

Hace un cuarto de siglo, el 2 de noviembre de 2000, se abrió por primera vez la escotilla para una tripulación de larga duración en la Estación Espacial Internacional (EEI). Desde entonces, la presencia humana en este laboratorio orbital ha sido ininterrumpida, consolidando un proyecto que ha unido a agencias y países a pesar de tensiones en la Tierra.
Mientras se conmemora este hito, la NASA prepara la retirada controlada a comienzos de 2031 y allana el camino a estaciones comerciales. Europa —con la ESA y una destacada aportación italiana en módulos habitables— ha sido y seguirá siendo pieza clave en esta etapa de transición.
Una tripulación permanente desde 2000
La primera expedición estuvo compuesta por Bill Shepherd (EE. UU.) y los cosmonautas Sergei Krikalev y Yuri Gidzenko, que llegaron a bordo de una Soyuz, parte del programa espacial soviético, y permanecieron cerca de cinco meses (136 días). Aquel inicio, en una estación aún austera, arrancó una colaboración sin precedentes.
Desde entonces, según el recuento de la NASA, han pasado por la EEI alrededor de 290 personas de 26 países, con equipos actuales que combinan Estados Unidos, Rusia, Japón y socios europeos. La cooperación entre agencias —NASA, Roscosmos, ESA, JAXA y CSA— se mantiene operativa y fluida a nivel técnico.
El turismo orbital abrió una nueva etapa cuando Dennis Tito pagó su propio viaje en 2001. Rusia siguió llevando clientes privados y, con los años, la NASA también ha autorizado tripulaciones comerciales para estancias breves. La veterana Peggy Whitson, primera mujer que comandó la estación años atrás, ha liderado recientemente misiones privadas.
El papel europeo ha sido notable: buena parte de los módulos presurizados se fabricaron en Italia y astronautas como Umberto Guidoni, Roberto Vittori, Paolo Nespoli, Luca Parmitano o Samantha Cristoforetti se han convertido en referentes. España, como estado miembro de la ESA, participa a través de programas y cargas útiles y apoya a astronautas españoles en el marco europeo.
Vida a bordo: rutina, ejercicio y momentos humanos
La estación ha pasado de ser un lugar oscuro y húmedo en sus inicios a un complejo del tamaño de un campo de fútbol con múltiples laboratorios. Hoy dispone de ventana panorámica (Cúpula) para observar la Tierra y de teléfono con internet para uso personal, hasta el punto de que muchos la describen como casi “un hotel de cuatro estrellas” en órbita.
Para mantenerse sanos en microgravedad, los tripulantes entrenan alrededor de dos horas diarias. Emplean equipos como el ARED (resistencia sin pesas), la cinta T2 con arneses y la bicicleta CEVIS. Sin gravedad, el cuerpo pierde masa ósea —aprox. un 1% al mes— y el ejercicio se vuelve esencial.
No todo es comodidad: aún no hay ducha ni lavandería a bordo; se recurre a baños de esponja y la ropa sucia se desecha. Los invernaderos han aportado color y nutrición cultivando chiles y zinnias; incluso se han probado una máquina de espresso y un pequeño horno para galletas.
La EEI también ha dejado espacio a la cultura y a los gestos simbólicos. El canadiense Chris Hadfield interpretó música desde la cúpula, y un balón de fútbol con historia —vinculado al Challenger— ha flotado como recuerdo y homenaje. No han faltado desafíos lúdicos improvisados, siempre bajo estrictas normas de seguridad.
La vida personal tampoco se detiene: a lo largo de estos años, algunos astronautas se han casado o han sido padres durante sus estancias. Entre ellos, Mike Fincke vivió el nacimiento de un hijo mientras orbitaba la Tierra.
Ciencia en microgravedad
En la EEI se han realizado miles de experimentos que no serían posibles en el suelo: ciencia de materiales, biología, fisiología humana, física de fluidos y más. Europa ha impulsado numerosos proyectos en el laboratorio Columbus y en racks compartidos, con resultados aplicables a salud, industria y medio ambiente.
La medicina en órbita ha dado pasos pioneros, como el diagnóstico y tratamiento remoto de un coágulo en la vena yugular de un astronauta, supervisado desde la Tierra hasta su retorno seguro. Estos casos han perfeccionado protocolos clínicos para futuras misiones de larga duración.
Entre los hitos destaca el estudio de gemelos de la NASA, comparando durante un año la adaptación de Scott Kelly en órbita con la de su hermano Mark en tierra. Además, el espectrómetro de partículas instalado vía transbordador amplió el alcance de la física de altas energías y ha seguido actualizándose.
Incidentes, mantenimiento y envejecimiento de la estación
Las operaciones nunca son rutinarias. Entre los tropiezos más serios figuran el casi ahogamiento de un astronauta durante una caminata, la pérdida temporal de control tras un acoplamiento, pequeñas grietas y fugas de aire y la amenaza creciente de la basura espacial, que obliga a maniobras de evasión.
Con el paso del tiempo, la radiación y los micrometeoritos castigan los materiales y elevan las necesidades de mantenimiento. Las actividades extravehiculares (EVA) han sido fundamentales para montar, reparar y actualizar el complejo, un esfuerzo continuo en el que los socios —incluida Europa— han aportado experiencia y hardware.
Transición al sector privado y el papel de Europa
La NASA ha adjudicado a SpaceX el dispositivo de desorbitado, con un contrato cercano a los mil millones de dólares, en el marco de los lanzamientos espaciales. El plan contempla acoplar un vehículo de alta capacidad y guiar la estación a una reentrada controlada sobre el Pacífico a comienzos de 2031, evitando dejar residuos en órbita.
En paralelo, Axiom Space acoplará un módulo que, antes del final de la EEI, se separará para convertirse en el núcleo de una estación comercial. Otras empresas desarrollan conceptos propios, mientras Crew Dragon sustituyó al transbordador en 2020 y las Soyuz continúan operando en rotaciones y carga.
Europa aspira a mantener una presencia humana continuada en órbita baja: la experiencia industrial —especialmente en módulos italianos— y el legado del ATV europeo, junto al laboratorio Columbus, sitúan a la ESA como socio relevante de esta nueva economía orbital, con opciones para instrumentos, servicios y futuras infraestructuras.
Un cuarto de siglo después de la llegada de la Expedición 1, la EEI simboliza cooperación, ciencia aplicada y capacidad de adaptación. Entre hitos científicos, una vida cotidiana única y una retirada ya planificada, el proyecto ha sentado las bases para la próxima etapa: estaciones comerciales, misiones internacionales y preparación tecnológica para ir más lejos, hacia la Luna y Marte.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/estacion-espacial-internacional-balance-hitos-y-futuro/
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