

La moda de Marruecos es un universo donde conviven la tradición, el clima y los oficios artesanales, y donde cada puntada tiene sentido cultural. En este viaje por la indumentaria marroquí, exploramos desde las piezas de gala hasta las prendas cotidianas que aún se ven en medinas y zocos, sin olvidar su adaptación a la ciudad contemporánea y a las exigencias del desierto. La vestimenta tradicional marroquí sigue viva porque es útil, hermosa y profundamente identitaria.
Más allá de su estética, la ropa marroquí responde a una geografía extrema y a un calendario de celebraciones riquísimo: bodas, festividades religiosas y banquetes en los que el brillo del caftán o la sobriedad de la chilaba dicen tanto como las palabras. Tejidos nobles, bordados minuciosos, colores simbólicos y códigos de modestia conforman un lenguaje textil que los visitantes pueden entender y disfrutar con unas cuantas claves.
Ciudad y mundo rural: dos latidos de una misma tradición
En Marruecos coexisten dos maneras de entender la vestimenta: la de las urbes y la de las aldeas y montañas. En las ciudades predominan prendas de corte más arabizado, con refinamiento en tejidos y bordados, y un uso más marcado en contextos religiosos o festivos. En la vida diaria urbana, especialmente entre jóvenes, la ropa occidental convive con piezas tradicionales y accesorios artesanales.
En el campo y las zonas bereberes (Rif, Atlas, entornos saharianos), la tradición es visible a diario: las prendas son más funcionales y adaptadas al clima, con colores vibrantes y recursos como turbantes para protegerse del sol o del frío. La orfebrería y elementos colgantes en los atuendos de gala femeninos ponen el toque festivo, incluso con piezas metálicas y lentejuelas de carácter popular.
Es frecuente que la lana gruesa domine en áreas de montaña, mientras que algodones y sedas ligeras mandan en regiones cálidas. Esta dicotomía explica por qué la misma prenda cambia completamente su carácter según dónde y cuándo se use.
Si te interesa la dimensión cultural, hay obras que han retratado la relación entre artesanía y vida cotidiana. La película «El caftán azul» (Maryam Touzani, 2022) se adentra de forma íntima en este mundo de talleres y oficios que persisten. El cine también sirve de ventana a los oficios textiles marroquíes.

Prendas femeninas: caftán, takchita y djellaba
La moda femenina marroquí es sinónimo de brillo, color y una confección cuidada que puede implicar largas horas de trabajo artesanal. Las mujeres invierten en piezas de gran calidad para momentos señalados, y no es raro alquilarlas para bodas o fiestas religiosas si el presupuesto aprieta.
Caftán (o kaftán). Quizá la prenda más representativa: vestido largo hasta los tobillos, holgado, de manga larga y generalmente de seda u otros tejidos nobles. Hay versiones estampadas más sencillas y otras bordadas con hilos metálicos y pedrería. Su origen se asocia a Persia y, tras la expansión árabe, arraigó en Marruecos primero en la corte y luego en el resto de la sociedad. El caftán de alta gama suele ser obra de sastres artesanos.
Takchita. Emparentada con el caftán, se distingue porque está compuesta por dos (o más) piezas: la base (tahtiya), sobria, y un sobrevestido (fouqia o dfina) de caída amplia y falda generosa, ajustadas con un cinturón (mdamma) que puede incorporar hilos de oro, plata o piedras. Es la opción por excelencia para ceremonias y grandes celebraciones.
Djellaba o chilaba femenina. Aunque la capucha se asocia con la versión masculina, las mujeres también usan variantes de djellaba en su día a día, con o sin capucha, confeccionadas en algodón ligero para el calor o lana para los meses fríos. Es una prenda práctica y modesta que funciona como comodín cotidiano.
En ocasiones especiales, además de las prendas, muchas mujeres decoran manos y pies con henna. La henna completa el look festivo y tiene carga simbólica, especialmente en bodas y fechas señaladas del calendario musulmán.
Prendas masculinas: chilaba, jabador, gandoura y fez
La ropa tradicional masculina comparte el gusto por los detalles, pero suele ser más sobria. La protagonista es la chilaba (djellaba) masculina, larga y holgada, con capucha puntiaguda, que se lleva a menudo como sobreprenda sobre la ropa habitual. En climas cálidos se prefiere el algodón; en entornos fríos, la lana gana peso.
