
EL NOBEL DE LA PAZ QUE HONRA LA DIGNIDAD DEL PUEBLO VENEZOLANO.

El Premio Nobel de la Paz 2025, galardón internacional establecido según el testamento de Alfred Nobel, fue anunciado el 10 de octubre de 2025 por el Comité Noruego del Nobel en Oslo, Noruega.
Este año, el reconocimiento fue otorgado a María Corina Machado, de Venezuela, por su incansable lucha en defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos.
El comité destacó su “valiente e inquebrantable compromiso con la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Palabras que encierran el espíritu de una mujer que, pese al exilio interno, la persecución y la censura, nunca se apartó del camino de la verdad ni del llamado a la libertad.
Durante décadas, María Corina Machado (58) fue una voz firme ante el poder, una presencia incómoda para la opresión, una mujer que levantó el rostro cuando muchos tuvieron que bajarlo para sobrevivir.
Con temple, inteligencia y coraje, resistió las sombras del autoritarismo, recordando al mundo que la libertad no se pide: se defiende con dignidad, con principios y con fe.
Más allá del ámbito político, su figura representa la fuerza moral de la mujer venezolana: luchadora, madre, hermana, líder, sembradora de esperanza. Su historia nos devuelve la confianza en que, incluso en los tiempos más oscuros, la luz de la conciencia y del amor a la patria puede seguir brillando.
Desde el corazón del exilio.
Como mujer venezolana, hoy escribo con el corazón lleno de emoción y lágrimas contenidas. Este Nobel no es solo para María Corina Machado: es para cada venezolano que no se rindió, para los que salieron con una maleta llena de sueños, para los que aún esperan entre fronteras, y para los que desde el exilio seguimos llevando a Venezuela en el alma.
Escribo desde Colombia, el país que me abrió sus brazos hace ocho años y me permitió recomenzar.
Aquí, lejos de mi tierra, he aprendido que la patria no se pierde cuando se cruza una frontera; se lleva dentro, viva, en cada palabra, en cada esfuerzo, en cada acto de amor hacia los demás.
El exilio nos ha hecho fuertes, resilientes y profundamente conscientes de lo que significa la libertad. Hoy, al ver el nombre de una venezolana en el altar de los premios más importantes del mundo, siento que se ha encendido una luz sobre nuestra historia.
Una luz que dice: “Venezuela no está vencida. Venezuela está despertando.”
La fe que nos une y la paz que nos espera.
A todos los que tuvimos que salir buscando una vida mejor, este momento nos invita a creer nuevamente. Creer que todo dolor tiene un propósito. Creer que el sacrificio del exilio no fue en vano. Creer que la patria puede renacer cuando sus hijos no la olvidan.
Cada paso que damos fuera de nuestras fronteras es una semilla que germina en otro suelo, pero que tiene raíces en el mismo corazón. Somos millones los que seguimos orando, trabajando y soñando con el día en que podamos volver a abrazar nuestra tierra, caminar sus calles libres, y ver a nuestros hijos crecer sin miedo.
Que este Nobel sea más que un premio: sea un símbolo de reconciliación, esperanza y perdón.
Que los corazones de todos los venezolanos, dentro y fuera del país, se encuentren en un mismo propósito: reconstruir una Venezuela de paz, justicia y amor fraterno.
Porque la verdadera libertad no sólo se conquista en las urnas o en las calles, sino en el espíritu. Y esa libertad interior nace cuando dejamos que Dios sane las heridas del rencor, de la división y del miedo.
Llamado al encuentro y a la paz.
Hoy más que nunca, Venezuela necesita volver su mirada a Dios.
Él es el único capaz de unir lo que el odio ha dividido, de sanar lo que la desesperanza ha herido.
En Sus manos está la paz que buscamos, la justicia que anhelamos y el amor que puede devolvernos la unidad como pueblo.
“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” (Mateo 5:9)
Que este sea el tiempo de volver el rostro al cielo y decir con fe:
“Señor, bendice a Venezuela, cúbrela con tu luz, y guíanos a todos (los que estamos dentro y los que estamos fuera) hacia el reencuentro, el perdón y la verdadera libertad.”
