

Las confusiones más comunes es creer que estamos regulando nuestras emociones, cuando en realidad solo las estamos evitando.
Ambas parecen En el camino del crecimiento personal y la sanación emocional, una de parecidas en la superficie (porque en ambas hay un intento de “controlar lo que sentimos”), pero sus raíces y efectos son completamente distintos.
¿Qué es la regulación emocional?
La regulación emocional es la capacidad de reconocer, aceptar y gestionar conscientemente lo que sentimos, sin negarlo ni dejarnos dominar por ello. Implica una comprensión profunda del origen de la emoción y una respuesta equilibrada que favorece nuestro bienestar y nuestras relaciones.
Regular una emoción no es eliminarla, sino comprenderla.
Es decirnos: “Sí, estoy triste, y está bien sentirlo. Pero no me voy a quedar a vivir en la tristeza”. La regulación es un proceso activo de autoconciencia, aceptación y transformación.
¿Cómo caemos en evitación emocional?
La evitación emocional es el acto de reprimir, ignorar o distraernos para no sentir. Ocurre cuando el dolor interno resulta tan incómodo que preferimos silenciarlo, esconderlo o disfrazarlo con actividad, humor, enojo o racionalización.
Evitamos cuando decimos “no pasa nada” mientras el corazón tiembla, o cuando llenamos nuestros días de ocupaciones para no pensar.
Pero la emoción no desaparece: se guarda en el cuerpo, en la mente y en el alma, esperando el momento de ser escuchada.
Causas de la evitación emocional.
- Modelos familiares aprendidos: si de niños vimos a los adultos reprimir sus emociones (“no llores”, “no te enojes”, “sé fuerte”), aprendimos que sentir era peligroso.
- Miedo al juicio o rechazo: tememos que expresar lo que sentimos nos haga parecer débiles o inadecuados.
- Falta de recursos emocionales: cuando no sabemos cómo gestionar una emoción, la evitamos como mecanismo de defensa.
- Traumas no resueltos: el dolor pasado se activa ante experiencias presentes, y el cuerpo opta por bloquear la emoción para sobrevivir.
- Cultura de la positividad tóxica: la idea de que “hay que estar bien todo el tiempo” nos desconecta del valor de las emociones difíciles.
Características de la regulación emocional.
- Reconoces lo que sientes sin juzgarte.
- Puedes nombrar la emoción: tristeza, enojo, miedo, frustración…
- Escuchas lo que esa emoción quiere decirte antes de actuar.
- Tomas decisiones desde la conciencia, no desde la reacción.
- Aceptas tu vulnerabilidad sin sentirte menos por ello.
- Te permites expresar y liberar de forma sana: hablar, escribir, llorar, respirar.
- Aprendes a acompañarte con ternura, incluso en los días más difíciles.
Características de la evitación emocional.
- Te distraes constantemente para no sentir.
- Minimizar lo que ocurre (“no es tan grave”).
- Cambiar de tema cuando algo emocional sale a flote.
- Justificar o racionalizar las emociones (“no tengo derecho a sentirme así”).
- Sentir ansiedad o cansancio sin saber por qué.
- Buscar alivios inmediatos: comida, trabajo excesivo, redes sociales, compras, etc.
- Tener dificultad para conectar emocionalmente con otros.
Medidas de afrontamiento saludables.
- Pausa consciente: antes de reaccionar, respira y pregunta: “¿Qué estoy sintiendo realmente?”.
- Acepta sin juzgar: no hay emociones buenas o malas; todas son mensajeras.
- Escríbelo: poner en palabras lo que sientes te ayuda a procesarlo y liberarlo.
- Permite el llanto o el desahogo: llorar no es debilidad, es purificación emocional.
- Busca apoyo emocional: un terapeuta, un amigo empático o un grupo de crecimiento puede acompañarte en la comprensión.
- Practica la autocompasión: háblate como hablarías a alguien que amas.
- Transforma la emoción: canalízala en arte, movimiento, respiración o meditación.
Sentir no te hace débil, te hace humano.
Regular las emociones no es un acto de control, sino de sabiduría interior. Evitar es cerrar los ojos; regular es abrirlos con amor. Evitar es contener el río; regular es aprender a fluir con él sin ahogarte.
Cada emoción que negamos se convierte en un susurro que el cuerpo recordará más tarde. Cada emoción que abrazamos se transforma en comprensión, en madurez, en paz. Cuando aprendemos a regular, aprendemos a vivir con el corazón despierto, sin anestesias ni excesos.
La vida no se trata de estar bien siempre, sino de saber acompañarnos incluso cuando no lo estamos.
Esa es la verdadera inteligencia emocional: poder mirarnos con ternura cuando el alma tiembla, y decirnos:
“Estoy aquí para mí. No necesito escapar. Puedo sostener lo que siento, porque ahora sé que sentir también es sanar.”
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.” Salmos 34:18
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