
La hipertensión es el problema de salud más común en las mujeres embarazadas, presente en alrededor del 10 al 15 % de ellas. Una mujer embarazada puede tener hipertensión porque ya la padecía antes de quedarse embarazada o porque la ha desarrollado durante el embarazo.
La hipertensión en el embarazo es una de las complicaciones médicas más frecuentes del período gestacional. Los trastornos hipertensivos del embarazo incluyen hipertensión arterial crónica (preexistente), hipertensión gestacional, preeclampsia y preeclampsia sobreañadida a hipertensión crónica. En conjunto, representan una causa importante de morbilidad materna y fetal.
Es fundamental diferenciar dos escenarios: mujeres que ya eran hipertensas antes de quedar embarazadas (hipertensión crónica) y mujeres que desarrollan elevación de la presión solo después de las 20 semanas de gestación.
Cuando la presión se eleva después de las 20 semanas, en una gestante previamente normotensa y sin signos de preeclampsia, el cuadro se clasifica como hipertensión gestacional. En la mayoría de los casos, la presión se mantiene elevada hasta el parto y remite espontáneamente en las primeras 12 semanas posparto.
Esta distinción tiene implicaciones prácticas: identificar correctamente la hipertensión gestacional y los signos de preeclampsia orienta el seguimiento, el tratamiento y, en algunas situaciones, la decisión sobre el momento del parto. Incluso cuando remite tras el nacimiento, la hipertensión en la gestación se asocia a un mayor riesgo cardiovascular futuro, lo que justifica el seguimiento también en el puerperio.
En este artículo, presentamos las diferencias entre hipertensión crónica, hipertensión gestacional y preeclampsia, los principales riesgos para madre y bebé, las indicaciones de tratamiento, cuándo considerar adelantar el parto y las medidas de prevención y de seguimiento posparto.
Tipos de hipertensión en el embarazo
La gestante puede presentar cuatro formas diferentes de hipertensión arterial durante el embarazo. Cada una tiene causas, riesgos y conductas distintas. Son:
Hipertensión crónica (preexistente)
Se considera hipertensión crónica toda elevación de la presión arterial que ya existía antes del embarazo o que se diagnostica hasta la semana 20 de gestación. En estos casos, la presión arterial suele permanecer elevada durante todo el embarazo y también después del parto.
Muchas mujeres con hipertensión crónica no conocían el diagnóstico antes de quedar embarazadas y descubren la condición únicamente durante el control prenatal. La presión arterial se considera elevada cuando presenta valores iguales o superiores a 140/90 mmHg, confirmados en al menos dos mediciones con un intervalo mínimo de 4 horas.
Hipertensión gestacional
Es la hipertensión que surge después de la semana 20 de gestación, en mujeres previamente normotensas, y sin otros signos que caractericen preeclampsia, como pérdida de proteínas en la orina o alteraciones de órganos diana.
La presión arterial alcanza valores iguales o superiores a 140/90 mmHg, pero sin comprometer riñones, hígado, sistema nervioso central o plaquetas. Esta forma de hipertensión suele desaparecer espontáneamente en las primeras semanas tras el parto. Si persiste durante más de 12 semanas, se considera que la paciente tiene hipertensión crónica.
Preeclampsia
Es la forma más grave de los trastornos hipertensivos del embarazo. Se caracteriza por la aparición de hipertensión después de la semana 20, asociada a proteinuria (pérdida de proteínas en la orina) o a signos de disfunción de órganos, como:
- Aumento de creatinina.
- Elevación de las enzimas hepáticas (GOT y GPT).
- Descenso en el número de plaquetas.
- Alteraciones visuales o cefalea intensa.
- Dolor en la parte superior del abdomen.
- Signos de restricción del crecimiento fetal
Este tipo de hipertensión exige un seguimiento riguroso, pues puede evolucionar rápidamente con complicaciones tanto para la madre como para el bebé.
