

Cada año, el 31 de octubre, millones de personas en el mundo celebran Halloween. Lo presentan como una noche de disfraces, dulces y diversión inocente. Sin embargo, para quienes conocen la Palabra de Dios, no se trata solo de un juego. Detrás de cada máscara y cada símbolo hay un mensaje espiritual que distorsiona la verdad y alimenta lo que el Señor llama “las obras de las tinieblas”.
La raíz espiritual del Halloween.
El origen de Halloween proviene del antiguo festival celta Samhain, una celebración dedicada a los espíritus de los muertos. Con el tiempo, se mezcló con costumbres paganas y se camufló bajo formas modernas que parecen inofensivas. Pero su esencia no ha cambiado: es una exaltación del miedo, la muerte y lo oculto.
El enemigo siempre ha buscado disfrazar lo malo de bueno, y Halloween es una de sus estrategias más efectivas. Lo que comenzó como un rito espiritual oscuro hoy se vende como entretenimiento familiar.
El mensaje oculto detrás de los disfraces.
Los disfraces, aparentemente inocentes, representan algo mucho más profundo. Cada máscara es una forma simbólica de “vestirse de algo que no somos”, una distorsión de la identidad que Dios nos dio.
Cuando un niño se disfraza de monstruo o demonio, aunque no lo entienda, se familiariza con lo que Dios aborrece.
Cuando una persona adulta usa máscaras para “divertirse”, normaliza la oscuridad y se abre a energías espirituales que no provienen del Espíritu Santo.
Y cuando se ríe del miedo o del terror, se le da gloria a lo que Cristo vino a vencer en la cruz: la muerte, el temor y la mentira.
¿Por qué los cristianos no debemos celebrarlo?
El apóstol Pablo nos exhorta claramente en Efesios 5:11:
“No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas.”
Participar, aunque sea “por diversión”, es abrir una puerta espiritual. Los hijos de Dios no podemos caminar en la luz y, al mismo tiempo, coquetear con la oscuridad. Jesús dijo:
“Nadie puede servir a dos señores.” (Mateo 6:24)
La fe no se trata de religiosidad, sino de identidad. Quien conoce la luz, no celebra la sombra.
Alternativas de luz.
En lugar de participar en Halloween, las familias cristianas pueden usar esta fecha para enseñar a los niños sobre la victoria de Cristo sobre las tinieblas.
- Realizar noches de oración o alabanzas en casa.
- Enseñar la diferencia entre la “luz del mundo” (Jesús) y la oscuridad del enemigo.
- Compartir dulces y amor, pero con un mensaje de esperanza y verdad
- Porque no se trata de miedo, sino de mostrar que la alegría verdadera está en la luz.
“La luz no necesita disfraz”
Hay momentos en los que el mundo parece brillar con luces falsas…
Se disfraza de alegría, de juegos, de risas, pero en el fondo hay algo que el alma percibe: una sombra que no viene de Dios.
Halloween es una de esas noches en que la oscuridad se reviste de color, y los corazones son invitados a jugar con lo que hiere el espíritu.
Pero el Espíritu Santo susurra dentro de nosotros: “No llames diversión a lo que Yo llamo oscuridad.” Porque quien conoce la luz no puede divertirse en la sombra. Quien ha sido redimido por la sangre de Cristo, no puede jugar con las mismas cadenas de las que fue liberado.
Dios no nos pide que temamos al mal, sino que no lo normalicemos.
No nos pide que condenemos a otros, sino que seamos testigos de Su amor y Su verdad. Y eso comienza en el corazón, cuando decidimos no seguir al mundo, sino reflejar la pureza del Cielo.
Cuando el enemigo quiere que te pongas una máscara, Dios te dice:
- “No te disfraces, porque ya te he vestido de mi gloria.”
- Cuando el mundo celebra el miedo, tú puedes celebrar la vida
- Cuando otros exaltan la oscuridad, tú puedes encender una vela de fe.
- Y cuando todos se disfrazan para ocultarse, tú puedes mostrar tu rostro, limpio, lleno de luz, porque has sido hecho a imagen y semejanza de tu Padre celestial.
Ser hijo de la luz no es vivir sin tentaciones; es vivir con discernimiento.
Es tener la valentía de decir: “No participo”, no por miedo, sino por amor.
Amor a tu alma, a tu casa, a tu Dios. Así que, si este año el mundo te invita a disfrazarte, recuerda que tú ya llevas el mejor “traje” que existe:
la armadura de la fe, la corona de la salvación y el brillo de la verdad.
No necesitas máscaras para ser aceptado.
Necesitas luz para permanecer firme.
Porque donde está Cristo, ya no hay oscuridad que pueda fingir ser alegría.
“Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia.” Oseas 10:12
“NO SE PUEDE LLAMAR DIVERSIÓN A LO QUE DIOS LLAMA OSCURIDAD.
