

El deporte es parte de la cultura humana y como tal es inseparable del devenir de la sociedad. Siempre ha sido un reflejo luminoso de los principios y valores que la inspiran y la guían, y que el Juego Limpio los encarna, al promover comportamientos respetuosos y honestos, fundados en la amistad, la inclusión y el espíritu deportivo. Y rechazar el dopaje, la violencia y la corrupción. El Juego Limpio contribuye al pleno disfrute de la práctica deportiva de forma justa y equitativa, en el marco del respeto a las reglas de juego y al adversario.
Fomenta el respeto mutuo entre los competidores, enseñándoles a valorarse y respetarse los unos a los otros, a proteger su salud y privilegiar la inclusión. Promueve la igualdad, salva las diferencias culturales y empodera, especialmente, a la juventud, mostrándole cómo el deporte puede impulsar el cambio social y forjar comunidades más sólidas y unidas. Respetar el Juego Limpio se convierte en virtud y, ante todo, en una ineluctable obligación ética.
Como concepto autónomo es sinónimo de “juego justo”, que equivale a “respeto y reconocimiento” de las normas y reglas técnicas (escritas o no), así como de las de carácter ético y moral que subyacen. En razón de ello, el deporte no es sólo ganar o perder, sino no hacer trampa. Es la piedra angular del espíritu deportivo, pues define y modela la conducta de atletas, directivos y entrenadores, y propicia la vigencia de la cultura de integridad, en la que el mérito, el talento y el esfuerzo son y deben ser los únicos criterios rectores del éxito deportivo.
El Juego Limpio no se trata sólo del momento presente, puesto que tiene implicaciones a largo plazo, necesarias para la sostenibilidad de los deportes. En lo conceptual está íntimamente asociado a conductas éticas y morales, a la búsqueda permanente de la eticidad y la participación en igualdad de condiciones. Su filosofía se fundamenta en ciertos principios axiológicos que tienen como finalidad el desarrollo de un espíritu competitivo verdadero, que se expresa a través de la deportividad y el respeto a las reglas.
La deportividad opera en el marco de determinados patrones éticos, que privilegian el respeto a los reglamentos de juego, a los adversarios y a los fallos de los jueces. Respetar el Juego Limpio implica precautelar la pureza del deporte y la integridad de sus competiciones, procurar que toda victoria llegue a ser limpia y toda derrota honrada. Es entender que ganar a cualquier precio no es el objetivo final, sino el competir con integridad y respetando a los oponentes, diciéndole no a la trampa, a la manipulación de los resultados y a la violencia.
El Juego Limpio garantiza que todos los participantes tengan las mismas oportunidades de triunfar, al propiciar un sentido de equidad y desalentar cualquier forma de trampa o ventaja injusta. Al cumplir con las reglas y regulaciones, los deportistas compiten en igualdad de condiciones, convencidos que sus habilidades y destrezas son las que determinan el resultado del juego. Ello no sólo salvaguarda la integridad del deporte sino que también anima a los atletas a desarrollar sus talentos y luchar por la excelencia.
Desde la Antigüedad ha sido inconcebible la práctica deportiva sin reglas, dado que estas contribuyen a preservar la esencia y valores del deporte, la sana competencia y la ética deportiva. Son las organizaciones deportivas las encargadas de expedirlas y de hacerlas cumplir. La lucha contra la trampa ha sido permanente, al ser parte de la esencia del Olimpismo. Las reglas fueron aprobadas y rigen para ser cumplidas, y la trampa para ser combatida.
La trampa no nació en los Juegos de la Modernidad, ya que fue en los de la Antigüedad, del año 67 d.C., que se registró el primer caso emblemático, cuando Nerón compitió en una cuadriga tirada por 10 caballos y no por 4, conforme lo disponían los reglamentos, convirtiéndose así en el primer tramposo de los Juegos Olímpicos. No ha dejado de estar presente a lo largo de la historia del deporte y, posiblemente, no dejará de estarlo, muy a nuestro pesar.
Al ser el Juego Limpio un ideal que todos los atletas y organizaciones deportivas se esfuerzan por alcanzar, resulta preocupante que muchos hayan sucumbido a la presión de ganar con comportamientos poco éticos o haciendo trampa. El mercantilismo y el gigantismo deportivos lo han hecho posible también.
