

En pleno Pacífico occidental se extiende Kiribati, un país de atolones que ha sabido convertir la escasez de recursos en una cultura material y simbólica deslumbrante. Entre cocoteros, lagunas y arrecifes, el pueblo i‑kiribati desarrolló un universo donde la vestimenta, las danzas y las artes marciales dialogan con la historia, la fe y un entorno natural tan bello como frágil.
Más allá de las postales de Kiritimati y Tarawa, laten tradiciones profundamente arraigadas: armaduras tejidas con fibra de coco, cascos fabricados a partir de pez globo, espadas con dientes de tiburón y danzas que imitan el vuelo de las fragatas. Todo ello convive hoy con retos contemporáneos como el cambio climático, la sobrepoblación y la modernización de costumbres, en un equilibrio complejo que define la vida cotidiana del archipiélago.
El archipiélago y su contexto general
Kiribati reúne 33 islas: 32 atolones coralinos y la isla rocosa de Banaba, dispersas en un área oceánica de unos 3,5 millones de km² en Micronesia. La superficie terrestre suma apenas 811 km², con la capital en Tarawa Sur. Tres grupos organizan el mapa: las Islas Gilbert, las Islas Fénix y las Islas de la Línea (donde destaca Kiritimati, uno de los mayores atolones del planeta).
El relieve es mínimo —el punto culminante es Banaba, con 81 metros— y las costas se estiran unos 1143 km. El país opera en varias zonas horarias: GILT (UTC+12), PHOT (UTC+13) y LINT (UTC+14), lo que hace que Kiritimati sea el primer territorio poblado que cambia de año. Idiomas oficiales: inglés y gilbertés; la población ronda las 110.000 personas, muy concentradas en Tarawa Sur, con Betio como enclave de densidad extrema.
En cuanto a símbolos nacionales, el escudo luce la fragata y el sol, y el lema rezuma aspiración comunitaria: “Te Mauri, Te Raoi ao Te Tabomoa” (salud, paz y prosperidad). El himno es Kunan Kiribati. En lo técnico, el prefijo telefónico es +686, el dominio de internet .ki y el código ISO es 296.
El contacto europeo arrancó en 1606 con Pedro Fernández de Quirós. Más tarde, Byron, Gilbert y Marshall cruzaron sin desembarcar (1764–1788); Krusenstern bautizó el archipiélago como Islas Gilbert en 1820, y Duperrey lo cartografió en 1824. Tras la II Guerra Mundial —con la batalla de Tarawa como episodio tristemente célebre—, Kiribati alcanzó la independencia del Reino Unido en 1979 y se integró en la ONU en 1999.
Islas y tradición: la vestimenta y la armadura i‑kiribati
La pieza más icónica de la cultura material local es la armadura confeccionada con fibra de coco (sennet). Conjuntos de monos y mangas reforzados por una coraza que se colocaba encima, a menudo con un tablero alto posterior para proteger de ataques por la espalda. Se combinaban con cinturones gruesos de fibra trenzada o piel seca de mantarraya para cubrir órganos vitales, y no era raro que se decorasen con cabello humano, conchas o plumas.
La panoplia se completaba con cascos de pez globo (pez puercoespín) endurecido al sol, que podían llevarse sobre gorros de hoja de pandano o de fibra de coco. También existían “guanteletes” de fibra de coco con dientes de tiburón en los nudillos, un eco de las terribles espadas, lanzas y dagas cuyo filo serrado se creaba atando esos dientes con cabellos y cordelería vegetal.
El proceso de fabricación de la cuerda partía de la cáscara del coco, cuyas fibras se remojaban en la laguna de 2 a 3 meses para después enjuagarse, secarse y retorcerse en hebras, y estas a su vez en cabos más largos. Los artesanos tejían motivos romboidales —a veces peces o tortugas— con cabello (a menudo femenino), usado también para fijar dientes de tiburón a las armas y, hoy día, en cinturones de baile.