En este artículo, no abordaremos la preeclampsia. Para saber más sobre esta complicación del embarazo, accede al siguiente artículo: Preeclampsia y eclampsia: qué es, síntomas y tratamiento.
Preeclampsia sobreañadida a hipertensión crónica
Ocurre cuando una mujer que ya era hipertensa antes de la gestación desarrolla, después de la semana 20, signos clínicos o de laboratorio compatibles con preeclampsia, como proteinuria reciente o alteraciones en los riñones, el hígado o el sistema nervioso central.
Este cuadro también representa mayor riesgo y exige vigilancia continua durante la gestación.
¿Qué es la hipertensión gestacional?
Como acabamos de explicar, la hipertensión gestacional es una forma de hipertensión arterial que surge después de la semana 20 de gestación en mujeres que tenían presión normal antes del embarazo y no presentan signos de preeclampsia, como pérdida de proteínas en la orina o alteraciones en órganos como riñones, hígado o sistema nervioso.
Aunque puede aparecer a partir de la segunda mitad del embarazo, la hipertensión gestacional es más común en el tercer trimestre, especialmente en las semanas finales de la gestación. La presión arterial alcanza valores iguales o superiores a 140/90 mmHg, medidos correctamente en al menos dos ocasiones con un intervalo mínimo de 4 horas.
En la mayoría de los casos, la presión vuelve a la normalidad de forma espontánea en las primeras 1 a 2 semanas después del parto. Sin embargo, en alrededor del 15 % de los casos, la hipertensión persiste más allá de ese período. Si la presión continúa elevada durante más de 12 semanas, se considera que la paciente tiene hipertensión arterial crónica, y se reconsidera el diagnóstico inicial.
Otro punto importante es que, incluso cuando remite tras el parto, la hipertensión gestacional representa un factor de riesgo para desarrollar hipertensión arterial crónica en el futuro. Las mujeres que han tenido este diagnóstico presentan, a lo largo de la vida, un riesgo hasta cuatro veces mayor de desarrollar hipertensión arterial definitiva.
La hipertensión gestacional es más frecuente en mujeres que presentan uno o más de los siguientes factores:
- Primer embarazo.
- Sobrepeso u obesidad (lee: ¿Cuál es el aumento de peso ideal durante el embarazo?).
- Edad materna por encima de 35 años.
- Embarazo gemelar.
- Antecedentes familiares o personales de preeclampsia.
- Embarazo en la adolescencia.
- Mujeres negras, que presentan mayor predisposición genética.
Aunque es menos grave que la preeclampsia, la hipertensión gestacional también puede conllevar riesgos para la madre y el bebé, principalmente cuando alcanza niveles más elevados. Entre las posibles complicaciones se encuentran:
- Alteraciones en el flujo sanguíneo hacia la placenta.
- Restricción del crecimiento fetal.
- Desprendimiento de la placenta.
- Parto prematuro.
Estos riesgos son mayores cuando los niveles de presión arterial superan los 160/110 mmHg, una situación que caracteriza la hipertensión gestacional grave.
Riesgo de preeclampsia
Aunque la hipertensión gestacional, por definición, no presenta signos de laboratorio de preeclampsia en el momento del diagnóstico, ello no significa que el cuadro sea estático. Una parte significativa de las mujeres inicialmente clasificadas con hipertensión gestacional puede evolucionar a preeclampsia a lo largo del embarazo.
Los estudios muestran que cerca de un tercio de las gestantes con hipertensión gestacional acaban desarrollando criterios clínicos y de laboratorio que caracterizan la preeclampsia —una forma más grave de la enfermedad, con riesgos maternos y fetales significativamente mayores.
Por este motivo, toda mujer diagnosticada con hipertensión gestacional debe ser controlada de cerca hasta el final del embarazo, con evaluación frecuente de la presión arterial y búsqueda periódica de proteinuria mediante análisis de orina. El objetivo es identificar precozmente cualquier signo de progresión a preeclampsia, lo que puede exigir cambios en el plan de tratamiento y adelanto del parto.