Asimismo, han ocurrido errores arbitrales que afectaron la equidad del juego, a al igual que la manipulación de los resultados deportivos. Tampoco podemos soslayar aquellos actos de violencia contra los rivales o los espectadores, o atentatorios contra la honra de las personas y la buena gobernanza de las organizaciones a su cargo. La lucha contra la trampa
La prevención y lucha contra la trampa, la violencia y la intolerancia en el deporte, han sido una preocupación histórica de las instituciones y de los gobiernos. En
1914 Georges Demeny sostenía que “el deportista que tiene espíritu de sacrificio, sigue un camino recto y no cometerá nunca un acto de bajeza que tenga que reprocharse; es el gentilhombre realizado, una especie de caballero moderno que contribuye en gran medida a la prosperidad y grandeza de su país”. Décadas después, en 1963, fue creado el Comité Internacional para el Juego Limpio (CIFP), con el objetivo promover la práctica de los principios de éste.
El Apéndice del Manifiesto del Fair Play, publicado en 1964 por el Consejo Internacional de Educación Física y Deportes, reforzó su importancia y señaló: “Cuando en el siglo XIX los educadores ingleses inventaron el “deporte moderno”, que muy pronto se volvería tan popular en el mundo entero, la idea de que debía practicarse con un espíritu de lealtad estaba ya implícitamente contenida en su acción. Poco después, empezó a utilizarse la expresión “Juego Limpio” para definir la honradez y la integridad de la competición.
Desde entonces y muchos años antes se ha reconocido la importancia del Juego Limpio, asociándose a la práctica del deporte sus elementos esenciales: el honor, el respeto a sí mismo y a los demás. Pero, en razón del destaque cada vez mayor otorgado a la victoria, el deporte competitivo se ha visto afectado gravemente en su esencia. Los deportistas se han sentido presionados a ganar como les sea posible, asumiendo que lo más importante ya no es competir sino ganar. Para los atletas estadounidenses ganar no es todo, es lo único.
La Carta Europea del Deporte de 1992 incluyó en su objeto salvaguardar y desarrollar los fundamentos morales y éticos del deporte, velando porque se inculquen a los jóvenes desde la escuela elemental los principios de la ética deportiva. En ese año, el Comité de Ministros de la Unión Europea adoptó mediante una recomendación el Código de Ética deportiva, que parte del principio de que las cuestiones éticas que subyacen en el “Juego Limpio” no constituyen un elemento facultativo, sino algo esencial a toda actividad deportiva.
En noviembre de 2003, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la resolución No. 58/5 titulada “El deporte como medio para fomentar la Educación, la Salud, el Desarrollo y la Paz”, en la que se reconoce que el deporte, como lenguaje universal, puede ser un poderoso vehículo para fomentar la paz, la tolerancia y la comprensión. Y relievó que enseña valores esenciales como la confianza en sí mismo, el trabajo en equipo, la comunicación, la inclusión, la disciplina, el respeto y el Juego Limpio.
Con posterioridad el Libro Blanco del Deporte de la Comisión Europea del año 2007 identificó, entre las amenazas del deporte, el racismo y la violencia, y reconoció el potencial del deporte como instrumento integrador de personas y culturas diferentes. El 1 de julio de 2024, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la resolución A/RES/78/310, por la que se proclamó el 19 de mayo como Día Mundial del Juego Limpio.
Aquella resolución reconoció así el espíritu del Juego Limpio y los valores que encarna tanto en el deporte como en la vida cotidiana. Además, hizo hincapié en el papel del deporte, incluido el que practican las personas con discapacidad, en la promoción de la paz y el desarrollo, la cohesión de las comunidades, el respeto de los derechos humanos, la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas, en función de su universalidad. Su importancia fundamental igualmente ha sido resaltada, desde antes, en la Carta Olímpica.
El Juego Limpio, en la praxis, debe ser respetado en el ámbito competitivo como en el organizativo o de la gestión. En ambos ámbitos debe propender a fortalecer la autonomía y credibilidad de las organizaciones, a preservar su integridad y las de sus competiciones. Y, fundamentalmente, proteger a los atletas limpios y su derecho a competir en igualdad de condiciones.
