

Ministra de Relaciones Exteriores de Colombia , Yolanda Villavicencia
En la sede de Naciones Unidas, durante la cumbre que reunió a jefes de Estado, cancilleres y representantes diplomáticos de todo el mundo, Colombia asumió un rol protagónico a través de la voz de su ministra de Relaciones Exteriores, Yolanda Villavicencio. En un contexto marcado por tensiones geopolíticas y crisis humanitarias, la canciller colombiana se alzó como una de las figuras más firmes de la región al reclamar acciones concretas frente a la situación en Palestina, insistiendo en que la comunidad internacional no puede permanecer indiferente.
La intervención se produjo en un diálogo con Ninfa Sisko, corresponsal permanente de Prensa Mercosur en Nueva York, quien, desde su acreditación en la ONU, planteó las preguntas clave que permitieron profundizar en la postura del gobierno colombiano. Consultada sobre el posible costo político que podría tener para Colombia solicitar en la ONU una condena internacional a los actos de hostilidad contra la flota que transporta ayuda humanitaria hacia Gaza, Villavicencio respondió con claridad que no se trata de costos, sino de principios. Subrayó que la obligación ética de un país como Colombia es alzar la voz frente a la injusticia y recordó que Estados europeos como Italia y España ya han pasado de las palabras a los hechos con medidas tangibles de apoyo. “Lo esencial —afirmó— es que la ayuda llegue a quienes la necesitan. El deber de la comunidad internacional es garantizarlo, no quedarse en declaraciones”.
Sisko también quiso conocer cómo se traduce en la práctica la defensa del multilateralismo, eje central de la política exterior colombiana. La canciller explicó que esa defensa no se queda en el terreno conceptual, sino que se proyecta en iniciativas diplomáticas concretas. Destacó la creación del Grupo de La Haya, conformado junto a Sudáfrica y otros países, desde donde se reclama con firmeza que Naciones Unidas y el conjunto de la comunidad internacional adopten medidas efectivas para detener lo que calificó como un genocidio. “El multilateralismo —enfatizó Villavicencio— es la capacidad de convocar, dialogar, persuadir y, sobre todo, actuar para frenar las barbaries que amenazan la dignidad humana”.
En relación con la presidencia pro témpore de Colombia en la CELAC, la ministra resaltó los logros alcanzados en la elaboración de hojas de ruta para estrechar vínculos con regiones clave como la ASEAN, la Unión Europea y Japón. Explicó que estos avances no solo tienen un componente económico, sino también un profundo alcance político, pues buscan abrir espacios de concertación capaces de situar en el centro de la agenda global desafíos inaplazables: el cambio climático, la crisis humanitaria en Palestina y la defensa irrestricta de los principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas.
En la parte final del intercambio, Ninfa Sisko preguntó cómo logra Colombia equilibrar su compromiso con la paz y el derecho de los pueblos a la autodeterminación con la necesidad de mantener relaciones diplomáticas constructivas en un escenario internacional marcado por divisiones. Villavicencio sostuvo que la diplomacia no existe para esquivar controversias, sino precisamente para resolverlas. “El diálogo político y el multilateralismo son las herramientas más efectivas para encontrar mediaciones en un mundo tan diverso y tan complejo como el que vivimos”, señaló.
La participación de Yolanda Villavicencio en la cumbre de la ONU dejó en claro que Colombia no se limita a acompañar las discusiones internacionales, sino que busca incidir con propuestas y posiciones firmes. Su discurso proyectó la imagen de un país comprometido con la defensa de los derechos humanos y de la paz, dispuesto a asumir riesgos diplomáticos en favor de principios universales.
Para los observadores, el intercambio entre la canciller y la corresponsal permanente de Prensa Mercosur en Nueva York no solo reflejó la relevancia de la diplomacia colombiana, sino también la creciente articulación de las voces latinoamericanas en los foros multilaterales. En medio de un panorama global convulso, Villavicencio dejó una advertencia clara: el silencio frente al genocidio y la indiferencia internacional no son opciones. Colombia eligió hablar alto, en nombre de la dignidad humana.
