

En Zacatecas, una tierra con alma minera, la indumentaria tradicional ha sido durante décadas un espejo de su identidad colectiva. La ropa típica no solo viste el cuerpo, también narra historias de trabajo, devoción y fiesta, y nos conecta con un pasado que sigue muy presente en plazas, festivales y danzas.
Hablar de la vestimenta zacatecana es hablar de un mosaico de influencias, de celebraciones religiosas y populares, y de una manera de entender la elegancia cotidiana. Desde el siglo XIX hasta su consolidación en el XX, el atuendo local se ha ido afinando hasta definir un estilo propio que hoy reconocemos en el escenario, en las calles durante las fiestas y en la memoria de sus habitantes.
Raíces históricas y el pulso de una tierra minera
La tradición del traje típico en Zacatecas tiene su arranque documentado en el siglo XIX y durante el Porfiriato, cuando hombres y mujeres lo lucían en fiestas, bailes y eventos solemnes. Semana Santa y el Carnaval eran momentos clave para exhibir estas prendas, con un repertorio que mezclaba sobriedad, practicidad y ornamento contenido.
Con el correr del tiempo, y especialmente hacia mediados del siglo XX, ese conjunto se fue asentando como seña de identidad. A partir de entonces, la indumentaria se definió con trazos precisos acordes a las costumbres y a la estética local, a la vez que recogía símbolos del entorno minero y del paisaje duro y luminoso de Zacatecas.
El color, los cortes y los materiales dialogan con la vida diaria: el rojo vibrante y los tonos claros conviven con encajes y bordados discretos, dibujando un equilibrio entre lo festivo y lo funcional. Así, lo que se veía en las celebraciones fue ganando forma y nombre propio.
Ese proceso de cristalización hizo que el traje trascendiera lo ocasional. Dejó de ser solo un atuendo para fiestas para convertirse en icono cultural, pieza imprescindible en repertorios dancísticos y en conmemoraciones cívicas.

El traje MEXICAPAN de 1946: una firma para el cuarto centenario
Un hito decisivo llega en 1946, durante las festividades por el cuarto centenario de la ciudad de Zacatecas. Ese año, el creador Agustín Díaz dio forma al traje MEXICAPAN, que quedó ligado para siempre a la ciudad y a su imaginario festivo.
Aquellas celebraciones tuvieron un componente institucional importante, con la visita del presidente Manuel Ávila Camacho. El MEXICAPAN quedó así asociado a un momento de orgullo cívico, reforzando su condición de emblema local y su papel como estandarte en presentaciones y ceremonias.
Desde entonces, el MEXICAPAN no solo aporta estética: funciona como una carta de presentación cultural. En coreografías y bailes, su presencia evoca los ritmos y los símbolos zacatecanos con una claridad que pocos atuendos logran.

Vestimenta femenina: sobriedad, líneas francesas y rojo protagonista
La indumentaria de las mujeres se caracteriza por la sencillez refinada y un juego de cortes que estiliza la figura. La blusa, de color blanco y corte de inspiración francesa, suele llevar cuello alto, y las modistas ajustan el talle hasta la cintura para alargar visualmente la silueta.
La falda es, por su parte, un sello cromático. En tejido de paño rojo y corte en línea A, busca armonizar con el atuendo masculino, y en la parte posterior se le añaden tablones o pliegues que aportan movimiento y volumen controlado.
La ornamentación se completa con un toque de delicadeza textil. Un encaje blanco con motivos florales en el borde de la falda aporta contraste, iluminando el rojo y subrayando el carácter festivo del conjunto, sin perder la sobriedad general.
En los pies, la elección no es casual. Se utilizan botas de cuero con algo de tacón, a menudo en colores vivos que hacen juego con el rojo dominante o con otros tonos presentes en el conjunto. El calzado, más allá de lo estético, sostiene el paso en el baile.
El peinado acompaña la línea limpia del traje. Las mujeres suelen recogerse el cabello en colas altas o trenzas, opciones prácticas que resaltan el cuello alto de la blusa y mantienen despejado el rostro durante la danza.
- Blusa blanca de corte francés, cuello alto y talle entallado a la cintura.
- Falda roja en línea A, con pliegues posteriores y remate de encaje floral blanco.
- Botas de cuero con ligero tacón, en tonos que combinan con el traje.
- Peinado en coleta alta o trenzas para un porte pulcro y funcional.
Indumentaria masculina: tres piezas que marcan la diferencia
El vestuario de los hombres se compone de tres elementos imprescindibles que, combinados, proyectan carácter y elegancia. El pantalón, de estilo campero y en tonos claros (blanco o beige), aporta sobriedad y alude a la practicidad del día a día.
En la parte superior, una camisa blanca de cuello alto con bordados en el pecho introduce un detalle ornamental que eleva el conjunto sin estridencias. La precisión del bordado crea un punto focal que contrasta con la limpieza del color.
La prenda estrella, sin discusión, es la chaqueta. Se trata de una chaqueta tradicional de color rojo que hace juego con la falda femenina, cerrando el diálogo cromático entre ambos trajes. Ese rojo, vibrante pero contenido, se ha convertido en un signo distintivo.
Aunque la descripción del conjunto masculino aparece repetida en algunas fuentes, su relevancia es innegable. La combinación de pantalón claro, camisa blanca bordada y chaqueta roja crea una identidad visual potente, reconocible en escenario y en fiesta.
- Pantalón campero en blanco o beige, recto y funcional.
- Camisa blanca de cuello alto con bordado en el pecho.
- Chaqueta roja tradicional, eje cromático del conjunto.
Baile y tradición: el Mexicapan en escena
El traje no se entiende sin su dimensión escénica. El baile Mexicapan ha sido un vehículo clave para preservar y difundir esta indumentaria, presentando la estética local ante públicos diversos y manteniendo vivo el repertorio.
La documentación y recopilación de pasos, música y contexto cultural han sido constantes. Si te interesa aprofundizar, existen materiales específicos sobre el baile Mexicapan que exploran su forma y su papel en la identidad zacatecana, como estudios y dossiers accesibles en línea.
Entre esos recursos, destaca un documento dedicado a la danza Mexicapan, útil para entender el cruce entre coreografía e indumentaria. Puedes consultarlo aquí: PDF del baile Mexicapan.

