

Me gusta investigar el origen de los nombres bíblicos e identificar las partes que los componen, porque así se me hace más fácil recordar su significado, del cual podemos aprender mucho.
Por ejemplo, el nombre Bernabé aparece en la Biblia en veintiocho ocasiones, es de origen arameo y está compuesto por dos palabras: bar que significa «hijo» y nabá que se traduce como «consuelo, aliento o exhortación».
Este nombre fue registrado en el Nuevo Testamento para nombrar a un levita chipriota llamado José, porque su personalidad y estilo de vida cristiana —según los apóstoles— le hacían un portador honorable de este sobrenombre en el cual vale la pena reflexionar (Hch 4:36).
En el Nuevo Testamento se escribe sobre este personaje, cuyo sobrenombre está íntimamente ligado a su misión y carácter. Sobre eso nos habla el libro Hijos de consolación: Lo que el ministerio de Bernabé nos enseña sobre el liderazgo y la vida cristiana (B&H Español, 2025) del pastor Nathan Díaz.
Una mirada pastoral a la vida de Bernabé
En este recurso, el autor ofrece un análisis pastoral de la vida de Bernabé, un personaje bíblico cuya influencia silenciosa y generosa nos desafía a vivir un cristianismo que trasciende la autoexposición y el ego.
El prólogo y la introducción son claros al trazar la relevancia de Bernabé como ejemplo de liderazgo y vida cristiana: un hombre conforme al corazón de Dios, no porque haya buscado protagonismo, sino porque estuvo dispuesto a invertir su vida en otros, especialmente en los comienzos del ministerio de Pablo (pp. 12-13).
El libro está compuesto por cuatro partes, cada una centrada en una faceta del ministerio de Bernabé: 1) Consolación al necesitado (p. 17); 2) Consolación al despreciado (p. 51); 3) Consolación en la humildad y unidad (p. 81); 4) Consolación en medio del conflicto (p. 121).
Lo que me pareció más impactante del libro es que golpea directamente nuestra cultura actual. Vivimos en una época donde un comentario malintencionado —especialmente en las redes sociales— puede destruir una reputación en minutos, donde la exposición y la crítica son más valiosas que la edificación, y donde muchos cristianos sucumben a la tentación de vivir para la aprobación popular en lugar de la aprobación de Dios.
Frente a eso, la vida de Bernabé es como un ataque al ego moderno: su ministerio fue discreto, arriesgado y sacrificial. Fue alguien que creyó lo mejor de otros cuando nadie más lo hacía, alguien que estuvo dispuesto a respaldar incluso a los despreciados.
La vida de Bernabé es como un ataque al ego moderno: su ministerio fue discreto, arriesgado y sacrificial
El libro tiene un gran valor pastoral porque logra desafiar al lector a recuperar un cristianismo bíblico donde haga falta y anima a conservarlo donde está presente: uno que edifica en lugar de destruir, que consuela en lugar de criticar, que apoya en lugar de exhibir. En un mundo donde «viral» muchas veces bien podría significar «letal» para el testimonio de alguien, la figura de Bernabé nos obliga a preguntarnos: ¿somos parte de la multitud que acusa o de la que levanta al caído?
Hijos de consolación no solo anima, sino que incomoda: obliga a preguntarnos si estamos viviendo para levantar a otros en Cristo, o si hemos caído en la trampa de vivir para nosotros mismos.
Un recurso para el discipulado y liderazgo
En cuanto al público al que este libro va dirigido, Hijos de consolación es un excelente recurso para un discipulado tanto de líderes, nuevos creyentes y de la iglesia en general. Menciono esto porque no todos los libros monotemáticos tienen un formato que se presta para esta clase de estudios grupales. Pero aquí, al final de cada capítulo encuentras preguntas para promover el análisis y la reflexión en grupo.