Estas armaduras se asociaban a rituales que “cargaban” de fuerza las materias primas y a oficios previos al combate. Los enfrentamientos respondían generalmente a disputas por la tierra o ajustes de cuentas; el objetivo era herir (no matar). Si se producía una muerte, la compensación era en tierras. Los guerreros avanzaban en tres grupos, con los principales en el centro y tropas de apoyo alrededor; el desenlace dependía del resultado de duelos individuales, donde el peso de la protección complicaba moverse, y caer suponía necesitar asistentes para incorporarse.
Ya en 1824 hay registros de armas y corazas kiribatianas en colecciones europeas; una descripción detallada apareció en 1844 con la Expedición Exploradora de EE. UU. En el siglo XIX, balleneros y negreros también recogieron piezas. La producción decayó rápidamente con la pacificación misionera y británica (desde 1888 y 1892), y hoy los conjuntos completos se conservan en museos —en Kiribati, en Te Ukwanibong—. En 2016, el proyecto Pacific Presences encargó a Chris Charteris, Lizzy Leckie y Kaetaeta Watson un traje nuevo, Kautan Rabakau, hoy en Cambridge. La imagen del “guerrero” ha renacido como símbolo de orgullo deportivo y escolar (por ejemplo, en Moroni High School).
Artes marciales y espiritualidad
Las artes marciales de Kiribati han sido conocimiento familiar y discreto, distinto del canon asiático: se prioriza la velocidad frente a la fuerza, con escasas patadas al estilo Karate o Kung-fu. Todas comparten un fundamento: su origen es el poder de espíritus ancestrales, que “otorgan” las técnicas a personas concretas.
Entre los estilos, “Nabakai” (de Abaiang) se atribuye a la enseñanza de tres espíritus femeninos del clan Tabukaokao —Nei Tenaotarai, Nei Temwanai y Nei Tereiatabuki— manifestados como cangrejo hembra. “Te Rawarawanimon”, de North Tarawa, se liga a Nei Tereiatabuki o a un espíritu encarnado en un “pez soldado” (te mon). Ambos comparten técnicas, pero Nabakai trabaja con una mano y una única posición, mientras que Rawarawanimon usa las dos manos y cinco posturas.
“Tabiang” (Abemama) es patrimonio de los miembros del poblado homónimo. Se resume en la máxima “tú me golpeas, yo te devuelvo cuatro”, enfatizando velocidad y precisión. Procede del espíritu Terengerenge (también llamado Teraka), y la tradición llega a afirmar que su viaje a Asia inspiró el “karate”. Se le atribuye un papel clave para que los célebres Kaitu y Uakeia no conquistasen el Reino de Abemama.
“Nakara” y “Ruabou” (llegadas desde Niutao, en Tuvalu) se expandieron por el sur de las Gilbert, especialmente en Tamana y Arorae. Son estilos de lucha: Ruabou combina agarres con combate cuerpo a cuerpo; Nakara se centra en la lucha libre corta distancia, hasta el punto de que el consejo popular es evitar cualquier contacto cercano con un experto de Nakara.
Música, canto y danzas: movimiento y vestuario
La música popular se vertebra en el canto y la percusión corporal. En presentaciones de pie (Te Kaimatoa) o de cadera (Te Buki), una caja de madera golpeada por un coro masculino genera un pulso vibrante; hoy también se ve el coro sentado con guitarra acompañante. Los repertorios incluyen canciones de amor, competencia, religiosas, infantiles, patrióticas, de guerra y de boda, además de danzas de palo que narran leyendas.
El sello kiribatiano está en los brazos extendidos y los movimientos bruscos de cabeza, evocando al ave fragata de la bandera nacional. Muchas piezas se bailan de pie o sentados, con pasos comedidos y bamboleos; la sonrisa —tan común en el hula moderno— se considera poco apropiada, porque la danza aquí fue, ante todo, relato, pericia y resistencia.
La colonización británica trajo compases de vals y pasos escoceses a Tarawa; con el tiempo, el twist (te tuitit), el rock & roll y la música contemporánea se sumaron. En Tamana y Arorae, el fatele de Tuvalu sustituyó la antigua ruoia, en un proceso ligado a las primeras misiones polinesias. También arraigaron el taupati samoano, el tamure tahitiano, el hula hawaiano y el lakalaka tongano.