Aún no está totalmente establecido si la hipertensión gestacional y la preeclampsia son enfermedades distintas o diferentes formas clínicas de un mismo proceso patológico. Algunos autores sostienen que la hipertensión gestacional sería, en muchos casos, una fase inicial de la preeclampsia que aún no se ha manifestado plenamente.
Ciertas características clínicas, cuando están presentes en el momento del diagnóstico de hipertensión gestacional, se asocian a un mayor riesgo de evolución hacia la preeclampsia. Son:
- Inicio de la hipertensión antes de la semana 34 de gestación.
- Presión arterial elevada y persistente, con valores iguales o superiores a 160/110 mmHg.
- Alteraciones en el flujo sanguíneo de la arteria uterina, detectadas por ecografía con Doppler.
- Niveles elevados de ácido úrico en sangre, indicativo precoz de disfunción endotelial renal.
Además de estos factores, estudios recientes sugieren que marcadores de laboratorio como la relación entre las proteínas sFlt-1 y PlGF pueden ayudar a predecir la transición entre hipertensión gestacional y preeclampsia, especialmente en gestaciones de menos de 37 semanas. Estas pruebas aún no forman parte de la rutina en el sistema público de salud, pero se han utilizado en centros especializados.
Dada la posibilidad de progresión y las potenciales complicaciones asociadas, es fundamental que el diagnóstico de hipertensión gestacional no lleve a una falsa sensación de seguridad, especialmente cuando se identifica en el segundo trimestre. El seguimiento adecuado y la detección precoz de signos de alarma son fundamentales para proteger la salud de la madre y del bebé.
Tratamiento de la hipertensión gestacional
El tratamiento de la hipertensión en la gestación depende de los niveles de presión arterial, del tiempo de gestación, de la presencia de síntomas o signos de gravedad y de la condición clínica del feto.
El control de la presión en gestantes es más complejo que en otras poblaciones porque muchos medicamentos están contraindicados durante el embarazo y, además, la reducción excesiva de la presión arterial puede comprometer el flujo sanguíneo hacia la placenta, perjudicando al bebé.
Por ello, el tratamiento farmacológico no siempre está indicado en los casos de hipertensión leve. En general, los obstetras optan por no iniciar fármacos antihipertensivos en los casos más leves, priorizando el seguimiento riguroso del embarazo, con medidas no farmacológicas y vigilancia de los signos de progresión a preeclampsia.
A continuación, detallamos la conducta según el grado de elevación de la presión arterial:
Presión arterial menor de 160/110 mmHg (hipertensión gestacional no grave)
En la mayoría de los casos de hipertensión gestacional con niveles de presión por debajo de 160/110 mmHg, no es necesario iniciar tratamiento con medicamentos. La evidencia científica indica que el uso de fármacos en esta fase no aporta beneficios significativos para la madre o el feto y puede provocar efectos secundarios, como hipotensión o compromiso de la perfusión placentaria.
En estos casos, la principal conducta es el seguimiento clínico riguroso, con consultas semanales o quincenales para:
- Verificar los niveles de presión arterial.
- Evaluar la presencia de proteinuria.
- Monitorizar el bienestar fetal con pruebas de imagen y cardiotocografía, si está indicado.
Además, la gestante debe ser orientada a:
- Medirse la presión arterial diariamente en casa, utilizando dispositivos validados y con manguito adecuado al brazo.
- Reconocer signos de alarma, como cefalea persistente, alteraciones visuales, dolor abdominal, disminución de los movimientos del bebé o sangrado vaginal.
- Reducir el ritmo de las actividades diarias. Aunque no es necesario el reposo absoluto, deben evitarse las actividades físicas intensas y los ambientes estresantes. En casos de trabajos muy exigentes o estresantes, puede indicarse el alejamiento laboral temporal.
El parto suele programarse entre las semanas 37 y 39 de gestación, de acuerdo con la evolución clínica de la gestante y la condición fetal.
