

UN PARAÍSO PARA LOS AMANTES DE LAS AVES.
Cali no solo es reconocida por su alegría, su cultura y su sabor; también es un tesoro natural que revolotea entre montañas y valles. Con más de 560 especies de aves registradas, la capital del Valle del Cauca se posiciona como una de las ciudades más megadiversas del mundo, un verdadero santuario para quienes buscan el contacto directo con la naturaleza.
Su posición geográfica estratégica, entre la cordillera Occidental y el valle del río Cauca, permite la coexistencia de diversos ecosistemas (bosques húmedos, zonas rurales, áreas urbanas y corredores biológicos) que sirven de refugio a especies endémicas y migratorias. Esta riqueza convierte a Cali en un destino privilegiado para el turismo de avistamiento de aves, una práctica en auge que atrae a observadores y fotógrafos de distintas partes del mundo.
Uno de los lugares emblemáticos para esta actividad es San Felipe Lodge, ubicado en el kilómetro 18, donde se han registrado más de 315 especies. Desde colibríes resplandecientes hasta tucanes y tangaras de vivos colores, el canto y el vuelo de las aves conforman un espectáculo que conecta a los visitantes con la esencia viva del territorio.
Colombia, con más de 1.900 especies de aves, ocupa el primer lugar mundial en diversidad aviar. De ellas, alrededor de 550 pueden observarse entre las zonas rurales y urbanas de Cali, lo que convierte a esta región en un microcosmos del patrimonio natural del país.
Más allá de las cifras, esta riqueza representa un compromiso. La deforestación, el ruido, la contaminación y la pérdida de hábitat amenazan silenciosamente este tesoro alado. Proteger a las aves es proteger los bosques, las fuentes hídricas y la vida que florece en equilibrio.
El llamado del cielo.
El vuelo de las aves es, en esencia, un recordatorio de libertad y equilibrio. Cada una de ellas cumple un papel vital en los ecosistemas: polinizan, dispersan semillas, controlan plagas y mantienen viva la armonía natural que sostiene nuestra propia existencia. Sin embargo, su canto hoy se mezcla con el ruido urbano, con el avance de la deforestación y la indiferencia que muchas veces silencia su presencia.
Cali, “la ciudad de las alas”, no puede permitir que ese patrimonio se desvanezca. Cada bosque talado, cada río contaminado o árbol que se derriba, es un hogar perdido para cientos de especies que confían en nosotros para sobrevivir. Conservar no es una tarea exclusiva de ambientalistas o expertos; es una responsabilidad compartida que empieza con pequeños gestos: plantar un árbol, cuidar los parques, evitar el uso de plásticos, respetar los ciclos de la naturaleza y enseñar a los niños a mirar el cielo con admiración.
Las aves nos muestran lo que hemos olvidado: que la belleza no necesita ser poseída para ser amada, que la libertad solo florece en el respeto.
Cada trino es una oración, cada vuelo un mensaje que nos recuerda que aún estamos a tiempo de cambiar la historia.
Porque proteger a las aves es proteger la vida, y en cada ala que se despliega sobre Cali, hay un llamado silencioso que dice:
“Cuídame, y juntos seguiremos volando.”
“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1:3 (RRV1960)
