubrimiento. El lema «Pirueta con doble salto mortal hacia atrás» funcionó como metáfora y como aviso: se programa con excelencia y se sostiene el pulso, pero se hace equilibrios para subsistir. Por eso quizá haya resonado tanto una pieza como ‘No-Diva’, que, con su humor y su filo, pone palabras y música a una realidad compartida por tantas y tantos trabajadores de la cultura.
Un ecosistema en movimiento: programación, salas y otras propuestas
La actividad escénica y cultural de la ciudad y su entorno alimenta y es alimentada por el festival. Sala Russafa, por ejemplo, arrancó su XV temporada el 18 de septiembre y levantó el telón con ‘La reina pirata’, firmada por Marta Salinas y dirigida por José Zamit, un signo de continuidad de la sala con el tejido de Russafa Escènica tras quince años de complicidad y vecindad.
En la misma lógica de red territorial, la IV edición de Vía Escènica activó en julio residencias creativas en diez municipios, donde el equipo del festival guio sesiones de mediación con grupos de observación formados por vecinas y vecinos. Esos grupos, en septiembre, seleccionaron dos espectáculos más del programa para representarlos en su localidad, integrando la decisión cultural en la vida de cada municipio y reforzando los lazos entre creadores y ciudadanía.
El sector, sin embargo, no vive aislado de lo coyuntural. La DANA afectó a una treintena de empresas de artes escénicas —compañías, salas y servicios técnicos—, golpeando infraestructuras y programación. Aun así, los profesionales insistieron en seguir trabajando y reorganizando calendarios para recuperarse de las pérdidas, otro síntoma de resiliencia colectiva en un oficio acostumbrado a los contratiempos.
La ciudad también se mueve al ritmo de otros festivales independientes que despiertan tras el verano: La Mutant fue sede en septiembre de nuevas ediciones de Truenorayo Fest, Russafa Escènica y Circuito Bucles, una tríada que perfila cada temporada un mapa de propuestas musicales, escénicas y de danza contemporánea. Desde ahí se reconfigura el pulso cultural de València con una cadencia de estrenos, residencias y diálogos entre disciplinas.
El festival venía ya de interpelar a su tiempo. En la XIV edición, bajo el lema ‘Fins ací arribarà la mar’, se presentaron más de 30 propuestas con 14 estrenos absolutos, y se reiteró el lamento por la incertidumbre de algunas ayudas institucionales aún sin resolver que condicionaban el horizonte presupuestario. Ese contexto explica que títulos como ‘No-Diva’ no surjan en el vacío, sino como parte de una conversación sostenida sobre la sostenibilidad del sector.
La programación de salas y nombres propios ilustra igualmente la diversidad y el compromiso: ‘Princeses, cavallers i dracs. El dia que deixàrem de ser xiquets’, de Jerónimo Cornelles y Guadalupe Sáez, aterrizó en el Teatre Principal para enfocar a la adolescencia en su tránsito hacia la responsabilidad adulta; por su parte, ‘Arcángeles’, de Chema Cardeña, condensó ochenta años de acoso y persecución al colectivo de hombres homosexuales, tejido en historias inspiradas en personas reales, un recordatorio de que la escena también es memoria y denuncia.
El propio festival ofreció contrastes elocuentes, como contaba una crónica de la casa en su primer día de expedición: ‘Holocausto’, de Álvaro de la Merced, frente a ‘Niño Ausente’, de Juan Mandli. Dos ‘Viveros’ situados en polos, la voz en presente de una juventud hipercreativa frente al cuerpo que mira al pasado en gesto de despedida. Con estos contrapuntos, se asienta la idea de que Russafa Escènica escucha lo real y lo ficcional en todas sus edades, en diálogo con espacios y públicos.
El movimiento cultural no se circunscribe a la escena. En artes plásticas, la Galería Rosa Santos acogió ‘After Opalka’, de Joan Sebastián, prolongando el gesto conceptual de Roman Opalka de numerar, uno a uno, hasta el infinito. En el IVAM, en colaboración con el Museo Reina Sofía, una amplia retrospectiva de Soledad Sevilla —‘Ritmos, tramas, variables’— reunió más de un centenar de obras desde los años 60 hasta hoy, siempre «a la búsqueda de lo inacabado». Ambos hitos subrayan la continuidad entre experimentación, memoria e institución.
