

FELICIDAD EN TIEMPOS DE SELFIE: CUANDO LA SONRISA OCULTA EL LLANTO.
“Vivimos rodeados de sonrisas digitales, pero cada vez más lejos de la verdad emocional.”
Era pasada la medianoche cuando sonó mi teléfono. Del otro lado, una paciente de otro país lloraba desconsoladamente. Entre sollozos me dijo que ya no podía más, que la vida se le había vuelto insoportable y que tenía pensamientos suicidas.
La escuché con atención, le ofrecí contención emocional y trazamos un plan de emergencia. Sin embargo, en medio de la conversación, me pidió permiso para retirarse con la promesa de que en dos horas volvería a conectarse. Su tono era frágil, y mi corazón se quedó inquieto.
Pasó una hora y, para mi sorpresa, recibí un mensaje suyo dándome el enlace de una de sus publicaciones recientes. Cuando entré a verla, me encontré con una imagen completamente distinta: estaba maquillada, sonriente, posando feliz junto a su nuevo vehículo de lujo, acompañada de frases de gratitud y éxito. Una hora después, volvió a conectarse a la sesión, llorando con el alma rota y diciendo: “ya terminó el show”.
Esa madrugada me dejó una profunda reflexión sobre el rostro emocional de esta era digital. Vivimos tiempos donde la tristeza se esconde tras filtros, y el dolor se disfraza de éxito para ganar “likes”.
Cuando el alma se convierte en escenario.
Detrás de estas máscaras digitales suelen esconderse múltiples factores psicológicos y sociales:
- Presión por pertenecer. Las redes sociales imponen estándares imposibles de felicidad, belleza y éxito. Mostrar debilidad parece un pecado.
- Baja autoestima y necesidad de validación. Muchas personas miden su valor por la cantidad de seguidores o reacciones que reciben.
- Desconexión emocional interna. Se identifica tanto con el “personaje público” que se olvida quién es realmente.
- Soledad profunda. Mientras más se expone una vida idealizada, más grande puede ser el vacío interior que se intenta llenar.
Consecuencias del espejismo digital.
Esta “felicidad de escaparate” tiene un costo alto:
- Aumento de la ansiedad y la depresión. La comparación constante genera insatisfacción crónica.
- Pérdida de autenticidad. Se vive para aparentar, no para sentir.
- Crisis de identidad. Se confunde el “yo real” con el “yo digital”.
- Aislamiento emocional. Aunque haya interacción virtual, no hay conexión genuina.
La vida se convierte en una puesta en escena continua, donde el aplauso se vuelve adicción y el silencio un abismo.
Medidas de afrontamiento.
Salir de este entorno tóxico requiere valentía y conciencia. Algunas estrategias útiles son:
- Practicar la autenticidad emocional. Reconocer lo que se siente sin miedo al juicio.
- Reducir la exposición digital. Establecer límites de tiempo y consumo de redes.
- Buscar acompañamiento terapéutico. La psicoterapia ayuda a reconstruir la autoimagen y sanar la autoestima.
- Cultivar vínculos reales. Recuperar la conexión con personas que nos vean más allá del personaje.
- Practicar la gratitud y la presencia. Aprender a disfrutar de lo simple, sin necesidad de publicarlo todo.
Vivimos en una época donde las sonrisas se editan y las lágrimas se ocultan detrás de una pantalla.
Las redes sociales se han convertido en vitrinas donde muchos exhiben felicidad, pero pocos se atreven a mostrar verdad. Nos acostumbramos a confundir brillo con bienestar, aplausos con amor y filtros con autoestima.
Sin embargo, la verdadera felicidad no necesita testigos. No se mide por “me gusta”, ni se logra comprando lo que otros admiran. La felicidad real es silenciosa, se siente en la respiración tranquila, en el abrazo sincero, en la mirada que no necesita aparentar.
Esa madrugada, mientras escuchaba a mi paciente entre lágrimas, comprendí una vez más que no todo lo que brilla es plenitud. Detrás de una sonrisa perfecta puede habitar un alma cansada, y detrás de un éxito aparente, un corazón que grita en silencio.
El alma humana no necesita escenarios, necesita sosiego.
Necesita espacios donde pueda ser imperfecta sin miedo, donde pueda llorar sin culpa y donde el amor propio no dependa de la opinión ajena.
Que nunca olvidemos esto:
No hay fotografía que capture el verdadero valor de una persona, pero sí hay momentos en los que la autenticidad ilumina más que cualquier foco o pantalla.
La sanación comienza cuando dejamos de maquillarnos el alma para agradar al mundo, y nos atrevemos a vivir sin máscaras, amarnos sin filtros y mostrarnos con verdad.
“Ser feliz no es parecerlo; es abrazarse incluso en la oscuridad,
y seguir creyendo que la luz del alma siempre volverá a encenderse.”
«Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre». Salmos 16:11:
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