El subtítulo menciona que la vida de Bernabé nos enseña principios de liderazgo. En efecto, el autor hace una aclaración imprescindible sobre Bernabé, ya que menciona la situación en la que se vio involucrado en un problema serio de liderazgo, cuando el apóstol Pablo reprendió al apóstol Pedro. Este hecho quedó registrado tanto en el libro de Hechos como en Gálatas:
El pastor John Piper expresa que las mismas cosas que son buenas en algunos, sus mismas fortalezas, que en este caso es la inclinación de Bernabé a defender a otros, pueden ser su debilidad también. Bernabé se equivocó al no confrontar la actitud divisiva de Pedro y los judíos. Su actitud de ser paciente con las debilidades de otros y su inclinación a defender a Pedro y a los judíos, en este caso, lo llevó a cometer un error que merecía reprensión (p. 75).
Francamente, me hubiera gustado leer un análisis más profundo sobre este incidente debido a que estos son los problemas comunes en las iglesias y que merecen un mejor análisis sobre su origen, tratamiento y solución.
Más que un apodo
Un detalle interesante al hablar de Bernabé es el uso del término griego traducido como «sobrenombre» (Hch 4:36, RV60). El autor menciona la palabra «apodo» en reiteradas ocasiones, y aunque comprendo que ese término puede resultar más cercano o familiar en su contexto cultural, conviene que el lector tenga presente algunos detalles de su uso en la Biblia.
En español, la palabra «apodo» suele tener una connotación más trivial o incluso burlona, lo cual podría desvirtuar el sentido original que le da la Escritura. En el contexto bíblico —y en el caso particular de Bernabé— se trata más bien de un sobrenombre honorífico, un título que expresa una característica significativa.
Vemos ejemplos similares en las Escrituras: Simón fue llamado Pedro («piedra»), Saulo también fue conocido como Pablo, y en el Antiguo Testamento, Faraón dio a José el nombre de Zafnat-panea (Gn 41:45). En los primeros dos de estos tres casos no hablamos de un simple apodo puesto por creyentes, sino de un sobrenombre cargado de propósito y significado (a diferencia del término «cristiano», que personas no creyentes lo usaron inicialmente de forma despectiva).
Así, cuando Lucas aclara que Bernabé significa «hijo de consolación» o «de exhortación», nos muestra que los apóstoles reconocieron en José una virtud pastoral muy clara: su capacidad para animar, exhortar y consolar. Por eso, más que un apodo informal, el sobrenombre Bernabé refleja el carácter y ministerio espiritual de este siervo de Dios.
Un llamado a ser hijos de consolación
Un libro no puede abarcar todo sobre los temas que aborda. Díaz ofrece principios claros y prácticos muy importantes que parten de la Escritura. Me hubiera gustado leer respuestas detalladas a preguntas sobre los dilemas que derivan de ser un «hijo de consolación»: ¿Cómo lidiar con la fatiga de siempre estar disponible para otros? ¿Qué hacer cuando la ingratitud hiere profundamente? ¿Cómo discernir entre dar otra oportunidad y reconocer que es momento de establecer límites?
Estas son preguntas cruciales en la experiencia cristiana actual, donde el desgaste emocional es real y muchas veces invisible, y su tratamiento habría enriquecido la aplicabilidad del libro en contextos de ministerio contemporáneo. No obstante, el capítulo final llamado Un llamado a ser hijos de consolación es una excelente introducción que bien podría ser el inicio de un nuevo libro que responde a estas preguntas.
En resumen, Díaz nos da un libro que no solo enseña sobre Bernabé, sino que nos desnuda frente a nuestra propia superficialidad espiritual. El desafío es claro: ¿seguiremos persiguiendo la visibilidad o imitaremos a un hombre cuyo ministerio, aunque olvidado por muchos, influyó grandemente en la historia de la iglesia? Ser «hijo de consolación» nunca será popular ni viral. De hecho, Bernabé, el hijo de consolación, en este libro también es un hijo de exhortación, que es exactamente lo que la iglesia de Cristo y el mundo necesitan.
En conclusión, considero que el autor acierta en su propósito pastoral: rescatar el valor del consuelo y la edificación en tiempos de superficialidad. El autor logra un impacto espiritual profundo. Díaz realmente da en el blanco.
Nimrod López
Fuente de esta noticia: https://www.coalicionporelevangelio.org/resenas/resena-hijos-consolacion-bernabe/
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