La importancia de esa conexidad la ratificó el presidente del COI, Thomas Bach, ante el Congreso de la ACNO efectuado en Washington, en noviembre de 2015, al aseverar: “No podemos disociar la credibilidad de las organizaciones deportivas de la credibilidad de la competición”. Lo que realmente importa es que ese respeto se materialice, pues así el deporte contará con organizaciones y competiciones que gocen de credibilidad.
El “Fair Play” financiero
En el afán de precautelar que las organizaciones deportivas le jueguen limpio al deporte, la Unión Europea de Fútbol Asociado (UEFA) introdujo el Juego Limpio Financiero, en 2011. Posteriormente, el documento de la UEFA fue adoptado por la FIFA y sus filiales. En 2022, la UEFA introdujo las Financial Sustainability
Regulations (FSR) como una evolución de su “Fair Play” Financiero, basadas en pilares como la solvencia, la estabilidad y el control de costes, documento concebido como una herramienta de control de los estándares de transparencia financiera, integridad y gestión administrativa de sus clubes participantes.
Su exitosa implementación tornó más justas las competiciones futbolísticas en Europa, al transparentar el manejo financiero de los clubes y regularizar sus niveles de endeudamiento, y sancionar los incumplimientos. En otros países, lamentablemente, la aplicación de sus propias normativas no es del todo la esperada o la que se requiere, por los débiles e intermitentes controles que en estos se ejercen, que favorecen el blanqueo de dinero y la competencia desleal entre los participantes o adversarios.
La lucha contra el dopaje
Sin lugar a dudas, el mayor y más poderoso enemigo que tiene el Juego Limpio es el dopaje, por su grave afectación a la salud de los deportistas y a la integridad de las competiciones. Como lo advirtió el expresidente Jacques Rogge, “el dopaje no va a desaparecer, porque forma parte del deporte, como la criminalidad de la sociedad”. La lucha contra ese flagelo es para el COI y para el deporte mundial, sin dubitaciones, la madre de todas las batallas.
El Código Mundial publicado por primera vez por la Agencia Mundial Antidopaje en 2003, fue concebido como instrumento para la lucha contra la trampa, ante la falta de reglas estándares para todos los deportes y países. Estipula y armoniza las políticas, normas y reglamentos antidopaje en las organizaciones deportivas y entre las autoridades públicas de todo el mundo, y funciona en conjunción con ocho Normas Internacionales que fomentan la coherencia entre las organizaciones antidopaje en diversas áreas.
Posteriormente y en ese mismo contexto, fue aprobada la Convención Internacional contra el Dopaje en el Deporte de la UNESCO (2005) con el objeto de armonizar la legislación, los reglamentos y las normas antidopaje a nivel internacional, y garantizar la igualdad de condiciones entre los competidores. Así, también, fue concebida para proteger la salud pública y salvaguardar la ética, la integridad y los valores universales del deporte mediante normas y políticas armonizadas. Los Estados parte son los responsables de acatarla.
El COI, junto con la WADA y otras organizaciones de control, es consciente que cada vez el desafío es mayor, pues esa industria criminal se innova permanentemente para mejorar sus métodos y evadir los diferentes controles, encubierta por dirigentes y personal de apoyo corruptos e, incluso, por funcionarios gubernamentales igualmente corruptos. No ha dejado de existir país ni deporte que no fuese contaminado por el dopaje, pero lo más condenable fue la existencia de países en que éste se convirtió en cuestión de Estado. La desaparecida República Democrática de Alemania y Rusia son ejemplos de ello.
La manipulación de resultados
El amaño de las competiciones es otro de los grandes flagelos que azota al Juego Limpio, propiciado preponderantemente por las apuestas deportivas. Para contrarrestarlo, el COI expidió el Código del Movimiento Olímpico para la prevención de la manipulación de las competiciones. Su objetivo era proporcionar a las organizaciones deportivas un conjunto de normas sistematizadas para proteger sus competiciones del riesgo de manipulaciones o de servir intereses contrarios a la ética y a los principios y valores del deporte.