Presión arterial mayor o igual a 160/110 mmHg (hipertensión gestacional grave)
La presencia de presión arterial persistentemente igual o superior a 160/110 mmHg caracteriza la hipertensión gestacional grave y exige una intervención más inmediata. En estos casos, los riesgos de complicaciones son similares a los de la preeclampsia, y el tratamiento debe llevarse a cabo con mayor vigilancia.
El uso de medicamentos antihipertensivos está bien establecido en estos casos, con el objetivo de evitar picos hipertensivos y complicaciones maternas, como accidente cerebrovascular (ACV), desprendimiento de placenta o insuficiencia cardiaca.
Los antihipertensivos más utilizados en la gestación son:
- Metildopa: utilizada tradicionalmente, con un perfil de seguridad bien establecido, especialmente en el segundo y tercer trimestre.
- Nifedipina de acción prolongada: segura y eficaz, especialmente para control ambulatorio.
- Labetalol: opción segura y muy usada en el ámbito hospitalario o en emergencias hipertensivas.
- Hidralazina: generalmente reservada para situaciones de emergencia, con administración intravenosa.
La elección del medicamento depende de la experiencia del equipo médico, la disponibilidad local y el perfil clínico de la gestante.
El momento del parto depende de la edad gestacional y de la estabilidad del cuadro:
- Si la gestante se encuentra entre las semanas 34 y 36, el parto suele indicarse, pues los riesgos de mantener la gestación superan los riesgos de prematuridad.
- Si el embarazo aún no ha alcanzado las 34 semanas, la hospitalización suele ser necesaria para monitorización materna y fetal continua, con el objetivo de prolongar el embarazo con seguridad el máximo tiempo posible, preferentemente hasta la semana 34.
Durante la hospitalización, además del control de la presión, pueden administrarse corticoides (como la betametasona o la dexametasona) para acelerar la maduración pulmonar del feto, en caso de que el parto prematuro sea inminente.
Prevención de la hipertensión gestacional y la preeclampsia
Aunque no es posible prevenir todos los casos, algunas medidas han demostrado ser eficaces para reducir el riesgo de desarrollar hipertensión gestacional y, especialmente, preeclampsia en gestantes con factores de riesgo.
Aspirina en baja dosis
El uso de ácido acetilsalicílico (AAS) en baja dosis tiene efecto protector en gestantes con alto riesgo de preeclampsia. Según directrices como las del USPSTF, NICE y ACOG, la administración diaria de 75 a 150 mg de aspirina (generalmente 100 mg) debe iniciarse entre las semanas 12 y 16 de gestación y mantenerse hasta las 36 semanas.
El AAS se recomienda para gestantes con al menos un factor de alto riesgo o dos o más factores de riesgo moderados.
Factores de alto riesgo incluyen:
- Antecedente de preeclampsia.
- Embarazo múltiple (gemelos, trillizos).
- Hipertensión crónica.
- Diabetes tipo 1 o 2.
- Enfermedad renal crónica.
- Enfermedad autoinmune (lupus, síndrome antifosfolipídico).
Factores de riesgo moderado:
- Primer embarazo.
- Edad materna ≥ 35 años.
- Intervalo mayor de 10 años entre partos.
- Obesidad (IMC ≥ 30).
- Antecedentes familiares de preeclampsia.
- Condición socioeconómica desfavorable.
Suplementación de calcio
En poblaciones con baja ingesta de calcio, la suplementación con 1,0 a 1,5 gramos al día ha demostrado reducir el riesgo de preeclampsia y sus complicaciones, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La medida está especialmente indicada en países y regiones donde el consumo diario de calcio es inferior a 600 mg.
Control del peso y estilo de vida saludable
La obesidad y el exceso de aumento de peso durante la gestación están firmemente asociados a un mayor riesgo de trastornos hipertensivos. Por lo tanto, se recomienda:
- Mantener un IMC adecuado antes de la gestación.
- Controlar el aumento de peso según la indicación del obstetra.
- Adoptar una alimentación equilibrada y actividad física leve o moderada, siempre con autorización médica.