El jabador se ha convertido en sinónimo de traje de gala contemporáneo. Consta de dos piezas principales: pantalón y túnica (a veces con un chaleco ligero) y adorna bordados, pasamanería y cuentas. Es muy popular en celebraciones y bautizos, y gusta tanto por su estética como por su comodidad. Permite un equilibrio entre tradición y modernidad.
La gandoura es una túnica sin mangas o de manga corta, amplia y fresca, muy útil para el día a día y el calor. En texturas ligeras, es la compañera ideal de veranos largos. Su sencillez la convierte en una pieza esencial del armario.
Fez o tarbush. Se trata del famoso gorro carmesí con borla negra, de copa plana y forma troncocónica, vinculado a la ciudad de Fez y adoptado en otras culturas árabes como símbolo de distinción. Es uno de los emblemas más reconocibles de la indumentaria masculina marroquí clásica.

Calzado y accesorios: babuchas, sandalias y joyas
Babuchas. Emblema del país, son zapatillas de cuero de punta afilada y talón abierto, tanto para hombres como para mujeres, omnipresentes en celebraciones y vida diaria. Las hay de color amarillo tradicional y de toda la paleta; también existen variantes bereberes con punta cuadrada o redondeada para entornos rurales.
Sandalias. Son la alternativa habitual en contextos urbanos y climas cálidos, especialmente en mujeres. Se fabrican en cuero, con menos ornamentos que las babuchas, aunque pueden incorporar cierres o apliques dorados y plateados que aportan brillo sin excesos.
El cinturón mdamma. En la takchita, el cinturón es parte central del conjunto y puede ser de seda, metal labrado o mezcla de ambos. Además de ceñir, aporta jerarquía y remate estético a la silueta femenina de gala.
Accesorio de cabeza y joyería. En ámbitos rurales y bereberes son comunes turbantes tanto en hombres como en mujeres, a veces con borlas o elementos colgantes. La joyería de metal a modo de pectorales o tocados es un recurso de gran impacto en trajes de fiesta. La orfebrería popular añade textura y sonido al atuendo.
Tejidos, estaciones y sostenibilidad
Elegir tejido es clave para la comodidad. En primavera y verano reinan lino y algodón: ligeros, transpirables y de fácil caída. El lino, además, tiene propiedades termorreguladoras; el algodón, si no es excesivamente grueso, funciona muy bien en calor. Estas fibras naturales permiten que el aire circule.
Para otoño e invierno entran en juego lana, cachemira y terciopelo, que retienen el calor y elevan el aspecto de prendas de gala. El satén o el terciopelo en caftanes y capas incrementa el confort en jornadas frías. Aunque menos transpirables, son aliados contra el frío.
Los tejidos sintéticos (como ciertos poliésteres) pueden aportar brillo y resistencia, pero en climas calurosos acumulan temperatura si el gramaje es alto. En prendas de uso cotidiano, las fibras naturales marcan la diferencia en la sensación térmica a lo largo del día. La elección del gramaje y el forro cambia por completo la experiencia de uso.
En el mercado actual, algunos talleres y marcas integran criterios de sostenibilidad, incluyendo material reciclado con certificaciones como Global Recycled Standard (GRS). Esta norma verifica el contenido reciclado y el cumplimiento de requisitos sociales, ambientales y químicos a lo largo de la cadena de suministro. Si te preocupa el impacto, busca referencias a sellos reconocidos en la etiqueta.
El clima y el desierto como diseñadores silenciosos
Marruecos concentra un mosaico climático: mediterráneo en el norte, continental en el interior y desértico en el sur próximo al Sáhara. La ropa tradicional ha evolucionado para proteger del calor diurno y el frío nocturno, con prendas largas que cubren la piel y permiten la ventilación.
La chilaba y el caftán, además de lucir, funcionan como barrera frente a radiación y arena. En las costas templadas, los tejidos se vuelven más ligeros; en montañas, la lana domina. La función y el entorno mandan sobre la forma, y por eso un mismo corte puede parecer distinto en Tánger, Marrakech o el sur sahariano.
Colores y bordados: códigos visibles
El color no es casual: verdes asociados a lo espiritual, rojos y dorados a la prosperidad y el estatus, azules con ecos de protección y frescor. Por supuesto, esto convive con la moda y el gusto personal, pero los tonos intensos son marca de la casa. El contraste cromático resalta el trabajo de los bordados.
