

Las casas de tres alturas han pasado de ser una solución meramente funcional a convertirse en un auténtico laboratorio de diseño donde estructura, luz, materiales y vida cotidiana se entrelazan con una naturalidad sorprendente. En estas viviendas se pone a prueba la capacidad de los arquitectos e interioristas para conectar niveles, ordenar circulaciones y crear atmósferas que cambian a lo largo del día. Más allá del número de plantas, la clave está en cómo se integran los espacios y en la forma en que se experimentan.
En las siguientes líneas recorremos, de cabo a rabo, varios enfoques reales sobre cómo resolver una casa distribuida en tres niveles: desde una vivienda de 300 m² donde la fluidez manda, pasando por una casa que desciende la ladera en secciones de 80 centímetros, hasta una reforma integral en Barcelona que repara un desorden estético con criterio y elegancia, y un proyecto mexicano que desplaza volúmenes para invitar a la naturaleza a entrar. Todos comparten un hilo conductor: la búsqueda de luz natural, la personalización a medida y la relación sensible con el entorno.
Qué entendemos por una casa de tres alturas hoy
Cuando hablamos de una vivienda organizada en tres plantas, no basta con apilar usos; el valor real está en el recorrido, los vacíos y los encuentros. En proyectos bien resueltos, la escalera “desaparece” como simple elemento de conexión y pasa a ser pieza vertebral del proyecto, casi una escultura habitada. La circulación vertical se convierte en experiencia espacial, invita a mirar, enmarca vistas y filtra la luz.
Otra constante es la versatilidad. Las familias cambian, y los espacios deben responder sin forzar mudanzas ni reformas continuas. Por eso triunfan las soluciones abiertas con elementos móviles, muebles a medida y zonas intermedias que funcionan como colchón entre lo público y lo privado. Adaptabilidad, calidez y detalle de carpintería fina son, hoy, palabras mayores en la vivienda contemporánea en tres niveles.

Fluidez espacial y diseño a medida en 300 m²
En una vivienda de nueva construcción de 300 metros cuadrados y tres alturas, la interiorista Helena Cánovas persigue una idea muy clara: que el espacio fluya y se adapte al momento vital de sus habitantes. No se trata de acumular estancias, sino de permitir que cada zona se abra o se cierre según convenga, con una distribución retocada desde obra para alcanzar esa flexibilidad. La premisa: un interior limpio y único, pero cálido, con un sinfín de detalles personalizados.
El elemento más emblemático es una escalera ligera, con peldaños en vuelo y barandilla de vidrio, que se integra en el salón casi sin hacer ruido, como si siempre hubiera estado ahí. En lugar de esconderla, se pone en valor su levedad y la transparencia del cristal, multiplicando las entradas de luz y conectando visualmente las tres plantas. La escalera no separa, cohesiona; actúa como pieza articuladora del proyecto.
Los materiales marcan el tono: madera de roble claro y piedra natural, un tándem que equilibra nobleza y durabilidad, conviven con texturas textiles cálidas como lino y seda, y con papeles pintados que aportan profundidad en paramentos selectos. Nada es estridente, todo suma por capas. La paleta, sin excesos, busca serenidad táctil y visual, apoyándose en la luz y en la materia.
La personalización llega hasta el último rincón con piezas diseñadas a medida: una mesa de comedor que ancla la zona de día, una isla de cocina revestida íntegramente en piedra natural –un bloque que dialoga con suelos y encimeras–, lavabos de baño concebidos ex profeso y mesitas de centro en mármol veteado en blancos y negros, guiños cromáticos que remiten a la base neutra de la planta baja. El mobiliario a medida remata la sensación de hogar hecho a la carta, sin soluciones estándar.
El conjunto se completa con textiles bien elegidos y una iluminación que no roba foco: se evita el artificio, se prioriza la atmósfera. Así, el proyecto responde a la idea original de sus clientes, que pedían calidez y continuidad, pero con una identidad reconocible. La casa respira orden, pero también naturalidad; no hay rigidez, hay criterio.
Tres niveles que siguen la pendiente: arquitectura como topografía
En la ladera de una pequeña montaña, entre dos calles situadas al este y al oeste con un desnivel de 16 metros entre ambas, se plantea una vivienda cuyo mayor acierto es abrazar la geografía en lugar de negarla. En el entorno se observan dos soluciones habituales: ganar terreno artificial para edificar en plano o excavar para generar un sótano. Aquí se toma otra ruta: acercar la vida a la pendiente y a su naturaleza cambiante. El proyecto deja de imponerse al terreno para dialogar con él, sección a sección.
La base se resuelve mediante tres escalones estructurales que descienden 80 centímetros cada uno, de este a oeste, siguiendo la inclinación. Esos niveles no son un capricho: ordenan usos, encauzan el agua subterránea sin bloquearla y estabilizan la casa con una presencia sincera. El nivel intermedio concentra la mayor parte de funciones –incluidos los baños– y se convierte en el verdadero corazón doméstico. La sección manda y, gracias a ella, la distribución resulta lógica y confortable.
