

Infopresidencia
Si la información resulta confirmada, el mundo presencia un nuevo crimen internacional atribuido al gobierno de Benjamín Netanyahu. Según una versión que llegó directamente al presidente de Colombia, Gustavo Petro, en aguas internacionales habrían sido detenidas dos ciudadanas colombianas mientras desarrollaban actividades de solidaridad humanitaria con el pueblo palestino. El hecho, de por sí grave, coloca a Colombia en una encrucijada diplomática y ética que no admite silencios ni evasivas.
Ante una afrenta de tal magnitud, la Cancillería colombiana está obligada a desplegar de inmediato todas las acciones legales pertinentes, incluidas aquellas que puedan interponerse en la justicia israelí. No se trata únicamente de un asunto bilateral, sino de la defensa del derecho internacional, de la soberanía de Colombia y de la dignidad de sus ciudadanos. Por ello, la invitación a los abogados internacionales es a ponerse al servicio de esta causa, acompañando a la representación jurídica nacional en un frente común.
Las implicaciones diplomáticas no se quedan en un plano abstracto. El tratado de libre comercio con Israel, firmado bajo la premisa de cooperación y respeto mutuo, pierde sentido en este contexto y debe ser denunciado de manera inmediata. La permanencia de la delegación diplomática israelí en Colombia resulta incompatible con los hechos denunciados, lo que haría inevitable su salida del país. Al mismo tiempo, el Batallón Guardia Presidencial, en cumplimiento de sus deberes constitucionales, asumirá con firmeza la protección de la Casa de Nariño, sin depender de armamentos externos ni condicionamientos foráneos.
El episodio cobra aún mayor relieve al conocerse que Estados Unidos ha decidido retirar el armamento entregado bajo la figura de comodato. Con este gesto, queda en evidencia la verdadera naturaleza de las llamadas “ayudas”: mecanismos de subordinación que limitan la autonomía de los pueblos. En consecuencia, Colombia deberá suplir de inmediato esas ausencias con su propia capacidad de seguridad, demostrando que la soberanía no se negocia ni se alquila.

Paradójicamente, y en contraste con estas imposiciones, Colombia ratifica su voluntad de cooperación con todas las naciones que soliciten apoyo en la lucha contra el narcotráfico, porque la solidaridad internacional no puede confundirse con dependencia política.
La filósofa Hannah Arendt advirtió en la década de 1950 que el nazismo no había desaparecido con la derrota de Hitler, sino que sobrevivía en las estructuras y prácticas de poder del mundo contemporáneo. Sus palabras, vigentes hoy, resuenan con inquietante fuerza: Hitler sigue vivo en la política global, y la sombra del totalitarismo se manifiesta en decisiones y actos que atropellan a los pueblos.
Frente a estas señales, la gran amenaza no es solo la violencia de los poderosos, sino la anestesia de las sociedades. Que los pueblos no se adormezcan, que la memoria no se rinda y que la voz de la dignidad prevalezca sobre la resignación.
Carloscastaneda@prensamercosur.org