El atuendo del baile se ha ido adaptando: la kaue (corona) de flores puede llevar cintas de colores; a veces se usan cuentas vistosas en brazos, cuello y cintura. Las faldas femeninas mezclan fibras naturales con tiras de sacos de arroz tintados, y cuando cubren el pecho, lo hacen con sujetadores tejidos de pandano. Collares y pulseras de conchas y semillas cierran el conjunto. Ante la escasez de instrumentos, el batere recurre a cajas de aluminio con esterillas, latas, palmas y golpes de pie.
El repertorio es amplio: KAWAWA (apertura de pie, precedida del akeia cómico), WANTARAWA (baile burlesco con raíz guerrera que narra orígenes de Tarawa), WANIBWANGA (de Abemama, con manos y dedos en círculos), KAMEI/KABUTI (masculino/femenino dentro de la familia ruoia), BINO (coros y bailarines sentados), KAKIBANAKO (cortejo entre filas), KAIMATOA/KATEITEI (términos equivalentes en algunas islas), BUKI (solo mujeres, con faldas de hibisco que remarcan caderas), TIRERE (parejas con palos cortos a ritmo vertiginoso), KARANGA (bastones más largos, de pie y en movimiento) y TE KARUO/KABURE (juego de manos en la maneaba).
Dentro de la serie tradicional Ruoia conviven te kemai (más masculina), te kabuti (femenina) y una variante muy estilizada de Abemama, te wa ni banga. En 1963, el etnógrafo Gerd Koch filmó en Tabiteuea kawawa, kamei, wan tarawa, kabuakaka y bino; también registró kamei en Onotoa y el tirere en Nonouti, dejando un valioso archivo audiovisual de la danza kiribatiana.
Maneaba, vida comunitaria y cocina
La maneaba o mwaneaba es el corazón de la aldea, la gran casa de reunión. Su arquitectura rectangular, levantada con columnas y techumbre de hoja, la firma un maestro mayor —a menudo depositario de saberes rituales—, pues su construcción convoca al espíritu Anti. Funciona como sala de consejo, celebración, aprendizaje y, en general, como plaza pública a resguardo del sol.
La mesa kiribatiana se ha sostenido en marisco y coco. El bwabwai (Cyrtosperma merkusii) es planta emblemática para ocasiones especiales, y el ingenio culinario transformó la savia y la pulpa del pandano y del cocotero en delicias como te karewe (savia fresca), te kamaimai (sirope de coco) y te tuae/te kabubu (dulces y harinas de pandano). Tras la guerra, el arroz se volvió básico; el pescado suele servirse crudo estilo sashimi con salsas de savia, soja o vinagre, y toques de chile y cebolla. Tradicionalmente, los cangrejos de coco y de fango se ofrecen a madres lactantes para “fortalecer” la leche.
Sociedad, religión y educación
Las iglesias desempeñan un papel educativo y social de primera línea: gestionan cerca del 43% de los centros de Educación y Atención a la Primera Infancia y varios institutos de secundaria. En secundaria superior, católicos y KUC sostienen buena parte de la oferta. El sistema escolar se organiza en preescolar (1–5 años), primaria (6–11), primer ciclo de secundaria (12–14) y senior secondary (15–18). Entre los centros públicos figuran King George V and Elaine Bernacchi, Tabiteuea North SSS y Melaengi Tabai. A ello se suman el Centro de Formación Marina de Betio, el Instituto de Tecnología, el Centro de Formación Pesquera, la Escuela de Enfermería, la Academia de Policía y la Escuela de Magisterio, además del campus de la Universidad del Pacífico Sur en Teaoraereke.
Gobierno, justicia y vida política
Kiribati es una república parlamentaria presidencialista. El presidente —Beretitenti— encabeza el Ejecutivo; el Legislativo recae en el Maneaba ni Maungatabu (45 escaños, 44 electos más un delegado de la comunidad de Banaba en Rabi, Fiyi). La Constitución de 1979 regula la organización estatal.