En el lado este, el escalón más alto se comporta como filtro entre la calle y el interior: un porche de acceso que, además, se introduce 90 centímetros hacia la vivienda para resolver, a cota de calle, un mostrador de cocina, una mesa de estudio para los peques y el rellano que da pie a la escalera que sube al segundo piso. Con este gesto, se establece una relación vecinal adecuada, ni exhibicionista ni hermética. El espacio intermedio construye cortesía urbana y privacidad a la vez.
Al oeste, el escalón se proyecta en vuelo a modo de terraza que parece sumergirse entre los árboles, aprovechando al máximo la brisa y el sol amable que filtra la vegetación. Grandes huecos enfatizan ese vínculo: una apertura de 3,6 x 2,2 metros al este y otra de 5,4 x 3 metros al oeste, que enmarcan el paisaje como si fueran cuadros habitables. Las proporciones de los vanos están afinadas para captar luz y vistas sin deslumbrar ni sobrecalentar.
Frente a esas zonas de transición se integran accesorios y mobiliario de madera que pueden “ocultarse” en las paredes, reforzando la condición cambiante de los ambientes. Al sumar escalones, elementos en voladizo y piezas de carpintería en un mismo sistema, la casa deja de ser un objeto aislado para convertirse en una pequeña topografía doméstica. Sutileza estructural y calidez material trabajan en equipo para domesticar la pendiente.
Este proyecto, con un área total de 115 m² y construido en 2018, se apoya en proveedores y marcas que garantizan performancia y fiabilidad técnica. La precisión del detalle se nutre de materiales y sistemas de calidad contrastada.
- Área: 115 m²
- Año: 2018
- Proveedores y marcas: Acor, Hygolet de México, Nemetschek, Panasonic, Sanwa, Tokyo-Koei, Toto
A nivel visual, el reportaje incorpora abundantes imágenes que permiten entender el proyecto por dentro y por fuera sin perder el hilo del planteamiento seccional. Aunque aquí nos centramos en los conceptos principales, el conjunto gráfico ayuda a apreciar cómo cada escalón y cada apertura encuentran su sitio. Ver cómo la luz recorre los niveles confirma la eficacia de la estrategia de sección.
Reforma integral en Barcelona: orden cromático y carácter
En una de las zonas más cotizadas de Barcelona, una casa de tres plantas y 450 m² necesitaba una puesta a punto. El interiorista Abel Pérez Gabucio, al frente de Àbag Studio, se encontró un interior con capas de intervenciones previas que, sumadas, habían perdido coherencia. El reto: intervenir con visión global sin invadir, como quien renueva el corte de pelo en el momento justo. La propuesta reordena, rejuvenece y respeta aquello que aún funcionaba.
El primer gesto fue fijar un telón de fondo cromático unificado. Se instaló un pavimento de roble ahumado muy oscuro, casi negro, que recorre toda la casa y otorga continuidad. Las paredes alternan entre un blanco roto muy suave y un ocre cálido que aporta personalidad sin estridencias. El contraste entre suelo y paramentos, lejos de endurecer, suma calidez. La casa gana carácter con una paleta sobria y bien balanceada.
El salón-comedor se articula en dos niveles. En la zona de estar, dos sofás iguales dispuestos en L rodean una mesa escultural de mármol y cristal, componiendo un paisaje cómodo y elegante. La diferencia de cotas permite mirar el comedor desde el estar, generando un diálogo visual entre ambos sin necesidad de tabiques. La pieza central en piedra y vidrio actúa como punto de anclaje de la zona de día.
El estudio combinó recuperar piezas existentes –tapizando de nuevo algunas, lacando otras– con el diseño de mobiliario exclusivo cuando el mercado no ofrecía lo necesario. Esta mezcla consigue una estética personal, nada de catálogo, con soluciones hechas a medida para cada uso. La autoría se percibe en el detalle, pero sin que el conjunto pierda naturalidad.
Entre salón y comedor se ideó un tercer ambiente, casi como una reinterpretación contemporánea de un salón de té: dos chaise-longues enfrentadas, tapizadas en terciopelo negro, se posan sobre una alfombra de lana y seda en tono ocre que delimita el área. Dos esculturas flanquean el conjunto, subrayando el gesto. Este microespacio actúa de bisagra entre usos y aporta un toque ceremonial muy doméstico.
La casa da para mucho, incluyendo una sala de televisión pensada para disfrutar en familia o con amigos. Allí, dos chaise-longues gemelas, cojines caqui y morados, y un puf que hace de mesa de centro configuran una estancia acogedora, simétrica y flexible. Una lámpara de pie de Arne Jacobsen pone la nota de diseño nórdico atemporal. La simetría ordena, la iluminación puntual acaricia el ambiente.