Cuidados después del parto
Incluso con la resolución espontánea de la hipertensión gestacional en las primeras semanas tras el parto, el seguimiento en el puerperio es fundamental por dos motivos principales:
- Confirmar si la hipertensión era transitoria o crónica no diagnosticada.
- Prevenir y monitorizar enfermedades cardiovasculares a largo plazo.
Las orientaciones incluyen:
- Consulta de reevaluación entre 6 y 12 semanas después del parto, con toma de la presión arterial y, si es necesario, realización de análisis de laboratorio básicos.
- Seguimiento continuo con médico de familia, cardiólogo o ginecólogo, especialmente si la presión permanece elevada.
- Estímulo a la lactancia materna, que es segura incluso para mujeres en uso de la mayoría de los antihipertensivos indicados en la gestación (como metildopa, nifedipina y labetalol).
- Orientaciones sobre adopción de hábitos saludables para reducir el riesgo de hipertensión crónica, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares en el futuro.
Los estudios demuestran que las mujeres que han tenido hipertensión gestacional presentan un mayor riesgo de desarrollar hipertensión crónica, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardiaca y enfermedad coronaria en las décadas siguientes. Por ello, el embarazo debe considerarse una ventana de oportunidad para la intervención preventiva a largo plazo.
Preguntas frecuentes sobre hipertensión gestacional (FAQ)
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¿La hipertensión gestacional es lo mismo que la preeclampsia?
No. La hipertensión gestacional es la elevación de la presión arterial después de la semana 20 de gestación, sin proteinuria ni signos de disfunción de órganos. La preeclampsia, en cambio, implica hipertensión más alteraciones renales, hepáticas, hematológicas o neurológicas. La hipertensión gestacional puede evolucionar a preeclampsia en cerca de 1/3 de los casos, por lo que exige un seguimiento frecuente.
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¿Qué es la enfermedad hipertensiva específica del embarazo (EHEG)?
La enfermedad hipertensiva específica del embarazo (EHEG) es un término más antiguo, aún muy utilizado en la práctica clínica, que se refiere al grupo de afecciones caracterizadas por la elevación de la presión arterial durante la gestación, incluyendo:
— Hipertensión gestacional.
— Preeclampsia.
— Eclampsia.
— Preeclampsia sobreañadida a hipertensión crónica.En la actualidad, las guías médicas prefieren el uso del término trastornos hipertensivos del embarazo, pues refleja con mayor claridad los diferentes tipos y gravedades de estas condiciones.
La característica principal de la EHEG es que la hipertensión aparece después de la semana 20 de gestación, pudiendo o no estar asociada a proteinuria y disfunciones en órganos maternos. El diagnóstico, el seguimiento y el tratamiento varían según el subtipo de la condición.
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¿La hipertensión gestacional desaparece después del parto?
En la mayoría de los casos, sí. La presión suele volver a la normalidad en 1 a 2 semanas tras el parto. Sin embargo, alrededor del 15 % de las mujeres mantienen la presión elevada más allá de ese período. Si la presión no se normaliza en un plazo de hasta 12 semanas, se considera que la paciente tiene hipertensión arterial crónica.
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¿Cuál es la presión normal para una embarazada?
La presión arterial considerada normal en el embarazo es similar a la de las personas fuera de la gestación. En general, los valores deben estar por debajo de 140 por 90 mmHg (es decir, < 140/90 mmHg).
Los niveles ideales suelen variar entre:
— Presión sistólica (máxima): entre 100 y 130 mmHg.
— Presión diastólica (mínima): entre 60 y 85 mmHg.Valores por encima de 140/90 mmHg, medidos correctamente en al menos dos ocasiones con un intervalo mínimo de 4 horas, indican hipertensión arterial y requieren evaluación médica, aunque la gestante no tenga síntomas.
Es importante recordar que, en los primeros meses del embarazo, es común que la presión descienda un poco. Esto forma parte de los cambios fisiológicos de la gestación y, en la mayoría de los casos, no causa problemas.
