

Autores como Oswald Spengler, Francis Parker y otros varios, dedicaron en sus escritos desde hace muchos años atrás, sobre la decadencia de occidente. Es decir, no es novedad como tema y fenómeno mundial; sin embargo, nunca fue tan evidente aquello que era voz y letra de la crítica mundial, sobre todo desde las posiciones progresistas. Hoy vemos que la misma prensa europea se asombra de los ataques directos, indignantes y por demás imperiales de los actuales gobernantes de la Casa Blanca, hacia lo que queda de la democracia estadounidense.
Pero, hay que afirmarlo, que aquella democracia era para esos pocos de esa sociedad. No para el mundo, ni menos para el tercer mundo, donde las dictaduras y los gobiernos totalmente en favor del saqueo y la expoliación, respondían a los políticos “democráticos” de la Casa Blanca. Las distintas guerras de ocupación como la de Vietnam, Afganistán o la de Gaza actualmente, eran parte de la “democracia” made in USA.
Con los acontecimientos actuales, brutales democráticamente en términos imperiales y coloniales, esperemos que las élites y clases altas de Latinoamérica, siempre entusiastas y ciegas amantes de la sociedad estadounidense, tomen consciencia que desde siempre, desde el nacimiento del capitalismo, el comportamiento habitual y sangrientamente democrático, era el actual. Pues, nada ha cambiado desde hace siglos. Absolutamente nada, sino algunas decoraciones en los discursos siempre hipócritas de la democracia estadounidense.
Ese poder inmenso, colosal, en lo económico y militar, siempre sirvió para conquistar el mundo, a costa de lo ético, a costa de lo moral, a costa de millones de muertos y sacrificados en función del poder y la impunidad, que en conjunto las sociedades occidentales han sido cómplices directos: genocidio en Gaza.
Pues, así nomás la decadencia de la civilización occidental es hoy más evidente que nunca. Decadencia ética y moral. Decadencia donde se desvanecen los mitos construidos en su historia, como ejemplos en democracia y otros valores, que sólo servían y eran para ellos. No para el mundo y menos para los países parias y expoliados, desde el siglo XVI.
Muchos siglos después, indígenas como los siux o los dakotas pronosticaron la hecatombe de los hombres blancos, por sus ambiciones de las riquezas de la tierra, por sus maneras sangrientas de conquistar a otros pueblos distintos. Muchos siglos después, aquellos líderes indígenas testigos de los genocidios de sus pueblos, tuvieron razón. El tiempo y la historia les ha dado la razón. La destrucción del planeta, por la oscura y enfermiza ambición del modelo y sistema capitalista, destruye también al mismo civilizado occidental. Destrucción que no tiene contemplaciones del ser humano, de su entorno natural y de las pocas riquezas que le queda al conjunto de la humanidad.
La civilización occidental militarista e imperial, se derrumba junto a sus mitos y discursos inventados para favorecerse y favorecer el saqueo mundial, la matanza mundial y la destrucción de la casa común que es la tierra: La Pachamama.
Los cambios que se suceden en el mundo, no son por ahora buenas noticias. Porque el poder impune de occidente seguirá actuando precisamente por no perder sus privilegios, sus derechos democráticos sangrientos e imperiales. Dicen que el monstruo herido es más peligroso, eso es occidente en esta coyuntura sangrienta e impune.
Sin embargo, quiénes somos herederos de civilizaciones milenarias que han sobrevivido todo tipo de catástrofes en el tiempo, incluido la llegada del sistema y pensamiento occidental, sabemos bien que recuperarnos en el alma y autoestima lleva mucho tiempo en la toma de consciencia de quiénes somos. Sobre los genocidios históricos del pasado, sobre los cementerios de miles de millones de sacrificados por la historia moderna, tenemos que seguir adelante. Curando las graves heridas de muerte de la tierra. Curando las heridas injustas de la historia.
El horrendo espectáculo, grotesco e imperial, que se desarrolla allá en el norte del mundo, en las casas de gobierno prostituidas, de aquellas democracias sangrientas de occidente, tienen que ser enseñanzas para nuestros pueblos. En no imitar tontamente esos modelos de desarrollo y progreso. Destructivos como antihumanos.
Ojalá, esperemos, que las clases altas del tercer mundo por fin se alfabeticen y despierten de ese largo letargo, pensando y creyendo ciegamente en ese occidente decadente y sangriento. De ese occidente que ha dado enormes artistas, músicos, pintores, pensadores y creadores; pero que sus gobernantes y políticos han sido unos criminales y están llevando a la hecatombe a su civilización.
Tareas inmensas se presentan en estas coyunturas de decadencia occidental. De su modelo y sistema sangriento, por donde se vea. Pero, pues, enormes tareas de reconstrucción de las mentalidades humanas, en sentido de justicia social y por fin de un morar bien en la tierra. Sin amos ni esclavos. Sin occidentales criminales y sangrientos. Sin verdugos incluso en las clases populares, con sectores corruptos por el sur del mundo, que han bañado en impunidad también nuestras democracias.
por: Max Murillo Mendoza
Publicado por: La Voz de Tarija
Fuente de esta noticia: https://lavozdetarija.com/2025/09/23/decadencia-de-occidente/
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