

La tradición oral ecuatoriana se alimenta de historias de espectros, pactos fallidos con el diablo y lamentos que han marcado a las ciudades por siglos.
El folclore ecuatoriano, especialmente en la Sierra y en la Costa, posee una rica y escalofriante colección de leyendas de horror. Estas historias, que combinan lo religioso, lo moral y lo macabro, se han transmitido por generaciones. Los relatos están profundamente ligados a la geografía y a la arquitectura de ciudades como Quito y Guayaquil, donde el pasado colonial sirve de escenario para estos mitos.
Las leyendas no solo buscan asustar. En su origen, cumplían una función social: advertir sobre los peligros de la noche, el vicio o la falta de fe. Aprovechamos estas fechas para recordar algunas de las narrativas más conocidas que alimentan el misterio de nuestro país.
La Dama Tapada
Esta leyenda es muy conocida en la región de la Costa, con especial arraigo en Guayaquil. El personaje central es una mujer de figura esbelta y elegante, siempre vestida de negro. Su característica principal es que mantiene su rostro completamente cubierto por un velo o un pañuelo, de ahí su nombre.
La historia relata que la mujer se aparece en las calles solitarias de la ciudad a altas horas de la noche. Su objetivo es atraer a hombres que deambulan solos o que salen de fiestas. Ella los seduce con su andar misterioso y los invita a seguir su camino.
El terror ocurre al llegar a un lugar apartado. La dama, finalmente, detiene la marcha y se destapa el rostro. Lo que se revela es una visión que paraliza. Las narraciones describen un rostro cadavérico, putrefacto, o una calavera con ojos encendidos. Los hombres que ven esta visión extrema suelen caer enfermos, desmayados, o mueren poco después a causa del horror.
Esta leyenda es una forma de advertir de los peligros de la noche y de dejarse llevar por el momento.

La Leyenda de Cantuña
Aunque es un relato de pacto con el diablo, esta es una de las leyendas más importantes de Quito. El protagonista, Cantuña, era un constructor indígena de la época colonial. A él le fue encomendada la construcción del atrio de la Iglesia de San Francisco en la capital.
La condición de este encargo era terminar la obra en un plazo imposible: antes de que llegara el amanecer. Desesperado al ver que no lograría cumplir con la fecha, Cantuña hizo un pacto con el diablo, quien prometió terminar la obra a cambio de su alma.
Cientos de pequeños diablillos trabajaron a una velocidad vertiginosa colocando las piedras. Cuando la última piedra estaba a punto de ser colocada, Cantuña gritó que el tiempo había terminado. El constructor se acercó a la pared y señaló que faltaba una sola piedra, la cual él había logrado esconder. Como el pacto exigía la obra completamente terminada, el diablo no pudo reclamar el alma del indígena y se marchó furioso.

El Padre Almeida
Esta leyenda colonial, originada en Quito, combina elementos religiosos con la vida nocturna. El personaje es un fraile joven, alegre y con gusto por el licor, llamado Padre Almeida.
El fraile tenía por costumbre escaparse del Convento de San Diego para ir a beber y divertirse por las noches. Para saltar el muro, usaba una vieja escalera y se apoyaba en un crucifijo en el atrio. Una noche, mientras saltaba, escuchó que la figura de Cristo en el crucifijo le preguntaba: «¿Hasta cuándo Padre Almeida?».
La respuesta del fraile, sin inmutarse y debido a su costumbre, fue: «Hasta la vuelta, Señor». Y continuó con su escapada. La leyenda concluye con el arrepentimiento del fraile. Un suceso macabro o el recuerdo de la voz del Cristo lo hizo cambiar de vida, convirtiéndose en un religioso devoto y respetado por todos.

La Llorona
Si bien esta historia tiene presencia en casi toda Latinoamérica, tiene variaciones específicas en Ecuador.
Este espectro es el alma en pena de una madre que deambula en la noche, lamentándose y gritando con gran dolor.
Se cuenta que la mujer, en un acto de locura o desesperación, ahogó o asesinó a sus propios hijos, y por su crimen, fue condenada a vagar eternamente buscando a sus niños. Sus gritos, que suenan como lamentos espeluznantes, se escuchan cerca de ríos, lagunas o quebradas.
Nuestras leyendas enriquecen nuestra cultura ecuatoriana
Las leyendas están intrínsecamente ligadas a lugares específicos de las ciudades, como la Iglesia de San Francisco o el cementerio de Guayaquil. Al escuchar la historia del Padre Almeida o de Cantuña conectamos emocionalmente con algo nuestro, algo que vemos a diario o que forma parte de nuestra cotidianidad. El lugar deja de ser una simple construcción y se convierte en un escenario vivo de historia y mito.
Estas narraciones populares refuerzan la identidad local y regional. La Dama Tapada se considera un símbolo de Guayaquil, y sus características reflejan el ambiente de la Costa, creando un folclore único que distingue a una región de otra. Las leyendas actúan son pilares de nuestra identidad ecuatoriana y nos brindan una rica herencia narrativa.
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