El Poder Judicial se compone de Tribunal Superior (Corte Suprema), Tribunal de Apelación y tribunales de magistrados de distrito (24 unidades, en principio con tres magistrados, establecidos por la Ordenanza de 1977). Los jueces del Alto Tribunal son nombrados por el presidente con asesoramiento del Gobierno y consulta a la función pública; las condiciones de destitución exigen incapacidad o mala conducta. Históricamente, entre 1877 y 1962 el presidente del Supremo de Fiyi fue comisario judicial jefe para el Pacífico Occidental.
En 2022 estalló una crisis institucional: el juez David Lambourne fue suspendido en mayo; el presidente del Supremo Bill Hastings, el 30 de junio. Tras fallos que tildaron de inconstitucional impedir a Lambourne reanudar funciones, el Ejecutivo intentó deportarle el 11 de agosto, en contra de una orden del Tribunal de Apelación. Hubo condenas internacionales y, en octubre, el Gobierno nombró a Tetiro Semilota presidenta interina del Supremo, decisión que desató debate sobre independencia judicial y conflicto de intereses.
Las elecciones se celebran cada cuatro años (o antes, si prospera una moción de censura). El sistema de partidos es laxo e informal; los diputados suelen votar en función de intereses de su electorado. En 2015–2016, la alianza Pilares de la Verdad obtuvo mayoría parlamentaria. En el frente exterior, Kiribati sostiene lazos con Australia, Nueva Zelanda y Japón (principales donantes) y, en 2019, restableció relaciones con China, rompiendo con Taiwán.
Como pequeño Estado insular en desarrollo, Kiribati integra la AOSIS y se ha implicado a fondo en la diplomacia climática: participó en el Foro de Vulnerabilidad Climática (2009), promovió la Tarawa Climate Change Conference (2010) para acercar posiciones de cara a la COP16, y adquirió tierra en Fiyi —unos 20 km²— como posible vía de adaptación “externa”.
Medio ambiente, clima y cambio climático
El clima es tropical oceánico, cálido y húmedo, con vientos del noreste de abril a octubre y vendavales del oeste con lluvias de noviembre a abril. La estación húmeda (te Auu‑Meang) concentra la mayor inestabilidad; no suelen formarse ciclones en el ecuador, aunque sus efectos a distancia pueden causar daños, como ocurrió con el ciclón Pam en 2015.
Las precipitaciones varían: unos 3000 mm anuales en el norte y en torno a 500 mm en el sur de las Gilbert. Se han registrado periodos de sequía prolongada. En 1999, dos islotes deshabitados (Tebua Tarawa y Abanuea) quedaron sumergidos; en Kiritimati, el nivel del mar habría subido unos 50 mm entre 1972 y 2022. El IPCC proyecta alrededor de 50 cm hacia 2100. La oscilación decenal del Pacífico modula El Niño/La Niña, afectando a mareas vivas de perigeo e inundaciones puntuales.
Estudios geomorfológicos (Webb y Kench, 2010) muestran que islas urbanas como Betio, Bairiki y Nanikai han ganado superficie en planta, aunque no en altura, por lo que la vulnerabilidad a la inundación persiste. La resiliencia depende del crecimiento coralino, amenazado por la acidificación y episodios de blanqueamiento generalizados en la región.
La adaptación avanza con el Programa de Adaptación de Kiribati (KAP): gestión del agua en Tarawa, replantación de manglares, protección de infraestructuras, refuerzo legal contra la erosión y planificación de asentamientos. También se han impulsado medidas para la seguridad alimentaria frente a salinización, sequías y sobrepesca. En contaminación plástica, la División de Medio Ambiente y Conservación empuja leyes internas y cooperación multilateral, participando en el tratado global contra los plásticos.
Economía, transporte y comunicaciones
Los recursos naturales son escasos: el fosfato de Banaba se agotó antes de la independencia; el copra marcó la pauta exportadora y su declive llevó a apoyos financieros (p. ej., un préstamo del BAD en los noventa). El peso de la ayuda internacional (sobre todo del Reino Unido, Australia y Japón) ha sido elevado. Se usa el dólar australiano (AUD) —convive el dólar kiribatiano—; en 2025, 1 AUD ≈ 0,66 USD. En 2000, los sectores pesaban aprox. 8,9% agricultura, 24,2% industria y 66,8% servicios; el ingreso turístico directo es reducido.