Un apunte útil para el viajero: desayunar en León, Guanajuato
En algunas guías y búsquedas regionales aparecen recomendaciones cercanas geográficamente, y muchos viajeros combinan rutas por el Bajío y el norte. Si tu itinerario te lleva por León, la ciudad presume desayunos memorables con una mezcla de tradición y toques contemporáneos. A continuación, un repaso ordenado de propuestas destacadas para empezar el día con energía si pasas por allí.
AMARELLO Campestre es ideal para ir en familia y también admite mascotas. Encontrarás una cocina que combina lo clásico y lo actual, con platos como el chile relleno de prensado, el omelette de machaca o una cazuelita de milanesa. La atención es esmerada y los precios razonables, además de una carta de vinos y destilados más que apañada.
En Bomboutique el ambiente recuerda a un bistró europeo. Se sirven desayunos tradicionales y opciones gourmet: chilaquiles, chile relleno de tamal, sándwiches, crepas con champiñones y enchiladas. La especialidad es su repostería y panadería artesanal: galletas al estilo neoyorquino, croissants, pasteles y tartas que maridan de lujo con un café matutino.
Café Berlín apuesta por un entorno acogedor e informal, con café bien preparado, hot cakes, hamburguesas, chapatas y ensaladas. Perfecto para un arranque más desenfadado, con platos que aportan energía para patear la ciudad.
En Café Rothenburg (inspiración alemana) el desayuno puede incluir carnes frías, queso y huevo tibio, además de wafles con chantilly y frutas. También hay opciones nacionales: enfrijoladas, enchiladas y chilaquiles, para quien prefiera sabores de casa.
La Casa de Tía Popa ofrece cocina con sabor de antaño: chilaquiles, enchiladas, gorditas y chiles rellenos. Los platos de barro y un café que sabe a tradición crean un ambiente hogareño; los fines de semana suelen ofrecer buffet.
Churrería Las Duyas, en el corazón del barrio de San Juan de Dios, es una parada golosa. Hay chilaquiles, enchiladas y crepas, pero el protagonismo se lo llevan los churros recién hechos, perfectos para mojar en una taza de chocolate caliente en las mañanas frescas.
Cuájimil es pequeño pero muy bien valorado. Su propuesta mezcla sabores internacionales con mexicanos: hot cakes, pastas, chilaquiles de mole, omelette relleno de chilaquiles, crepas y huevos. Las bebidas también mandan: sodas italianas, cafés de todo tipo y malteadas de varios sabores.
Orangerie presume un interiorismo industrial con ladrillo visto y ventanales altos. El menú es ancho: huevos, chilaquiles, enchiladas, enmoladas, omelettes, molletes, barbacoa, tostadas y el famoso volcán de pollo (tortillas al comal con pollo a la plancha, nopales, guacamole y queso fresco). Suele haber música en vivo y buena coctelería.
Pachita Restaurante mantiene un estilo mexicano tradicional con pan recién horneado. Entre sus opciones: chilaquiles, sopes, tamales y malteadas. Un ambiente sencillo, de aire histórico, que garantiza un desayuno de los de siempre.
Río Negro Restaurante se inclina a un perfil más gourmet y sofisticado. Hay cortes de carne y pastas para un desayuno diferente, además de options para todos los gustos. Una experiencia culinaria pensada para paladares curiosos.
Si vas en grupo y te cuadra la logística, hay empresas de traslado como Autotur que organizan rutas a distintos estados, facilitando una escapada gastronómica en familia o con amigos. La idea es que tú te centres en disfrutar y comer rico desde primera hora, que para lo demás ya hay quien te lleve y te traiga.
Queda claro que León ofrece una variedad amplia de ambientes, precios y propuestas de desayuno, desde lo más casero hasta lo moderno y viajero. Y ya que estamos con espíritu de ruta, nunca dejes de viajar ni de descubrir sabores nuevos; al final, todo trayecto que empieza con un buen desayuno suele terminar siendo un gran día.
Volviendo al mapa cultural que nos ocupa, la vestimenta zacatecana emerge como hilo conductor entre la memoria minera, la celebración y la escena. Sus prendas, codificadas a lo largo de más de un siglo, han encontrado en el MEXICAPAN un estandarte que sintetiza historia y carácter. Desde la blusa blanca de cuello alto y la falda roja con encaje hasta el pantalón claro, la camisa bordada y la chaqueta carmesí, cada pieza cumple una función estética y simbólica. Y, en su conjunto, lo que visten hombres y mujeres no es solo ropa: es relato, pertenencia y orgullo compartido.
Alicia Tomero
Fuente de esta noticia: https://www.postposmo.com/entre-mineria-y-tradicion-la-vestimenta-en-zacatecas/
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