Sin embargo, pese a la determinación de los gobiernos y organizaciones deportivas para enfrentar esa problemática, en especial la negativa influencia en ella de las apuestas deportivas, su capacidad de respuesta se ha visto superada por el nivel de sofisticación y difícil rastreo que caracteriza a la operación de las apuestas, y la falta de normativa uniforme y actualizada. Por tal motivo, ella sigue siendo una batalla que el deporte y el Juego Limpio no pueden perder.
La violencia en los estadios
La violencia en el deporte es otro atentado contra el Juego Limpio, siendo como es expresión de vandalismo y agresión que, en ocasiones, puede terminar en tragedias. Mientras hayan “barras bravas” en los estadios, la amenaza de nuevas tragedias seguirá rondando en el deporte.
Para combatirla, muchos Estados cuentan con leyes contra la violencia, que buscan proteger el disfrute seguro del deporte y el orden y la seguridad ciudadana. De igual modo, las organizaciones deportivas cuentan también con sus propias regulaciones y controles, en especial las del fútbol. Ellas están subordinadas al marco legal del Estado y favorecen una relación colaborativa con sus autoridades en las tareas de prevención y control.
La lucha contra el acoso
La lucha contra toda forma de acoso o abuso, en especial contra los menores, es otra forma de salvaguardar el Juego Limpio, pues la integridad de todo atleta debe ser protegida a lo largo de su carrera. No podemos soslayar los dolorosos casos que se produjeron en los Estados Unidos y tuvieron repercusión mundial, cuando más de 330 mujeres y niñas de USA Gymnastics y de la Universidad Estatal de Michigam acusaron en 2017 al médico Nassar de abusarlas sexualmente. Ellas fueron indemnizadas y éste condenado a prisión.
El escándalo dio lugar a la expedición de la Ley de Protección de Víctimas Jóvenes del Abuso Sexual y Autorización del Deporte Seguro de 2017 , que dictó la creación del Centro para el Deporte Seguro de EE. UU . Muchos países han seguido ese ejemplo y cuentan ya con una adecuada legislación y mecanismos para combatir ese tipo de acosos y abusos. Igual sucede con un buen número de organizaciones deportivas. Pero lo más importante es que los deportistas ya perdieron el miedo a denunciarlos. Incluso, algunos lo han hecho al cabo de varios años, tras vencer el dolor y traumas que aún los afectaba.
Los cambios económicos y los tecnológicos han modificado y condicionado el comportamiento de los individuos y organizaciones, así como la naturaleza de las competiciones y sus formas de organizarlas. Han estimulado la adopción de prácticas tramposas y sofisticadas. Los económicos han cambiado la percepción del deporte, al sustituir su finalidad lúdica por la del lucro, mientras que los tecnológicos han provisto los medios para mejorar el rendimiento deportivo.
El Movimiento Olímpico deberá hacer todo lo posible para proteger con mayor fuerza y eficacia a los millones de deportistas limpios en todo el mundo, bajo el liderazgo del COI y con el apoyo de la Agencia Mundial Antidopaje y las FI. Su lucha deberá ser concertada también con los diferentes gobiernos y los deportistas, a fin de garantizar que el entorno en el que operan los atletas esté a salvo de influencias corruptoras o que atenten contra su salud.
Ella es, sin lugar a dudas, una lucha que no admite tregua ni renunciamientos, ni posturas tibias, pues el deporte es demasiado importante para la humanidad, y el Juego Limpio para el deporte y la vigencia de una cultura de integridad.
César Pólit Ycaza ECU

Destacado especialista ecuatoriano en deporte, licenciado en Ciencias Sociales y Políticas, con una amplia trayectoria en gestión y política deportiva. Ha sido presidente de la Federación Ecuatoriana de Voleibol, secretario nacional del Deporte, directivo del Comité Olímpico Ecuatoriano y secretario de la Federación Ecuatoriana de Tenis. Fue director de la Comisión de Eventos de la Confederación Sudamericana de Voleibol y presidente del Panathlon Club Guayaquil. Es autor del libro Estado y Deporte. Amigos y enemigos íntimos y ha participado activamente en la elaboración de leyes deportivas, promoviendo la ética, la transparencia y el desarrollo institucional.