La red viaria suma unos 670 km (con tramos pavimentados en Tarawa Sur). Puertos como Betio o Kanton articulan el cabotaje; el grupo Kiribati JMR opera la Coral Sea Shipping Line (tres buques). En cielo, dos aerolíneas nacionales —Air Kiribati y Coral Sun Airways— conectan las Gilbert desde Bonriki; Fiji Airways enlaza Nadi con Bonriki y Cassidy (Kiritimati). Bonriki mejora perímetros y seguridad conforme a estándares IATA.
En medios, la televisión pública cesó en 2012; la radio nacional —en 1440 AM— llega a todo el país con boletines locales y la BBC. La prensa incluye Te Uekara (gubernamental), Te Mauri (KUC), Kiribati Independent (desde Auckland) y Kiribati Newstar en inglés. En conectividad, el satélite Kacific1 habilita banda ancha en Gilbert (no cubre Phoenix y Line), y el cable Southern Cross NEXT incorpora un ramal a Kiritimati. Se relanzó el proyecto de cable de Micronesia Oriental con apoyo de EE. UU., Japón y Australia, y Kiribati figura entre los primeros en recibir internet de alta velocidad vía Starlink en el Pacífico.

Población, salud y retos sociales
Con poco territorio habitable, la densidad es alta —sobresale Betio—. El mosaico demográfico se compone mayoritariamente de isleños (alrededor del 98%). El índice de desarrollo humano es medio (IDH 0,644 en 2023). La urbanización, el saneamiento limitado y la fragilidad de la “lente” de agua dulce elevan los riesgos sanitarios.
Kiribati presenta tasas preocupantes de tabaquismo (54–57%), con “enfermedades de estilo de vida” como la diabetes tipo 2 y un aumento de amputaciones. La esperanza de vida ronda los 68 años; la mortalidad infantil se ha reducido con apoyo de médicos cubanos, aunque siguen reportándose tasas significativas. La tuberculosis persiste (≈365/100.000). La estación seca más prolongada ha obligado a perforar más pozos, introduciendo patógenos hídricos. Según la HRMI, el país cumple por debajo de su potencial en salud reproductiva.
Naturaleza, flora y fauna
La vegetación sufre por suelos calcáreos y salinos: abundan cocoteros, pandanos y árbol del pan. En Gilbert se documentan unas 83 plantas autóctonas y más de 300 introducidas; en Line y Phoenix, cifras semejantes y ninguna especie estrictamente endémica vegetal. Los cultivos más comunes, además del babai, incluyen col china, calabaza, tomate, sandía y pepino. Más del 80% de la población se dedica a agricultura o pesca.
En el mar, entre 600 y 800 especies de peces y alrededor de 200 corales conviven con crustáceos diversos. La pesca se orienta al atún listado y rabil, además de peces voladores. Se cultivan algas (Eucheuma alvarezii y E. spinosum) desde 1977, en competencia con la recolección de ostra perla de labios negros y mariscos. En tierra, perros, gatos y ratas son introducidos; el Bokikokiko (Acrocephalus aequinoctialis) es un pájaro endémico de Kiritimati. No es raro ver jaurías de perros en Tarawa Sur.
Deporte y vida cotidiana
El país compite en los Juegos de la Mancomunidad y en los JJ. OO. desde 2004. La primera gran alegría llegó con el oro de David Katoatau (halterofilia, 105 kg) en Glasgow 2014. El fútbol es el deporte rey; la selección, miembro asociado de la OFC, no pertenece a la FIFA y ha disputado diez partidos (todos en Juegos del Pacífico). El Estadio Nacional Bairiki y el campo de Betio son los escenarios más reconocidos.
A grandes rasgos, Kiribati compendia historia oceánica, creatividad artesanal —esas armaduras de fibra de coco y cascos de pez globo—, una danza inconfundible y una vida comunitaria volcada en la maneaba. El reto es sostener identidad, resiliencia y bienestar en atolones bajos, cuidando agua, costas y cultura, mientras se gestiona la apertura al mundo y el peso creciente de la tecnología y la cooperación internacional.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/islas-y-tradicion-la-vestimenta-las-danzas-y-la-vida-en-kiribati/
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