Para alojar el televisor y ordenar equipos, se ejecutó una estantería de obra a medida, integrada con la arquitectura y alineada con la paleta de materiales. Este gesto evita piezas auxiliares añadidas y refuerza la limpieza visual del conjunto. La carpintería fija bien diseñada ahorra ruido y suma funcionalidad.
Conectar las tres plantas se resolvió con una escalera de huellas en madera de roble y barandilla de vidrio transparente con pasamanos de acero integrado. La elección no es solo estética: el cristal deja pasar la luz natural, y el pasamanos integrado evita interrupciones visuales. El resultado es una pieza elegante y casi escultórica que no roba protagonismo a la arquitectura. Ligereza y seguridad van de la mano cuando se detalla con mimo.
En los dormitorios se buscó una atmósfera serena y equilibrada. Maderas nobles y tapicerías en contraste trabajan con una paleta que se repite intencionadamente –morados, grises, ocres–, hilando el discurso del resto de la casa. Nada chillón, todo medido para favorecer descanso y bienestar. La coherencia cromática actúa como hilo conductor del proyecto completo.
Tres Cubiertas en Monterrey: patios, luz y un árbol que manda
La Casa Tres Cubiertas, del estudio mexicano ARKRAFT en San Nicolás de los Garza (área metropolitana de Monterrey), parte de un gesto volumétrico claro: tres prismas rectangulares atraviesan una parcela entre medianeras. Al desplazar esos volúmenes entre sí aparecen patios que oxigenan el conjunto, mejoran la ventilación cruzada y llevan luz natural a estancias que, de otro modo, dependerían en exceso de la fachada. Los patios son el pulmón de la vivienda y la costura entre interior y exterior.
En uno de esos vacíos se conserva un , que dialoga con las superficies de la casa y proporciona sombra natural. No se “mete” un árbol en el proyecto, se evita expulsar el que ya existía. Este respeto por lo vivo se nota después en confort y en identidad: la casa no sería la misma sin su compañía vegetal. El árbol regula microclima y da carácter, una decisión tan sensata como poética.
La disposición transversal de los cuerpos y la alternancia llenos-vacíos permiten que cada estancia tenga su momento de luz durante el día, reduciendo la dependencia de la iluminación artificial. Además, el patio actúa como una estancia más, a medio camino entre refugio y expansión. Arquitectura y naturaleza no compiten; se refuerzan mutuamente.
Datos prácticos, materiales y estrategias que funcionan
Hay patrones que se repiten en estos proyectos, y no es casualidad. La madera –roble claro o ahumado– ofrece calidez, envejece con dignidad y, bien protegida, soporta el trote diario sin problema. La piedra natural, bien sea en suelos, encimeras o piezas singulares, aporta masa, inercia térmica y un punto de nobleza atemporal. El vidrio en barandillas, si se diseña con criterio, no es solo “para que se vea bonito”: libera la luz y aligera visualmente los recorridos. Materia honesta, bien colocada, es inversión a largo plazo.
En cuanto a la sección, resolver cambios de cota con escalones estructurales –como en la casa de la ladera– evita movimientos de tierra excesivos y respeta los flujos de agua. Eso sí, exige precisión: cotas controladas, encuentros bien rematados y un estudio fino del soleamiento y la ventilación. La sección es el “plano maestro” que gobierna confort, vistas y eficiencia.
El mobiliario a medida no es un capricho, es la forma de sacar partido a huecos complicados, resolver almacenaje sin saturar y asegurar proporciones armónicas. Cuando se combina con piezas de diseño puntuales (una lámpara icónica, una mesa bien elegida), el conjunto gana en identidad. Medida justa: ni todo a medida ni todo de catálogo, balance consciente.
En proyectos con mucha superficie acristalada, conviene cuidar control solar, ventilación cruzada y, si procede, vidrios con prestaciones adecuadas. Abrir grandes huecos como los de 3,6 x 2,2 m y 5,4 x 3 m exige estudiar marcos, sombreamiento y privacidad. Cada ventana es una máquina de luz y aire: si se detalla mal, se nota; si se acierta, se disfruta.
Experiencia digital y privacidad al consultar proyectos
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Al final, estas tecnologías no tienen relación directa con el diseño de la casa, pero sí con cómo la conocemos: poder ver fotos en alta calidad, navegar sin cortes y guardar preferencias mejora la forma en que entendemos los proyectos. La difusión digital del trabajo arquitectónico también requiere una “arquitectura” de datos bien pensada.
De los casos repasados se desprenden varias certezas: la escalera puede ser corazón y no obstáculo; la topografía, si se la respeta, ofrece respuestas afinadas; la personalización, bien encauzada, evita excesos y descansa en materiales honestos; y los patios, los filtros intermedios y la vegetación ponen la vida en el centro. Una casa de tres alturas no se mide en plantas, se mide en la calidad de sus transiciones, su luz y su capacidad para acompañar a quien la habita.
Postposmo
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/casas-de-tres-alturas-proyectos-reales-materiales-y-estrategias-para-vivir-a-distintos-niveles/
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