El audiovisual sumó sus propios hitos: la Filmoteca de Cantabria programó un ciclo sobre la «Evolución del cine fantástico», incluyendo títulos icónicos como ‘2001: una odisea del espacio’ de Stanley Kubrick o ‘Matrix’ de los Wachowski, y otro dedicado al cine polaco realizado por mujeres que viajará a València, Madrid y Murcia, entre otras ciudades. En ese mismo latido, la Filmoteca de València recibió el preestreno del séptimo largometraje de la cineasta argentina Albertina Carri, ‘¡Caigan las rosas blancas!’, presentado antes en Rotterdam, donde vuelve sobre búsquedas formales arrancadas en trabajos anteriores, demostrando una vez más que el cine, como la escena, es territorio de riesgo.
Alrededor de la obra de Carri giró también el ensayo ‘La rabia’ (tercer largo de ficción de la directora), volumen de la Colección Cine de Ediciones Contrabando escrito por Michèle Soriano, investigadora y apasionada de su filmografía. Además, en el ámbito del compromiso social y la divulgación, el cómic interactivo ‘La biosfera que nos une’ acercó a la juventud valenciana el trabajo de la ONG Cesal en la Reserva de la Biosfera Transfronteriza haitiano-dominicana, con la creatividad de Carlos Valles, Rubén Rico, Sara Ruiz, Alba López y Álvaro Serrano, un ejemplo de cómo se cruzan narrativas y territorios para educar y sensibilizar.
Más orbitando el gran público, CaixaForum València presentó ‘Top Secret’, un recorrido por la historia del espionaje en el cine, desde los relatos clásicos del siglo XX hasta las reinterpretaciones modernas del género. En paralelo, Panorama Flamenco regresó al Teatre Talia con un cartel de altura con Pedro El Granaíno, Alba Molina, el Ballet Flamenco de Barcelona y el ‘Tándem’ de Daniel Caballero y Nerea Carrasco, reforzando la idea de que la ciudad late en varios compases a la vez y que la escena convive con otras artes en un mismo ecosistema.
También merece recuerdo la figura de Deva Sand, artista e investigadora francesa, directora de la plataforma cultural Centro Calima en Gilet (València) y comisaria de Calima’RT, fallecida a los 57 años. Su proyecto, definido en vida como «un destello de luz», simboliza la voluntad de tejer comunidad artística desde lo local con mirada internacional, una intuición muy cercana a la filosofía de Russafa Escènica.
Por qué ‘No-Diva’ se ha convertido en referencia inmediata
El éxito de ‘No-Diva’ no se explica solo por su excelencia técnica o la valentía de su planteamiento. Se explica porque encapsula un sentimiento colectivo con una forma ligera y certera, sin victimismo y sin perder la risa. Su autora y protagonista, Marta Estal, ha sabido jugar con los códigos del bel canto, citar con astucia arias populares asociadas a Maria Callas y, a la vez, traer a tierra una historia de esfuerzo que es la de tantas colegas. Ese equilibrio hace que la pieza funcione en un bar de barrio y sea susceptible de crecer a una hora de duración sin perder su ADN. En otras palabras, es un formato-mensaje redondo que el festival supo detectar y abrazar.
Que los jurados técnicos y los programadores coincidieran en distinguir la obra ilustra otro punto: el mercado busca propuestas de calidad con identidad propia que conecten de verdad con la audiencia. El acompañamiento de Xavi Puchades en el proceso de ampliación de la obra y la lectura dramatizada prevista para febrero de 2026 dibujan una hoja de ruta clara, donde la experimentación del corto formato se convierte en trampolín para circuitos más amplios sin perder la esencia de proximidad que la hizo brillar.
En la suma de cifras —5.766 asistentes, 193 funciones, 83,4% de ocupación, 12 actividades paralelas con 594 participantes— y en la suma de gestos —convocatorias abiertas, redes con salas, acompañamiento a autorías—, Russafa Escènica reafirma su papel de plaza central de las artes escénicas contemporáneas en València. Con equipos de 140 personas y 71 profesionales artísticos, y con la proyección de Vía Escènica en 2026 por diez municipios, no solo presenta un programa: articula un ecosistema donde piezas como ‘No-Diva’ no son casualidades, sino consecuencias lógicas de un hábitat vivo.
Sin moralinas, lo que deja esta edición es la certeza de que el riesgo compensa cuando hay escucha, mediación y oficio, y que la precariedad, nombrada sin eufemismos, no impide celebrar una cosecha excelente. ‘No-Diva’ ha dado con el tono de una época y con la forma de un futuro posible: más cercano, más híbrido, más valiente. En ese camino, la invitación a sostener y proteger lo que funciona —desde las instituciones y desde el público— suena tan afinada como las arias que, en una cafetería de Russafa, nos recordaron por qué seguimos yendo al teatro.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/micromusicales-y-precariedad-no-diva-sacude-russafa-escenica/
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