

He participado en muchas carreras, pero esta tuvo un sentido más profundo. Nadie corrió por una medalla ni por llegar primero. En esta ocasión corrimos (y también caminamos) por amor, por esperanza, por la vida.
Acompañamos a mujeres valientes que han vencido el cáncer y a otras que siguen luchando con el alma. El domingo 19 de octubre, en la 5.ª carrera “Cali le corre al cáncer”, los verbos no fueron competir ni ganar, sino acompañar, abrazar, concientizar… y, sobre todo, amar.
Vimos familias enteras unidas, hijos corriendo junto a sus madres, corazones latiendo al mismo ritmo de la vida. Fue un recordatorio poderoso de que vivir es el mayor de los triunfos.
Gracias a la Fundación “Por ti, por mí, por todas” y a la “Ruta Rosada contra el Cáncer” por sembrar esperanza.
En esta nota les presento a la creadora de esta hermosa iniciativa:
Diana Appleton Lewis, nacida en Cali, Valle del Cauca, es administradora de empresas y trabajadora social. Durante los últimos ocho años se ha desempeñado como directora ejecutiva de la Fundación Por Ti, Por Mí, Por Todas, desde donde ha desarrollado una amplia labor social en beneficio de mujeres, madres cabeza de hogar, adultos mayores, niños y, especialmente, personas diagnosticadas con cáncer.

Gracias a su compromiso y sensibilidad, ha identificado de cerca las problemáticas que enfrenta la población oncológica, liderando programas que brindan apoyo psicosocial, asistencial y alimentario a quienes más lo necesitan. Como sobreviviente de cáncer de mama bilateral sincrónico, Diana ha transformado su experiencia personal en una misión de vida: promover la detección temprana y la cultura de prevención.
Es la creadora del programa educativo “La Ruta Rosada”, con el cual ha impactado a más de 27.000 personas en todo el territorio nacional, llevando jornadas de sensibilización, autoexploración y diagnóstico oportuno. También es la fundadora del programa “Barriga Llena, Corazón Contento”, que desde 2017 ha entregado más de 70.000 raciones de comida preparada, ofreciendo alimento, esperanza y compañía a familias en situación de hambre o enfermedad.
Su liderazgo ha sido reconocido con distinciones como Mujer CAFAM, el Galardón Mujer Vallecaucana 2020, la Orden de la Independencia en el grado Cruz de Caballero, Titán Caracol Salud y Bienestar, y Mujer Líder Internacional USA 2024; honores que reflejan su entrega y compromiso con la comunidad.
Mujer de fe y confianza en Dios, madre amorosa e hija de padres extranjeros, Diana cree profundamente en las segundas oportunidades y en el poder transformador del servicio. Su historia, marcada por el dolor y la resiliencia, es testimonio de que, incluso en medio de la adversidad, se puede encontrar un propósito: sanar, servir y dejar huella desde el amor.
Cuando el amor se vuelve medicina.
Hay batallas que no se libran en un campo abierto, sino en silencio, frente al espejo, en una sala de hospital o en la mirada de una mujer que, aun entre lágrimas, sigue sonriendo. El cáncer de mama no solo desafía el cuerpo; también pone a prueba la fe, el ánimo y la esperanza. Pero cuando una mujer atraviesa esta prueba, no debería hacerlo sola.
La solidaridad es una forma de amor que se vuelve medicina. No cura las células, pero sana el alma. Acompañar a una mujer que enfrenta el cáncer es recordarle que sigue siendo hermosa, fuerte y valiosa, más allá de su cabello, su piel o sus cicatrices. Es ofrecerle un abrazo cuando el miedo llega sin avisar, una palabra cuando el silencio pesa demasiado, o una sonrisa cuando la vida parece detenerse.
Cada gesto cuenta. A veces basta con escuchar sin juzgar, cocinar una sopa caliente, acompañar a la cita médica o simplemente estar. Porque en medio de la enfermedad, lo que más cura no siempre está en los tratamientos, sino en el calor humano que se comparte.
La empatía nos invita a mirar con el corazón, a ponernos en el lugar del otro y a comprender que detrás de cada diagnóstico hay una historia, una familia, unos sueños y una inmensa voluntad de vivir. No se trata de sentir lástima, sino de ofrecer presencia. La verdadera empatía no dice “pobrecita”, dice “estoy contigo”.
El cáncer de mama no distingue edades ni condiciones, pero cuando la sociedad se une, cuando las mujeres se acompañan entre sí, cuando las comunidades se organizan para educar, prevenir y apoyar, la esperanza florece. En esa unión está la fuerza, en ese abrazo colectivo se siembra la vida.

Hoy, más que nunca, recordemos que la solidaridad no es un acto puntual de ayuda: es un compromiso continuo de amor. Porque ninguna mujer debería sentirse sola en su lucha. Porque cada una merece ser sostenida, mirada con ternura y celebrada por su valentía.
El cáncer puede tocar el cuerpo, pero no puede apagar el espíritu. Y cuando ese espíritu se rodea de amor, comprensión y compañía, la sanación (aunque no siempre sea física) se vuelve posible.
Acompañar a una mujer en su batalla es también acompañarnos como humanidad. Es decirle con acciones: “Tu lucha no es solo tuya, es nuestra. Y mientras tengas esperanza, no estarás sola.”

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”. 1 Corintios 13:4-5 (RRV 1960)
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