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¿Cuál es el valor de la presión que indica gravedad en la gestación?
La hipertensión gestacional se considera grave cuando la presión arterial alcanza valores iguales o superiores a 160/110 mmHg de forma sostenida. En estos casos, existe mayor riesgo de complicaciones maternas y fetales, por lo que está indicado el tratamiento farmacológico y, a menudo, el adelanto del parto.
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¿Quién tuvo hipertensión gestacional puede volver a tenerla?
Sí. El riesgo de desarrollar hipertensión gestacional o preeclampsia en un nuevo embarazo es mayor en mujeres que ya tuvieron este diagnóstico previamente. Además, existe un riesgo aumentado de desarrollar hipertensión crónica y enfermedades cardiovasculares a largo plazo.
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¿Cuáles son los síntomas de alarma en la hipertensión gestacional?
Aunque el cuadro sea inicialmente leve, la gestante debe buscar atención inmediata si presenta:
— Cefalea intensa y persistente.
— Visión borrosa o destellos luminosos en el campo visual.
— Dolor abdominal, especialmente en el lado derecho (debajo de las costillas).
— Disminución de los movimientos del bebé.
— Hinchazón súbita en manos, rostro o piernas.
— Falta de aire, palpitaciones o sangrado vaginal.Estos síntomas pueden indicar evolución hacia preeclampsia u otras complicaciones.
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¿Cuándo debe adelantarse el parto en casos de hipertensión gestacional?
Depende de la gravedad del cuadro:
— Si la presión está controlada y no hay signos de complicaciones, el parto suele indicarse entre las semanas 37 y 39.
— En casos graves o con riesgo materno-fetal, el parto puede adelantarse a la semana 34 o incluso antes, si es necesario.La decisión es individualizada y debe considerar el estado clínico de la madre y del bebé.
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¿Cuándo empezar a tomar calcio en el embarazo?
La suplementación de calcio durante el embarazo debe iniciarse lo antes posible, idealmente desde el primer trimestre, especialmente en mujeres con ingesta dietética inadecuada de calcio (menos de 600 mg/día).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS):
— Se recomienda iniciar la suplementación a partir de la semana 12 de gestación (o antes, si la gestante ya está en seguimiento).
— La dosis recomendada es de 1.000 a 1.500 mg al día, dividida en dos o tres tomas, para mejorar la absorción y reducir efectos gastrointestinales.
— Debe mantenerse hasta el final de la gestación.Objetivo:
La suplementación de calcio busca reducir el riesgo de preeclampsia y eclampsia, principalmente en poblaciones con bajo consumo de lácteos o acceso limitado a fuentes alimentarias ricas en calcio. -
¿Qué medicamento para la presión puede tomar una embarazada?
Durante el embarazo, solo algunos fármacos antihipertensivos se consideran seguros para el feto. Los principales medicamentos utilizados para controlar la presión alta en la gestación son:
— Metildopa: ampliamente utilizada y con historial de seguridad durante la gestación.
— Nifedipina de acción prolongada: especialmente útil en crisis o en uso ambulatorio.
— Labetalol: muy usado en el ámbito hospitalario o cuando se necesita un control más intensivo.
— Hidralazina: generalmente reservada para situaciones de urgencia hipertensiva, con administración intravenosa.Estos medicamentos se eligen según la gravedad de la hipertensión, el trimestre de la gestación y el cuadro clínico de la paciente.
Por otro lado, algunos fármacos para la presión están prohibidos durante el embarazo, por causar riesgo de malformaciones o daños renales al bebé. Son:
— Inhibidores de la ECA/IECA (como captopril y enalapril).
— Antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA II) (como losartán, valsartán).
— Aliskireno (inhibidor directo de la renina).
— Atenolol (cuando se usa de forma crónica, puede causar restricción del crecimiento fetal).Importante: nunca inicies ni suspendas un medicamento por cuenta propia durante el embarazo. El tratamiento debe estar siempre orientado por el obstetra.
Dr. Pedro Pinheiro