Los bordados metálicos, hilos de seda, pasamanería y encajes hechos a mano definen la alta costura tradicional. En bodas y grandes eventos, los brillos se intensifican, mientras que para el día a día se prefieren diseños más sobrios. La calidad del bordado es, a menudo, un medidor del nivel de la prenda. La mano del artesano se nota en cada puntada.

Códigos de vestimenta para visitantes
Como viajera o viajero, no hay un código rígido, pero se agradece la modestia: evita prendas muy ajustadas o excesivamente cortas, sobre todo en contextos tradicionales o rurales. En urbes como Casablanca o Marrakech hay mentalidad más abierta, pero conviene adaptar el atuendo al lugar y la ocasión. La clave es el respeto y la comodidad.
Mezquitas y lugares religiosos. Cuando estén abiertas a no musulmanes, es recomendable que las mujeres cubra hombros y escote y opte por falda o pantalón largo; en algunos espacios se pedirá cubrir el cabello. Los hombres también deben vestir discretos. Un pañuelo ligero en el bolso resuelve muchas situaciones.
Moda urbana y elección personal. El hijab es una decisión individual para muchas mujeres, compatible con tendencias contemporáneas: verás pañuelos de mil colores y estampados combinados con vaqueros, faldas midi o zapatillas. La mezcla entre tradición y modernidad es parte del paisaje. Las ciudades marroquíes son escenarios de fusión estilística.
Ideas de looks para viajeras: verano e invierno
Para verano en Chefchaouen. Un vestido de encaje en capas (o gasa) potencia el ambiente de “ciudad azul” sin pasar calor; mejor evitar el azul para no mimetizarse con el fondo en las fotos. La ligereza del tejido marca la diferencia en las cuestas de la medina.
Visita a mezquitas. Una túnica negra ligera con pañuelo en la cabeza es una apuesta segura. Completa con zapato plano y pendientes discretos. Prioriza algodón o lino finos para no acumular calor. Vestir modesto no está reñido con ir estilosa.
Sur sahariano y desierto. Un vestido largo de seda en rojo contrasta espectacularmente con las dunas y ondula con el viento en las fotos. Protector solar de día y, cuando cae el sol, añade chal o manta ligera para la bajada térmica. Un foulard de estilo árabe multiplica las posibilidades fotográficas. Capas ligeras y versátiles te salvarán el plan.
Invierno urbano. Combina suéter de cuello alto blanco + trench + bufanda roja con jeans; funcional y fotogénico. En jornadas frías, un abrigo de cachemira sobre blusa de punto y falda plisada larga (más boina y botas negras) aporta un aire clásico perfecto para ciudades históricas. Elegancia y abrigo pueden ir de la mano.
Más ideas para el frío templado. Un vestido de punto con abrigo largo de lana y bufanda mantiene el calor en las llanuras costeras. Si prefieres dinamismo, sudadera con capucha y pantalón de chándal con zapatillas y mochila es imbatible para patear medinas horas y horas. La comodidad multiplica tu energía viajera.
Dónde comprar y vivir la artesanía
Si buscas autenticidad bereber, pon el foco en pueblos y ciudades con tradición artesanal: Chefchaouen en el Rif, Rissani en el área sahariana, o localidades del Atlas como Imilchil. Los mercadillos semanales son verdaderas aulas abiertas sobre tejidos, tintes y usos, con calidades variables pero un ambiente genuino.
En grandes urbes, además de zocos, encontrarás talleres y boutiques que alquilan o venden caftanes y takchitas para ocasiones especiales. Pregunta por trabajos a medida y por el origen de los bordados: donde hay artesano, hay historia. Apoyar al taller local es llevarte un pedazo del país.
El auge del diseño contemporáneo ha hecho que piezas como el jabador convivan con propuestas modernas en pasarela. En este cruce de caminos, es habitual que diseñadores fusionen cortes tradicionales y acabados actuales, una tendencia que ayuda a mantener vivos los oficios y a renovar el interés por la indumentaria clásica. Tradición y vanguardia se dan la mano en Marruecos.
La indumentaria marroquí es un puente entre climas, rituales y oficios, y una guía práctica para el viajero curioso. Desde la elegancia del caftán y la takchita hasta la funcionalidad de la djellaba, pasando por babuchas, cinturones mdamma, turbantes y joyas, todo forma un mapa cultural que merece recorrerse con calma. Conociendo los tejidos, los códigos de modestia y los mejores lugares para comprar, no solo vestirás con respeto: entenderás mejor el alma de Marruecos.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/entre-estampas-y-colores-la-vestimenta-tradicional-marroqui/
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